Los rocieros jerezanos ya pisan las arenas de Doñana. A las 18.15 horas de este miércoles, unos 30 minutos más tarde de la hora prevista, se produjo el embarque en Bajo de Guía de la carreta del simpecado. Desde mucho antes, las barcazas transportaron a la orilla de Malandar a casi todos los vehículos de tracción mecánica, aprovechando que la carreta de plata, carros y caballos llegaban con retraso sobre la hora prevista.
Así se fue cumpliendo el primer día de camino del Rocío, ya metidos entre los pinares del parque natural para pasar la primera noche en la Marismilla. La jornada transcurrió sin incidentes notables, un día en el que el calor afortunadamente se ausentó; sin embargo, el azote del fuerte viento de poniente refrescó el día y se hizo notar especialmente en el cruce de la desembocadura del Guadalquivir, cuyas aguas no estaban precisamente calmadas; más bien todo lo contrario.
La orilla de Malandar, frente a Sanlúcar, que no es propiamente el coto de Doñana, fue lugar de parada obligada para los vehículos a motor, que durante horas tuvieron que esperar la llegada del simpecado, carros y caballistas. Las normas del Plan Romero ordenan que el acceso a Doñana de cada hermandad será con la entrada primero del simpecado y animales. Por lo tanto, tocó esperar al resto; una grata y animada espera.
Los centenares de rocieros apostados en la playa dedicaron el tiempo a la convivencia, compartir viandas y copas, aunque para ello tuvieran que aguantar la fuerza del poniente que invitaba a ponerse algo de abrigo. En esa previsión de bajas temperaturas, más aún en el interior de Doñana, están los participantes que se han pertrechado de ropa de abrigo ante la caída del mercurio cuando el sol se ponga. Y los mosquitos, que dicen los romeros de otras hermandades que ya van avanzando por el Coto, que este año abundan.
El dispositivo establecido para el embarque por la Administración estatal y autonómica funcionó perfectamente, como viene siendo habitual desde que se implementó la seguridad y control con el Plan Romero. La excepción ha sido la ausencia de las barcazas de la Armada que todos los años transportaban a los peregrinos desde Sanlúcar hasta la otra orilla. Esta situación se ha solventado con dos embarcaciones de Cristóbal, que exclusivamente se dedicó a este menester, una medida que ha supuesto un coste de unos 14.000 euros abonados por la Diputación.
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