El tópico de que Jerez ruge con el Gran Premio de Motociclismo es perfectamente válido para definir lo que es la ciudad en estos días y en esta cita de 2023. Con la llegada del fin de semana, con puente incluido, más largo para los madrileños, literalmente se llenó de gente y de ambiente como no sucedía desde hacía años. Tal vez estemos asistiendo a una de las mejores motoradas de la historia por ambiente, organización, variedad de actividades, seguridad y predisposición del personal, propio y ajeno, a pasárselo bien.
El factor tiempo está siendo determinante, con estas temperaturas veraniegas que han invitado a desplazarse hasta el sur. Es toda una provocación para no quedarse en sus lugares de origen y vivir en directo lo que seguro todos los aficionados al motociclismo de España habrán oído en algún momento: la movida motera jerezana.
Dicen que el de Jerez es el Gran Premio más popular de todo el recorrido mundial que hace esta competición. Será así si tomamos como muestra lo que se vive en las calles y, este año, en todos los rincones del centro urbano, donde el Ayuntamiento ha descargado toda la artillería en cuanto a la oferta de diversión para mayor gloria y beneficio de la hostelería.
Con la caída de la tarde y la llegada de la noche llegaron las horas de mayor bullicio, las ganas de fiesta. Mucha gente demasiado lanzada y otra que se lo toma con más paladar, más tranquilidad. En esta fauna motera cabe de todo, como también lo es su forma de expresarse, desde los más ruidosos hasta los más relajados, que dejan sus motos en las infinitas zonas habilitadas como aparcamiento —el coche no pinta nada en este banquete— y callejean buscando lo endógeno de la ciudad.
A los que con el ruido del motor les sube la adrenalina buscaron los lugares donde cada año las aglomeraciones, las exhibiciones, la quema de neumáticos, el petardeo de los motores y los escapes a pleno pulmón, la banda sonora de esta fiesta. Así fue en la avenida de Europa donde se reprodujeron las concentraciones con más ímpetu si cabe, creando momentos de tensión entre aficionados y fuerzas de seguridad que trataban de despejar la calzada y que hubiera cierta normalidad.
Las citas con las propuestas municipales en la Alameda Vieja, donde la comida callejera combinada con conciertos en vivo, a modo de homenaje de los más grandes del pop y el rock, fue una alternativa más relajada y por lo tanto con una asistencia muy sobresaliente; del mismo modo que la gran instalación Garaje 93 con la exposición de las motos ganadoras de Marc Márquez. Como tiene bar incluido y hamburguesería anexa en un camión de época servida-vendida por una de las marcas patrocinadoras del montaje y con una exclusiva terraza a su alrededor y en gran parte del bulevar de Cristina, también fue otra opción para los más ’tranquilos’. Por cierto, que nos suena que el coste de la instalación incluso puede llegar a ser rentable por lo mucho que venden. La cola para acceder daba la vuelta a Cristina.
En el entorno del Mamelón, más público alrededor del mercadillo donde se venden todo tipo de cachivaches para los amantes y los mitómanos de las dos ruedas. Esta es otra de las iniciativas municipales para ganar el centro para el Mundial y rescatar lo que se fue perdiendo en favor de otras localidades.
En la plaza del Arenal sonó más música, pero con aires del sur, conciertos en plan ‘flamenquito’, una pincelada de este arte en la versión más amena, divertida y menos ortodoxa pero que tanto gusta. Buena entrada porque el espacio no daba para más. Eso sí, lleno en los bares y excelente ambiente.
Las food trucks de la Alameda Vieja han sido un acierto. Se ha dado en la diana en una actividad que apetece a todos los que buscan algo diferente al amparo de las viejas murallas del Alcázar con una oferta variada en lo gastronómico, aunque sea de ‘fast food’, eso sí, con muy buena pinta; música en directo a modo de homenaje a los grandes de todos los tiempos, veladores al fresco de la noche bajo las jacarandas… una propuesta agradable que una tarde-noche más tuvo una muy buena aceptación, tanto como que se llenó.
“Hay que venir a Jerez para vivir esta movida”. “Ocho horas de carretera y la verdad que merece la pena”. “Este año el ambiente es de lo mejor”. “Ufff no me esperaba este ambientazo”. “Aquí lo que sobra es tanta policía”. “Hoy estoy en Jerez pero mañana tiro para la playa, es que hace mucha calor y en Segovia no tenemos costa así que hay que aprovecharlo todo”… y así una interminable relación de impresiones recogidas en las calles de la ciudad en plena movida motera y en los espacios de más ambiente. “Esto ha cambiado mucho este año”, señalaban en su mayoría.
Es lo que dicen, tanto los que repiten como los que se estrenan en la movida de Jerez, que se han metido en el cuerpo muchos kilómetros para acercarse. La mayoría vienen o están con sus entradas o las sacarán el día de las carreras, en la pelouse que son las que quedan y “además son las más baratas, no está la cosa boyante este año”, decía Maruja que no se corta un pelo en vestir con todos los avíos de motorista, pañuelo fucsia amarrado al cuello, su melena recogida preparada para soportar el casco y sobre una Yamaha 600.
Ha venido con un grupo o peña de moteros que se reúnen en Navalcarnero, muy cerca de Madrid, y organizan rutas todo el año: “Es que tenemos hasta el martes de fiesta”, al añadir el festivo del Día del Trabajador, el lunes, a la fiesta autonómica madrileña del 2 de mayo. Ahí estaba el quid de la cuestión por la que tanto madrileño anda estos días por aquí.
“Esto es bestial. No puedo decir otra cosa que he acertado con venir, como dice Lola Flores” (risas), señalaba un grupo de castellonenses vestidos con una camiseta morada, que estaba dispuesto a cambiar su vestimenta por una camiseta de La Faraona.
Tal vez porque se deja notar más por su indumentaria o por las caras de despistados, la afluencia este año está siendo más evidente a simple vista. Una forma de comprobarlo fue acercarse a los espacios donde se producen las concentraciones mas sobresalientes, una de ellas que es todo un clásico, la avenida Álvaro Domecq, donde los bares de ambiente volvieron a sacar a la acera las barras, equipos de sonido con música que rompe tímpanos y una primera línea con visión al espectáculo de centenares de motos pasando ante la muchedumbre que se reunió allí.
Tanto en la de Álvaro Domecq como en la de Europa, la vigilancia policial estaba muy presente aunque de forma discreta y sin dejarse ver demasiado. Es la fiesta de las motos y son ellas las que mandan. En aceras y los bares, que no pocos sacaron barras a las puertas de los negocios, la atmósfera en la ciudad era de fiesta. Eso sí se ha rescatado porque, al fin y al cabo, el que viene busca el centro. Si encima se encuentra con propuestas variadas y atractivas, el éxito se tiene garantizado.
Fotogalería | Gran ambiente en las calles de Jerez el viernes de Gran Premio
Lo curioso de esta movilización es que para disfrutarla no hace falta tener una moto. Se tenga o no, está invitado a ver este show espontáneo pese a que en lo de participar sigue habiendo quienes se la juegan tanto en lo físico como con la autoridad: “Esto es un espectáculo grande tengas una moto o no”, confesaba un aficionado que ha llegado a Jerez por disfrutar de la fiesta motera. No pisará el circuito. Ha venido en coche desde El Coronil (Sevilla) en plan juerga con un grupo de amigos.
Lo bueno de las altas temperaturas que se disfrutaron en la noche es que la calle está tomada. Nadie quiere interiores. “Tengo en la terraza a un grupo de cinco alemanes ya mayores; llevan tres horas sentados y en lo de beber cerveza es increíble lo que les cabe en el cuerpo”, confiesa un camarero que a estas alturas de la tarde-noche está algo quemado por todo el día de trajín.
A grandes trazos es lo que se Jerez está siendo estos días, una buena alternativa para el ocio y para los apasionados. A la voz de Lola, ‘Si me queréis venirse’, la respuesta no puede ser mejor.