“Me gusta tanto coser que no me canso”, dice Herminia Álvarez, una modista de Jerez que lleva la mayor parte de su vida dando forma a vestidos y trajes de todo tipo. Con once años cogió su primera aguja, y a los 53 que tiene ahora, todavía no la ha soltado, ni piensa hacerlo. También lo hizo durante el confinamiento, cuando formó junto a familiares y amigos una red solidaria con la que dieron forma a cientos de mascarillas y batas quirúrgicas que acabaron, sobre todo, en residencias. Por ello le han concedido uno de los Premios Ciudad de Jerez de una edición, la de 2020, dedicada a los sanitarios y diferentes personas de otros ámbitos que han colaborado con acciones solidarias durante el confinamiento. El acto de entrega será este viernes, 9 de octubre, a las 12:00 horas en el Teatro Villamarta.
“Ha sido toda una sorpresa para mí. No esperaba este reconocimiento. Nunca jamás, ni en mis mejores sueños, hubiera imaginado ganar algo así”, expresa emocionada Herminia Álvarez cuando atiende a lavozdelsur.es. “Solo me dediqué a poner mi granito de arena”, añade. Herminia lideró una red que confeccionó material de protección que acabó en residencias. Lo hizo antes y después del triste suceso que vivió en pleno confinamiento, la muerte de su marido, el subinspector de la Policía Local de Jerez y fundador del Sindicato Independiente de Policía (SIP),tund José María Tundidor, que falleció a finales del mes de marzo.
"Un aplauso es la única forma en la que en estos extraños días podemos trasladar nuestro apoyo y pesar a la familia y un último reconocimiento. Gracias a los compañeros de Cuerpo de Policía Nacional y Guardia Civil que nos han acompañado en estos momentos. Un aplauso también desde aquí", señalaban desde el 092 cuando se concentraron frente a la vivienda del agente para rendirle homenaje. Herminia dejó de coser tras el fallecimiento de José María, aunque por poco tiempo. “A la semana ya estaba otra vez, porque si me quedaba parada iba a ser peor, así no estaba pensando siempre en lo mismo”. “Me ayudó mucho coser esos días —agrega—, más de lo que he podido yo ayudar a los demás”. Para la modista fue “terapéutico”.
Herminia Álvarez lleva casi cuatro décadas dedicada al corte y confección de trajes. Estando aún en el colegio, pasaba las tardes en el taller de su tía, aprendiendo el oficio. “Me encantaba”, confiesa. “En vez de jugar o ir a la piscina, me iba a su casa y me ponía a coser”, señala. Es una pasión que no puede remediar. “Siempre me ha apasionado mi trabajo, ahora quizás un poco más”, dice, a pesar de las extrañas y difíciles circunstancias. El aumento de contagios y los rumores de cancelación de eventos, antes del confinamiento, provocaron que perdiera clientas y encargos. “Es mi época fuerte, con las ferias, comuniones y bautizos, pero empieza a caerse todo y de un día para otro me quedo sin trabajo”, recuerda.
Al verse de brazos cruzados, publicó un mensaje en Facebook, ofreciéndose a colaborar en la confección de batas y mascarillas. “Soy modista, no tengo trabajo y no me importaría colaborar con cualquier organización”, recuerda que escribió. El Ayuntamiento se puso en contacto con ella y, con los recortes que tenía en su taller, primero, y con telas donadas por vecinos y organizaciones, después, fue dando forma a material de protección junto a su red solidaria, formada por otras seis personas. “Empecé yo sola, pero un día vi que faltaban manos y avisé mi tía, a mi tío que es sastre, a una amiga…”, dice, con los que se comunicaba a través de videollamadas. Hasta hizo un tutoría con los patrones a seguir. “Estuvimos los tres meses del confinamiento cosiendo a tutiplén”, expresa.
“Fue terapéutico”, insiste la modista jerezana. “Quizás yo tenga más que agradecer que lo que supuestamente me tengan que agradecer a mí”, dice. “Después de morir mi marido fue una vía de escape, solo había dolor por todos lados, malas noticias, por eso saber que aportaba algo bonito hacía que me fuera tranquila a la cama”, reseña. El inicio de la desescalada hizo que Herminia y sus ayudantes volvieran a sus trabajos y dejaran de fabricar material de protección. Desde ese momento, va "remontando", poco a poco, realizando cada vez más encargos, aunque no tantos como antes de la pandemia. “Algunas clientas se han podido casar, aunque sea en petit comité, y he cosido varios trajes”, dice. “Hago algo bonito, que es poner guapa a la gente, y me encanta”, asegura Herminia, que entre sus hobbies cuenta con uno muy particular: participa en el coro del Teatro Villamarta. Por eso, no duda en decir que lo suyo es “coser y cantar”. Nunca se usó mejor esta expresión.