Historias solidarias frente al drama de la inmigración: "Son bellísimas personas"

La jerezana barriada de La Granja acoge de buen grado a los migrantes africanos acogidos momentáneamente en el polideportivo Kiko Narváez

Voluntarios de Cruz Roja, atendiendo a los africanos. FOTO: MANU GARCÍA
Voluntarios de Cruz Roja, atendiendo a los africanos. FOTO: MANU GARCÍA

Es mediodía en la barriada de La Granja de Jerez. En el parque situado justo enfrente del polideportivo Kiko Narváez, un par de migrantes hace ejercicio en dos aparatos de gimnasia. Otro, un poco más a lo lejos, escucha música a la sombra de un árbol, mientras que tres más descansan sentados en un banco de piedra. En el improvisado refugio para las decenas de personas que arribaron en patera a las costas de Cádiz hace unos días reina la tranquilidad. En los últimos dos días se han marchado unos cuantos a Zaragoza, Bilbao y Barcelona, pero también han llegado otros nuevos ciudadanos africanos escoltados por la Policía Nacional.

Se desconoce aún cuánto tiempo más albergarán las instalaciones deportivas jerezanas a este numeroso grupo de personas. Ni siquiera desde la Cruz Roja lo saben. “Todo depende de cuántos lleguen en los próximos días y de si la policía los deriva a los CIE o los traen aquí”, señala Miguel, el responsable de prensa de la organización humanitaria en Jerez. Lo que sí saben aquí es la solidaridad que han notado desde el minuto uno que llegaron los migrantes, tanto de vecinos de La Granja como de otros puntos de la ciudad. “Desde que se comunicó por redes sociales que se necesitaban traductores no se la de gente que vino a presentarse de voluntario”.

En estos días ha habido muchas pequeñas historias que conforman un relato mucho más amable que el del bulo de la meningitis. Como el de esas madres del colegio de Las Granjas, que se acercaron al polideportivo cargadas de comida que habían hecho para la fiesta de fin de curso de sus hijos. O el de otros que se acercaron trayendo ropa y juguetes, creyendo que entre los presentes también había niños. O el de ese alumno del cercano Fernando Quiñones, de 13 años, francoparlante por los cuatro años que pasó en Francia cuando sus padres emigraron para buscarse la vida. Para los africanos es "le enfant qui parle français" —el niño que habla francés—, un joven que a la caída del sol se acerca hasta el polideportivo para echar un rato con los migrantes.

Llegada de migrantes, el pasado fin de semana en Jerez. FOTO: MANU GARCÍA.

“Son bellísimas personas”, señala una de las limpiadoras del Kiko Narváez durante su rato de descanso. “Cuando entramos a limpiar por las mañanas ellos limpian con nosotros”, afirma para destacar la humildad de estos refugiados “que a saber lo que estarán pasando en sus países para dejarlo todo y venir para acá”, señala una compañera entre calada y calada a un cigarrillo.

A escasos metros, un grupo de jóvenes de La Granja charla en torno a sus motos y dos preciosos pitbull. Dicen que la barriada ha acogido “muy bien” a los migrantes y que se les ve muy agradecidos. Manuel, de 34 años, dice que el pasado lunes les ofreció dos zumos a un par de ellos “y me lo agradecieron de corazón. Parecía como si les hubiera dado cualquier otra cosa de más valor”. “Hace poco leí un titular en un periódico que decía: ‘Nadie les quiere’. Eso me hizo reflexionar y pensar lo que estarán pasando estas personas”, dice el vecino.

Frente al parque, en la tienda de alimentación Bebafry, un par de migrantes compra cigarrillos sueltos. La dependienta dice que, entre sus clientes, solo en unos pocos ha calado el mensaje de “estos vienen a quitarnos el trabajo” o “a saber si traen alguna enfermedad”. María, una clienta, recuerda “las fatigas que pasábamos nosotros en el año 40, después de la guerra. Yo he visto a la gente comerse las cáscaras de naranjas, del hambre que había. ¿Es que no nos acordamos de lo mal que lo pasamos? Estas criaturas estarán igual, los pobres”. Catalina, otra clienta, afirma que su hija llegó “indignada” a su casa este pasado miércoles, cuando vio que la Policía bajaba de un autobús a un grupo de migrantes con las manos atadas. Otro vecino resta importancia a los “cuatro” que critican la llegada de los africanos a Jerez. “No tienen por qué venir de fuera para que haya racismo. Hace cuarenta años, a los andaluces que estábamos en Cataluña nos trataban como si fuéramos de segunda”.

Ajenos a los bulos y a los comentarios de asustaviejas, el grupo de africanos espera poder abandonar la ciudad cuanto antes. Para ellos, Jerez y España es un lugar de paso. Desde Cruz Roja señalan que el objetivo es buscarles destinos donde tengan familiares o amigos y se les paga un billete de autobús. Muchos ya han emprendido rumbo al norte de España, previo paso a cruzar la frontera y llegar a Francia o a Centroeuropa.

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Jorge Miró

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