Reunimos a un puñado de jóvenes empresarios que lamentan la fama de un sector ligado a menudo a contratos basura y precariedad laboral: "Por lo mal que se hicieron las cosas antes tenemos ahora esta imagen".
Julio, Marco, Carlos, Pepe y José Ignacio apenas han sobrepasado la treintena. Sin embargo, y pese a su juventud, han decidido dedicar sus vidas a un sector tan competitivo y arriesgado como es el de la hostelería. Prácticamente no saben lo que es dedicarse a otra cosa. Desde que eran unos adolescentes ya empezaron a trabajar desde abajo, como camareros o en cocina, en Jerez o en el extranjero, y ahora su ilusión por triunfar les ha llevado a hipotecar incluso a sus familias para ver cumplidos sus sueños.
Hablamos de un sector que, junto al turismo, parece que es el que actualmente tiene más futuro en una ciudad como Jerez, sin una industria potente a la que agarrarse por el momento y que, aun así, vio descender su tasa de paro en marzo en 351 personas. Sin embargo muchas son las voces que relacionan a la hostelería con precariedad laboral, bajos sueldos y horas de más sin cotizar. “Por lo que se hizo mal hace años tenemos ahora esta imagen”, lamenta Pepe Naranjo, 31 años, copropietario junto a José Ignacio Quirós (31) del pub Tribbeca, en la avenida Álvaro Domecq. Ambos se embarcaron hace ahora dos años en una “inversión estratosférica” en la que contaron “con cero ayudas”. Todo, por “una ilusión y por generar empleo”. De manera habitual, sin contar las temporadas altas y eventos especiales como el Mundial de Motos, tienen contratadas a 16 personas, “todas dadas de alta, de manera legal, un verdadero logro con la poca actividad económica que hay en Jerez”.
Pepe, que critica las “dificultades” y “las pocas flexibilidades por parte de los organismos públicos para poder generar empleo”, recalca de nuevo que la mala imagen que tiene a veces la hostelería se debe a las negligentes prácticas que a menudo se llevan a cabo. Sin embargo, defiende que “ahora es imposible no tener un plan de higiene, o tener a alguien sin contrato. Las inspecciones son periódicas y tienes que tenerlo todo legal sí o sí”.
Marco, que da empleo a ocho personas entre sus dos locales, que ascienden a 14 en temporada alta y hasta los 16 en Feria, lamenta que “con lo que te aprieta el Estado es difícil generar empleo”, algo que en ocasiones les ha obligado a “prescindir de excelentes trabajadores”, y critica que los menores de 30 años apenas reciben ayudas para emprender, salvo la rebaja en la cuota de autónomo.
Julio Checa, 30 años, es de todos los protagonistas de este reportaje el que peor situación laboral presenta actualmente. Recientemente perdió su empleo, tras el cierre de un bar de copas del centro de Jerez, y en estos momentos se está “replanteando” su futuro. Ligado a la hostelería desde los 17 años, cuando marchó a Inglaterra para trabajar en el restaurante de un hotel, montó su propio bar en la calle Ancha hace ya un lustro, que se vio obligado a cerrar debido a la crisis económica. Ahora lamenta “lo difícil que es encontrar a gente seria en la hostelería” y critica que esa imagen tipo del veterano empresario explotador hace mucho daño, "sobre todo a la juventud que decide apostar por este sector".
Horas de trabajo interminables, a veces intempestivas, y mucho sacrificio son los ingredientes de la receta para sacar adelante sus proyectos. "La gente un sábado por la noche ve la discoteca llena y la imagen que se lleva es la de que estamos ganando un dineral, pero eso es solo un día a la semana y no sabe los gastos que hay detrás", destaca José Ignacio. "Hablamos de un sector muy complicado, con un público muy cambiante. Aquí lo único seguro son los pagos a los proveedores", añade Marco. Aun así, nadie les quitará su sueño de triunfar en el difícil mundo de la hostelería.