Lo que iba a ser una concentración para pedir el diálogo ante la situación en Cataluña, sin banderas de ningún color, acaba en Jerez con verdiblancas, rojigualdas y tricolores, reproches y un halo de desilusión entre los asistentes.
A las 12 de la mañana, ante todos los ayuntamientos de España, había que llevar ropa blanca, lazos blancos, carteles blancos. Nada más. Ninguna bandera. Ningún color más allá del inmaculado blanco. La convocatoria, promovida por la iniciativa Hablamos?, era clara. Había que demostrar “que no queremos que nos utilicen”. “Han sembrado odio, nos enfrentan y dividen. Si no intervenimos como sociedad, España se convertirá en un país difícil de habitar”. “Esto no lo resuelven ellos, sino el diálogo, la gente y la convivencia”.
En Jerez, obviamente, la cita era también al mediodía. Unas ochenta personas, mayoritariamente vestida en tonos blancos. Algún cartel: “pensar, hablar”, “paz”. Y alguna bandera... Primero se ve una andaluza, que se guarda enseguida. Una joven porta también la de la República, mientras ojea su teléfono móvil. “¡Hoy no queremos banderas!”, grita alguien. Caso omiso. Varias personas se acercan a ella, y le explican: “Hoy no hay colores, solo el blanco”. “Por favor, retira la bandera”. La chica sigue mirando su móvil. Este cronista se acerca y le pregunta por los motivos que le llevan a traer la tricolor. Su acompañante explica que precisamente, a la misma hora, la Coordinadora Andaluza por la República había convocado una convocatoria en la puerta del Ayuntamiento. Aun así, en Consistorio no se ve a nadie más que haya acudido a dicha concentración. Alguno les explica que es mejor que la guarden, que puede provocar que otros hagan lo mismo con la rojigualda en una jornada que no estaba llamada a ser de desencuentros. Ni caso.Efectivamente, premeditado o avisado por alguien, aparece un hombre portando una bandera rojigualda, cruzándose entre los asistentes y justo al lado de la chica republicana, para hacerse ver. Nuevos reproches. Pero a ver cómo se le explica que retire esa bandera si la otra sigue ondeando.
Empiezan las malas caras. Más de uno, visto lo visto, prefiere irse. “Es una tontería venir aquí. Tanto que criticamos a los catalanes y al final somos iguales”, dice una mujer abandonando la concentración. Llega otra mujer, con otra rojigualda, a modo de capa. Una adolescente, que no tendrá más de 16 años, le explica que “hoy es un día para venir sin banderas. Hoy no tiene que haber ningún color aquí, es un día para dialogar”. “¿Por qué no montáis una plataforma?”, le espeta la señora, que ni por asomo va a quitarse la bandera. “¡Porque la convocatoria decía que en toda la puta España había que venir sin banderas!”, dice la joven, que ya ha perdido un poco los papeles.
El runrún es ya total. Alguien pide silencio, que se mantiene por espacio de medio minuto. Suenan aplausos, pero pronto llegan más abanderados. Otro joven, con otra tricolor, también a modo de capa. Y otro, portando una gran rojigualda. Su camiseta, que no es blanca, sino negra, tiene un mensaje poco amigable. “Esta es mi bandera. Si no te gusta, te hago las maletas”.
El paso de los minutos y el cariz que va tomando todo hace que la gente vaya abandonando Consistorio. ¡¡Viva España!!, trona el de la camiseta negra. ¡Viva la República!, le contesta otro.
Ni diálogo, ni entendimiento. No aprendemos.