Cuando, a más de 1.700 kilómetros de Cádiz, Alejandro Mejías leyó la noticia se percató de sus graves implicaciones. A primeros de enero, el INE confirmó un nuevo año de sangría poblacional: 118.048 habitantes (a fecha de 1 de enero de 2017), 871 menos que el año anterior. Mejías, emigrante en Oxford desde hace un año y medio, es uno de ellos. “Cuando lo leí comprendí que yo soy uno de ellos. Es muy triste, pero es lo que hay”, zanja con tono apesadumbrado.
No le falta razón a este gaditano de 30 años, hoy camarero en un restaurante de cocina española en la ciudad inglesa. Con esta nueva caída, la ciudad ya ha perdido casi el 25% de su población en estos últimos 36 años y se retrae a niveles de habitantes de los años 60. La falta de suelo y de oportunidades laborales se han combinado en una tormenta perfecta que sociólogos y geógrafos llevan estudiando -y vaticinando- desde hace años.
Fue en 1981 cuando la ciudad alcanzó su techo de población censal con 157.766 habitantes. El dato resultaba llamativo en una de las ciudades con la densidad de población más altas de España. Pero la caída libre no tardó en llegar. “Desde que se alcanzó el techo de población censal en 1981 se ha perdido un 24,67% de la población, un total 38.863 habitantes a un ritmo del 0.69% anual”, detalla el geógrafo Alfredo Fernández Enríquez, del área de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Cádiz.
Lo cierto es que, pese al crecimiento alcanzado a principios de los 80, no es la primera caída de habitantes que sufre Cádiz. Hasta tres han sido las caídas. Además de la presente, “en el siglo XIX se perdió un 2% entre 1877 y 1887, y a principios del siglo XX fue un 2.7% entre 1900 y 1910”, como rememora Fernández. ¿Pero cuáles son las causas que llevan a estas crisis poblacionales? Aunque sociólogos y geógrafos se empeñan en dilucidar respuestas a preguntas como éstas, no siempre es fácil de trazarla con seguridad. “El auge y declive de las ciudades es un fenómeno ampliamente estudiado. Sin embargo, poco puede afirmarse con total certeza debido a la escasez de datos estadísticos con los que obtener relaciones causa-efecto verificables”.
Descenso con motivos
Pese a ello, Fernández tiene claro que resulta indiscutible el impacto de tres hitos históricos en las fluctuaciones gaditanas: “El fin del imperio colonial en 1898, la crisis de la construcción naval desde la década de 1970 y la reconversión industrial”. A ello, hay que sumar la colmatación del suelo residencial en un término municipal reducido ya que, de 13,3 kilómetros cuadrados de suelo, solo se puede habitar unos 4,4 kilómetros. Eso hace que, pese a la caída del padrón, la densidad de población de Cádiz (8.875,79 habitantes por kilómetro cuadrado) siga siendo de las más altas de España.
Con el desarrollismo franquista de los 60 y 70 culminado en grandes enjambres de edificios (en zonas de expansión como la barriada de La Paz o Segunda Aguada), la ciudad quedó prácticamente completada en su suelo. A eso se sumó el inicio de las crisis productivas gaditanas y la desaceleración general de la natalidad. Se creó una inusual tormenta perfecta demográfica que se reflejó en los padrones posteriores. “Causas como éstas quedan reflejadas en los años sucesivos a cuándo se producen. Lo que se ve hoy es consecuencia de estos factores”, reconoce Teodoro Clavijo, sociólogo del Departamento de Economía de la UCA.
Clavijo ya advirtió de éste y otros factores en el informe que elaboró en 2003 para el Ayuntamiento, Los Movimientos Migratorios en la Ciudad de Cádiz. “Ya hace 20 años lo veíamos y ahora se ha agravado”, tercia el investigador. Por ese entonces, la crisis de los astilleros ya era una realidad; al igual que el cierre de la fábrica de cerveza o el traslado de construcciones aeronáuticas CASA, actual Airbus. Aún quedaba por venir los traumáticos cierres de Delphi y de la fábrica de tabacos. “Todo esto ha hecho que la población joven no se pueda incorporar al mercado laboral y se tenga que marchar”, reconoce Clavijo.
Paro sin oportunidades
De aquellos polvos, llegaron los lodos que hoy sufren jóvenes como Mejías. “Yo trabaja desde los 19 años en una empresa de limpieza y cerró. Me vi con 28 años y sin nada que mereciese la pena. Vivía solo y volver a casa de mis padres era un paso atrás. Ya tenía amigos en Inglaterra así que decidí probar suerte aquí”, reconoce el joven al otro lado del teléfono, en Oxford desde hace un año y medio. En la ciudad inglesa el alquiler es caro, así que el gaditano comparte piso en una vivienda con otras cinco personas más, tres de ellas, gaditanos y de su mismo grupo de amigos. Hoy, este aficionado a la guitarra y al carnaval, tiene localizados en Oxford “hasta seis o siete que son de Cádiz” e incluso ha creado un grupo de flamenco.
Sin trabajo bien remunerado, en Cádiz tampoco hay nada que hacer en lo que se refiere a vivienda. La escasez de suelo ha agravado la emigración. “La paradoja de Cádiz es que, siendo una ciudad carente de empleo, el precio de la vivienda no deja de subir. Entre 2010 y 2014 se ha mantenido como la octava capital de provincia con el metro cuadrado de vivienda más caro, pagándose hasta 2.953 euros. En 2016, en el momento más bajo de la burbuja inmobiliaria, siguieron pagándose 1.963 euros por metro cuadrado”, detalla Fernández.
En su estudio de 2003, Clavijo ya detectó que esta falta de oportunidades residenciales de Cádiz ya hacía que muchos gaditanos, pese a tener trabajo en la zona, también decidiesen marcharse de Cádiz. Buscaban el área metropolitana de San Fernando, Puerto Real, El Puerto o Jerez. Entre 1996 y 2002, la población de Cádiz ya se desangraba. “Mientras municipios de la Bahía experimentaron un aumento de 22.308 personas, de las cuales más la mitad, 11.168 personas, procedieron de la capital”, añade el informe de Clavijo. Hoy esa tendencia parece no haber cambiado. Salvo San Fernando, que ha perdido población en el último padrón, tanto Jerez, como El Puerto o Chiclana siguen en alza.
Por ello, Clavijo se decanta por resaltar el problema de la vivienda como el “factor más destacado” en la pérdida de población. Fernández cree, pese a estos desplazamientos y la crisis, el elevado precio de la vivienda tiene una única explicación posible: “Es la demanda de segunda vivienda y los alquileres turísticos. Aunque no hay cifras fiables, se estima que en verano se duplica la población de la ciudad”. La consecuencia de la pérdida constante de población es evidente y negativa, como también añade el geógrafo: “Sobre todo se van los jóvenes”.
Un gaditano en Oxford: "En diciembre hasta cuatro amigos de Cádiz me escribieron preguntándome sobre esto porque se están planteando venirse. Esto va a peor"
Y eso está llevando a que su conjunto histórico vea amenazada una de sus características más peculiares que lo distinguen de otras ciudades, “su carácter de ciudad viva, célebre por la vitalidad de sus calles y la alegría de su gente”, como cree Fernandez. “Pero ahora el índice de envejecimiento de Cádiz es de 175 mayores de 64 años por cada 100 menores de 15 años, casi el doble que el del conjunto de la Bahía. Esto tiene efectos nefastos sobre la economía, pues el menor poder adquisitivo de los pensionistas perjudica al comercio, cada vez más dependiente del turismo”, añade el investigador.
Un futuro incierto
Ante este presente, el futuro de Cádiz no parece muy halagüeño. “La pirámide de población, notablemente avejentada, deja poco margen a la ilusión. La tendencia actual es al despoblamiento, pero puede ser reversible. Es difícil prever la evolución de un fenómeno dependiente de decisiones políticas en materia de empleo y vivienda”, abunda Fernández. Clavijo también cree que existen opciones de futuro, aunque sean “difíciles”. “¿Cómo controlas el precio de la vivienda? Las políticas que se han hecho en ese campo no han tenido capacidad de influir en el padrón”, reconoce el sociólogo.
Por ello, apuesta por una visión de conjunto: “Es necesario elaborar un plan estratégico global, que sea permanente y participativo”. De hecho, Clavijo se encuentra ahora temporalmente en la ciudad inglesa de Bristol. Allí, hace años que un plan de este tipo rige las políticas municipales, para garantizar un control efectivo de todas las políticas municipales. “A lo mejor esas proyecciones permanentes más allá de los gobiernos pueden ayudar en el caso de Cádiz”, reconoce el sociólogo.
Aún hay esperanza. Pese a la sangría Cádiz sigue siendo “muy atractiva para propios y extraños, los gaditanos en el exterior suelen retornar a su tierra a la primera oportunidad”, como reconoce Fernández. Mejías comparte la opinión: “Lo tiene todo para ser una potencia”. Lo cierto es que, aunque “es dura la distancia y más en momentos como ahora de Carnaval”, él aún no se ha planteado cómo y cuándo volverá a su tierra natal. Por ello, reclama soluciones que le permitan volver y advierte: “En diciembre hasta cuatro amigos de Cádiz me escribieron preguntándome sobre esto porque se están planteando venirse. Esto va a peor”.
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