La barriada, nacida en 1959 junto con San Telmo, reúne a un total de 1.289 habitantes del Distrito Sur en un complejo simétrico de medio millar de pisos.
“Lourdes, cóbrate el agua que me la voy a llevar”, expresa una vecina de rizos plateados mientras mete varios kilos de fruta en su carrito. Es mediodía y toda Andalucía está en alerta roja por la primera ola de calor del verano. Las señoras de la barriada Santo Tomás de Aquino no perdonan el ratito de “hacer los mandaos”. Pocos son los que pasean bajo toallas tendidas al sol y pajaritos enjaulados a la sombra aunque, a escasos metros de la plaza de Colomina, se forma una pequeña cola a lo largo de alimentación Ramírez, el ultramarinos más longevo del barrio. “Juani, ¿está bien?”, pregunta Víctor Ramírez, propietario del almacén, mientras pesa unas cebollas en la balanza. “Sí, y toma este cupón, que me tocaron 1.000 pesetas guarras”, le devuelve. La barriada, que linda con Federico Mayo y La Liberación y que alberga a un total de 1.289 habitantes, está prácticamente desolada por las altas temperaturas. No obstante, algunos vecinos mantienen su puerta entreabierta y otros se concentran entre los pocos negocios que resisten a la escasez de ventas.
Al mismo tiempo en el que Víctor dibuja sumas en un trozo de cartón, su esposa Lourdes Rego prepara cucuruchos donde echa un puñado de frutos secos. Después de más de 50 años, ambos continúan al frente del comercio que el padre de él, Antonio Ramírez Vidal, abrió con tanto mimo en los inicios de un barrio humilde del Distrito Sur. Recuerda que sus padres compraron dos negocios, a pocos metros el uno del otro, con los que abastecían de alimentos a todo el vecindario. Víctor, el pequeño de tres hermanos, fue el que heredó el local y el que decidió seguir con la tarea de su progenitor. “Él vivía en La Merced, pero decidió mudarse aquí y fue en el otro local donde nos criaron a mis hermanos y a mí”, señala, mientras una vecina a la que acaban de despachar pregunta a otro que acaba de llegar: “Andrea, ¿Antonio qué...?”. De origen humilde, este barrio —según sus residentes— destaca por ser tranquilo y muy familiar.
“Ya caí Vito, ya me cogieron”, le comenta Juani Gómez, jerezana de 77 años de edad, al dueño de la alimentación nada más preguntarle. Cuenta que se mudó a la barriada porque había muchas peleas en San Juan de Dios. “Y ahora allí la cosa está peor”, lamenta. A día de hoy, viviendo en Santo Tomás de Aquino desde 1977, Juani confiesa que no se va ni con agua caliente. “Aquí no vemos ricos, sino gente de medio pelo muy buena”. Plastificado y envuelto entre cintas adhesivas, el matrimonio Ramírez Rego conserva un plano de cuando la barriada Santo Tomás de Aquino era solo un proyecto. Con un diseño totalmente simétrico, en el documento aparecen los nombres de Álvaro Real, como topógrafo, y de José Gonzalez Díaz, como dibujante.Si bien Juani lleva cerca de 45 años en el barrio, las 500 viviendas que hoy conforman el vecindario se erigieron años antes, en 1959, mismo año en que nació San Telmo y San Telmo Nuevo y la misma época en la que se crearon otras barriadas de la zona Sur como Estancia Barrera, Vista Alegre y San José del Agrimensor. La Liberación, barrio adyacente, se construiría más tarde, en la década de los 70. “Pero antes por aquella parte no había nada, solo un laguito. Este se perdió cuando edificaron y es por eso que La Liberación se inundaba tanto con las fuertes lluvias”, explica María Luisa Segura, vecina del bloque 46. Para ella, la barriada ha involucionado en cuanto a sociabilidad, al ambiente de reunión entre los vecinos. Pero también señala que la estética de los bloques ha mejorado muchísimo desde que en 1990 la Junta unificara la barriada pintando todos los edificios de blanco y verde, ya que anteriormente cada propietario tenía su fachada a su gusto. “Cada vivienda tenía un color, unos azulejos… todo era desigual”, agrega María Luisa con un gesto de desaprobación.
Desde que empezara la —mal llamada— crisis económica de 2008, muchas son las familias que han regresado a su coqueto piso de Santo Tomás de Aquino. Como aseguran algunos vecinos, en la actualidad hay mucha gente que se fue a “barrios altos”, más ricos y que se ha visto obligada a volver a su antiguo barrio. ¿Qué clase social comenzó a habitar las primeras residencias? Si en Jerez algunos vecindarios se levantaron para dar cobijo a una clase trabajadora concreta —ya fuesen bodegueros o militares—, Santo Tomás de Aquino empezó a reunir a pobres, prostitutas y profesores, según algunas imágenes evocadas por varios habitantes. “Aquí lo que ha habido han sido muchas prostitutas”, indica María Luisa. “Pues yo recuerdo que mi suegro me contó que antiguamente esto era un barrio de profesores, de alto nivel”, enlaza Lourdes. “Aquí había gente de cualquier sitio”, remata Mari Carmen López, jerezana de 45 años de edad y vecina desde 1979, que se encuentra asomada a la ventana esperando a que la suerte le dé por hacerle una visita.
“En el barrio la gente se conoce y te presta ayuda, pero antiguamente se ayudaban más”, estima. “Recuerdo que una vez estuvo mi padre en paro, a causa de la primera crisis del ladrillo, y las vecinas venían a casa con cosas para comer cuando yo tenía unos diez años”, añade. De padre albañil, Mari Carmen se casó con un jerezano que también trabajaba en la construcción. Y por azar o por desgracia, el desempleo regresó a este sector provocando que la totalidad de su familia se quedase sin trabajo. Sin apenas remuneración más allá de las chapuzas que su marido va encontrando, Mari Carmen es un ejemplo de los resultados de la especulación en España. “Tengo doce años de experiencia como camarera de piso y he echado currículos por todos lados, pero te ven la edad y ya no te quieren”, manifiesta. Con dos hijos, de 18 y 11 años, Mari Carmen suele visitar el economato e informa que está la número 4.000 en la lista de espera para obtener una vivienda de protección oficial. “Tenía una ayuda por estar en el paro con mi edad, pero hace un mes que se me ha acabado”. Echa en falta esa solidaridad vecinal que había antes, y también critica el abandono de la barriada, que ella misma contempla desde su ventana.
Bolsas de plástico por las plazas comunes, colillas, residuos… Los vecinos se quejan de la falta de limpieza del barrio, de la poca educación de algunos que pasean a sus mascotas sin recoger las heces de éstas, y la reciente llegada de varios okupas a determinados bloques. No obstante, Santo Tomás de Aquino no vive su peores años, ya que muchos recuerdan que hace 25 años el barrio estaba repleto de drogadictos y porretas. “Los veías ahí en el descampado con la jeringuilla y la goma colgando... Hasta que los vecinos se movilizaron”, evoca Víctor, que a quien realmente teme es a las grandes superficies. En Santo Tomás de Aquino cada cual aguanta su vela. Algunos continúan con su vida en silencio, tras las cortinas, o de cháchara entre manzanas y peras. Sin embargo, ninguno olvida que la que es hoy su avenida Blas Infante, hubo una época en la que se llamó Carrero Blanco y Santo Tomás de Aquino. Todo va cambiando.