La romería se mueve por escenarios diversos que van marcando los tiempos del camino. Dejando atrás las ciudad y la insufrible carretera del Calvario, se empieza a respirar aires que huelen a mar a arenas y a la esencia de todo esto que se encuentra frente Bajo Guía: Doñana. La cercanía del embarque cambia los ánimos del romero que ve más cerca volver a pisar un territorio “que es de la Virgen”, como proclaman los más veteranos en estas lides.
Es el embarque el momento de cruzar la desembocadura del Guadalquivir; dejar atrás la civilización para adentrarse en un mundo de plena naturaleza, donde esta nos enseña maravillas de marismas, pinares, arenales, dunas, noches estrelladas, amanecidas con olor a Coto y sonidos al compás del pistero y tamboril llamando a preparar los arreos y coches para seguir la marcha. Un fresco viento de poniente y con pleamar, fueron las compañeras del tránsito del río para Jerez, con un cielo celeste; más ganas que nunca, lo pasado pasó. Ganas de entrar por el acceso de las Ventas para sumergirse entre los grandes pinos de ese primer tramo del sendero que desemboca en el paraje de Marismilla para hacer noche.
El dispositivo de Bajo Guía fue similar a los que venía siendo en los últimos años de romería con la presencia, tal vez en menor número, de efectivos de la Policía Nacional, Local y Guardia Civil más la Armada que desplazó un lanchón para permitir el cruce de personas. Todo muy controlado con la novedad de que el acceso a la zona de embarque estuvo controlada por empleados de la empresa de barcazas Cristóbal, que se ocupaba de distribuir los vehículos en las barcazas y, antes, retirar los tickets para acceder a las embarcaciones.
A la hora prevista, 17.30, la hermandad jerezana asomaba por la avenida que conduce a la playa con todo el golpe de vistosidad que ofrecen jinetes, amazonas y carros que dan ese color especial al Jerez rociero. Respirando tranquilidad después del accidente del carro sucedido por la mañana, con parsimonia se acercaron como es costumbre a la capilla del Carmen de Bajo Guía, una Salve y revirar las mulas para enfrentarlas a la boca de acceso de la barcaza más grande ya apostada en la playa. Tocaba arrear a los animales para que venzan el miedo natural a subirse en la embarcación, algo nada fácil de conseguir ante la tozudez de mulas y caballos.
Pero se consiguió, como siempre, con la diestra maña de carreros y jinetes. Y más diestra tuvo que ser la pericia al volante; el tramo de playa de Malandar estaba sencillamente criminal con dunas y cortes provocados por los vientos y mareas. Primera pruebe de fuego para los todoterrenos, que no pocos se quedaban hasta las manillas de arenas con las ruedas metidas hasta la panza. “Quillo que hay que sacar el coche”, y a empujar que tocaba. Otra experiencia muy de camino.
La pleamar y el poniente no dieron la agilidad acostumbrada al tránsito; el embarque fue más lento pero no por ello menos bello.”Este año nos quedamos aquí en la playa hasta cuando llegue la hermandad para volvermos”, se lamentaba una rociera que miraba de soslayo a su marido, convencida de que a él poco le faltaba para aviarse la forma de meterse en el Coto. Pero lo que no puede ser no puede ser y lo demás es imposible, como dijo el torero. Los que no se conforman con decir adiós en Cristina, su siguiente recurso es cruzar el río y al menos pisar arenas con un “hasta el año que viene”.
Visita la galería de la llegada de la Hermandad de Jerez a Doñana
La cobertuta informativa de lavozdelsur.es con motivo de la romería del Rocío, cuenta con el patrocinio y apoyo de Combustibles San Eloy y Guadalcacín Servicio a Domicilio
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