Un trabajo artesanal reluce en la fachada de la capilla de San Juan de Letrán en Jerez. Cuatro azulejos de la imagen de la Virgen del Traspaso, de la Hermandad del Nazareno se habían desprendido. Sus trozos llegaron a las manos de la ceramista jerezana Mercedes Narbona, a la que llaman Meme, que los ha rehecho desde cero. “Esto es un mural de cerámica Santa Ana”, dice, señalando una de sus últimas restauraciones.
El foco de luz ilumina una de las tantas piezas únicas que esta artesana restaura o crea en su taller. En el número doce de la calle Cantarería continúa con este oficio del que se enamoró cuando era una niña. Frente a la Virgen a la que tantos le rezan, Mercedes, de 60 años, cuenta cómo combina formaciones con producción y venta de cerámica y abaniquería en el centro de artes plásticas Manualideas.
“Mi madre inauguró la escuela donde doy clases”, comenta la jerezana, que se ha criado entre obras de arte hechas con mimo en el barrio de Santiago. Allí, Carmen Rodríguez, su madre, fundó su propio taller en el año 1985, aunque ya había empezado en el 81 en otra ubicación. “La calle Cantarería se llama así porque en el siglo XV estaba el gremio de los cantareros, que eran alfareros, y allí estamos nosotras”, dice como curiosidad.
El arte de crear con sus manos le viene de familia. Su madre fue quien preparó a los artesanos de la Sociedad Cooperativa Andaluza Cerámicas Jugum y quien lleva toda la vida entre manualidades. Mercedes recuerda que cuando era niña la veía haciendo pendientes en una época en la que era difícil encontrar materiales.
“No había, entonces ella cogía corchetes de costura, los cortaba, les quitaba la argollita, lo limaba y ese era el gancho de la oreja. Le metía bolitas y doblaba los alfileres”, cuenta a lavozdelsur.es después de entrar en el templo.
La ceramista es técnico superior en Artes Aplicadas con título de Cerámica de la Escuela de Jerez y de Abaniquería en la Escuela de Arte de Cádiz. Lleva más de 40 años compartiendo esta pasión que le ha permitido dejar más huellas en esta iglesia.
Junto a los bancos, muestra un trozo del mosaico que adorna las paredes, otra de sus restauraciones recientes. Después, su mirada se dirige a un gran cuadro colgado cerca del techo que presenta 14 azulejos del siglo XVI restaurados por ella misma. “Se me ocurrió ponerlos en forma de cruz porque encajaban muy bien”, explica Mercedes, que recuperó el esplendor de estas piezas que representan símbolos de la Pasión.
“Aparecieron a trocitos en una bolsa. Cuando los quitaron de la antigua capilla de Jesús Nazareno, en el convento de San Francisco, los trajeron aquí destrozados, algunos eran redondos”, comenta la jerezana, que se fue fijando en los dibujos que conservaban para rehacerlos. Su paciencia y su habilidad ya forjada por su amplia experiencia han hecho que el templo conserve este elemento.
La voz de Mercedes resuena en la capilla. “Cada trabajo es un reto. El tono, el color… en cerámica, pintas y no sabes lo que te va a quedar al final. Estos azulejos en concreto están hechos con una técnica que se llama tercer fuego, se decoran cada vez que se meten en el horno. A lo mejor estás pintando marrón y cuando sale del horno es verde. Me enfrento al reto de no saber qué color queda al final”, expresa. Su objetivo en los encargos de restauración es que se asemeje lo más posible al original.
En su taller, además de obras cofrades, han tratado todo tipo de objetos y ha dado vida a motivos muy diferentes. Desde el mural para un chalé hasta los azulejos que dan nombre a la calle Ventura Núñez (Venturita). En Jerez también se divisan otros de sus trabajos como los azulejos del último toro que se indultó en la plaza de toros o un homenaje a Álvaro Domecq en la puerta grande. “A raíz de estos trabajos me llamó un señor de Las Palmas preguntándome si era ceramista taurina”, comenta Mercedes, que realiza todo tipo de trabajos sin descartar ninguna temática.
Un día le llevaron una mesa de cerámica de un metro y medio de diámetro que habían comprado en Florencia los dueños del Palacio del Conde de los Andes, desde hace años conocido como Palacio del Virrey Laserna. Una auténtica joya que requería de cuatro personas para poder moverla. “La mesa venía hecha trizas. La habían traído bien embalada en un palé, tenía unos travesaños de madera para que no se volcara, pero, al parecer, el gancho se cayó y cuando llegó al palacio estaba hecha trizas”, relata.
Para ella, fue una de esas piezas que guarda con cariño en su lista de trabajos. Consiguió restaurarla para que no se le notara ninguna rotura a base de fibra de vidrio y otras soluciones. Según explica Mercedes, suele hacer estos encargos en sus ratos libres, cuando puede compaginarlo con las clases que imparte en Manualideas. Pero ella lo hace con gusto. “Yo me divierto mucho haciéndolo”, asegura, mientras le viene a la mente otro ejemplo.
Las piezas pequeñas de cerámica que componen el órgano de la Iglesia de Santa Ana en Triana. Además, a Sevilla ha enviado encargos de azulejos para casas restauradas, entre otros. Su próximo reto es un lienzo de una iglesia de Chipiona con unas 800 piezas.
Pese a los años, Mercedes mantiene la ilusión. Se le nota que disfruta en este mundo artesano de gran relevancia para la conservación del patrimonio de las ciudades. Sin ceramistas, las obras quedarían en el olvido.
“Creo que no es un oficio perdido, hay muchos ceramistas, es un oficio muy tradicional y muy importante para que no se pierda todo esto. Además, es perenne, esto no se deteriora con nada”, dice mirando a su alrededor. Desde Jerez, seguirá dando rienda suelta al oficio que vela por las reliquias, además de ser su medio para vivir.
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