Miguel Zarzuela Gil, histórico dirigente vecinal de Jerez, lleva más de tres décadas entregado a esta labor “ingrata” que hoy tiene poco que ver con la pujanza que tuvo en la década de los 80. Eran tiempos en los que, abierta la democracia, había ganas y entusiasmo por el asociacionismo y la reivindicación. En ese terreno entró Zarzuela con fuerza, tanto en el vecinal como en el sindical.
A sus 73 años sigue en activo: 34 años al frente de su asociación de origen, la de Icovesa, barriada a la que se fue a vivir una vez que se casó. Antes vivió en el Chicle, “recién creada la barriada con las calles sin asfalto y sin apenas servicios”. Actualmente, no se conforma con su larga filiación en la asociación de vecinos, también forma parte de otros colectivos vinculados al día a día de este y otros barrios y asociaciones deportivas de la zona. Evidentemente, Miguel no se aburre. Esta vocación le tiene más que ocupado.
Recuerda a la persona que le metió en el mundo vecinal, el fallecido Manuel Luis Martín. De su mano empezó a trabajar “para mejorar la vida de los demás en su bienestar y en la convivencia”. Ha bregado con todos los alcaldes y alcaldesas de la etapa democrática. La rehabilitación de los bloques y viviendas es su caballo de batalla antes y ahora.
Con más de sesenta años, muchos de los edificios de la barriada presentan graves problemas además de otras prioridades, caso del saneamiento. La rehabilitación avanza, pero queda mucho por hacer. Esperanzado, Miguel Zarzuela mira al inicio, en febrero, de las obras en 153 viviendas más.
Asume la representación vecinal de más de 5.000 habitantes que viven en la zona y donde abren sus puertas más de un centenar de pequeños comercios. “Las reivindicaciones hay que pelearlas día a día, siempre hay algo que pedir, y son los políticos los que tienen que dar salida a las peticiones. No se trata de pedir por pedir, son necesidades y mejoras reales”, afirma.
Es contundente al subrayar que el movimiento vecinal “está completamente dormido, quitando los seis o siete que estamos al pie del cañón”. Abunda diciendo que “al principio hubo fiebre por apuntarse a algo”, pero la realidad en estos tiempos “es totalmente diferente, no se está por la labor. La gente prefiere estar en su casa, no bajar a la calle…”.
Zarzuela es tajante al afirmar que “un vecino debe estar atento a su barrio, a las mejoras y a las peticiones; no puede meter la cabeza bajo tierra y no ver la auténtica realidad que hay en las calles”. A su juicio, el mundo de la representación de los vecinos “necesita rejuvenecerse”. Es consciente de las dificultades que entraña buscar el relevo porque “es una labor muy ingrata, no se cobra nada… es que te guste mejorar la vida de los vecinos, la lucha del día a día”.
La renovación es un deseo o una necesidad urgente, pero está muy “retraída”: “Nadie quiere ser criticado o que le afeen su trabajo, pero nunca hay que desmoralizarse. Debemos estar curtidos para lo bueno y para lo malo, esto es una lucha honrada a favor de los vecinos”.
Miguel Zarzuela Gil es todo un catedrático del movimiento vecinal. Sigue estando a pie de calle y hablando con los vecinos. La edad pesa, pero la vocación de servicio permanece con sus claros, como las mejoras que se consiguen. Y también con sus oscuros como los logros que no llegan y los más ‘oscuros’ aún, lo que más duele, la falta de compromiso y empatía del vecindario que poco o nada quiere saber de hombres y mujeres que buscan mejorar su entorno.
Comentarios