Larga se hizo la espera, pero nada de serena ha sido la vuelta a las Zambombas. En la calle San Francisco, como reza el villancico, o en cualquier otra de las arterias y plazas de Jerez. Y allí estaban hombres, mujeres y niños y niñas.
Muchos con el achaque de tomar el fresco decidieron salir a la calle y asomarse a muchas de las Zambombas, una buena parte de ellas de hermandades cofrades. Algunos las cuatro farolas las acabaron viendo doble. ¡Calla lengua! Pero lo cierto es que el ambiente festivo vivido este fin de semana en la ciudad ha recordado al de tiempos prepandémicos.
Ni el frío, obligado llevar el abrigo excepto para los de la farola, ni el covid –las distancias de seguridad y mascarillas mejor dejarlas para otra crónica– han podido derrotar este primer fin de semana de diciembre a la Navidad jerezana.
Mariquilla no cerró la ventana ni el marinerito pasó, pero volvimos a la esquina, calle de Medina, calle Doña Blanca, para olvidar todos los malos momentos de estos casi dos últimos años que llevamos entre pandemias y vacunas. Cuidaito, cuidaito. Las consecuencias de tantas aglomeraciones tal vez las tengamos en unas semanas, pero callo y no hablo más. ¡Larga vida a la Zamboba! Todavía queda puente por delante.