Raquel Soto, jerezana que vive en Sevilla desde hace tres años, es diseñadora de joyería con una marca que lleva su propio nombre, raquelsoto.com. Este proyecto lo lanzó hace unos meses una mini empresa que trabaja online. Se graduó en Bellas Artes en Granada y en Sevilla se especializó en la joyería contemporánea y sus técnicas. “Tenía superclaro que quería dedicarme a esto”, dice.
”Lo escultórico, lo poético y lo dramático cobran una gran presencia en mis piezas, que reflejan la impronta de un trabajo manual, un trabajo que fluye sin vergüenza, de una forma auténtica”. Así define esta empresaria de 38 años de edad, su trabajo, que fusiona “la joyería tradicional con lo más contemporáneo pero tratado desde otra perspectiva”.
Defiende que su producción es “totalmente artesanal, soy la que lo hace todo con la ayuda de fundidores tanto en Sevilla como en Córdoba; solo trabajo con gente de Andalucía”. ¿Por qué Sevilla y no Jerez? Raquel explica que “lo de venirme aquí a Sevilla fue algo medio fortuito”. Reconoce que la formación en esta materia se localiza en la ciudad hispalense junto a otras ventajas y posibilidades: “Aquí hay mucho gusto por lo artesanal, se aprecia más la artesanía y hay muchísimo bagaje”. Avisa que “en Jerez se está perdiendo y habría que recuperarlo”.
Tiene actualmente dos líneas creativas, ‘Fuego’ y ‘Caballos jerezanos bailando en el campo’, su última colección y a la que le ha puesto “mucho cariño”, reivindica su jerezanía: “Esta colección parte de un deseo personal: caballos jerezanos, que bailan libres en el campo. Se trata de una idea surrealista, donde los caballos deciden bailar por sí mismos, libres, en la naturaleza, en el campo”, que se materializa a través de las piezas de esta colección en la que ha tomado como referentes los caballos jerezanos de la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre de Jerez durante sus evoluciones en el espectáculo.
Además, a la diseñadora se le une su filiación “animalista, el animal es algo que forma parte de mi vida y tenía muchas ganas de recuperar la figura del caballo”, pero en un concepto singular, “libre y pura fuerza, sin dominios; con un carácter muy marcado en lo jerezano”.
En esta etapa, está potenciando la venta online, aunque también suma algunos puntos de venta, “me encuentro en un momento, de expansión y de búsqueda de espacios que sean afines a lo que es el producto, que al final es algo más artístico que no puede estar en cualquier tienda”. Raquel Soto tiene ahora su taller de diseño y trabajo en su propio domicilio y cuenta que “vivía en Barcelona en una época de mucha precariedad laboral y situaciones muy complicadas”.
En ese proceso de pensar a qué dedicarse se inclinó por la joyería “que siempre me había llamado la atención”. No tiene ascendencia familiar relacionada con este mundo ni ningún tipo de referente y confiesa que, a su inquietud por la joyería, se le unió “la necesidad de crear”. Dio unos primeros pasos que le agradaron y le hizo tomar la decisión de iniciar este camino, “formándome, que sigo haciéndolo, porque realmente la joyería es supercompleja. Ni siquiera digo que soy joyera porque me da como mucho respeto. Sigo en constante aprendizaje”, afirma.
Evalúa positivamente el recorrido del negocio hasta ahora: "Estoy notando que en Sevilla empieza a resonar mi marca y también en Jerez, pero creo que todavía me queda mucho camino por recorrer, aunque las señales son positivas”.
“No es un proyecto, es una firma, que se relaciona con lo artístico”, recalca, para precisar, que su forma de trabajar se relaciona con lo “escultórico, que va de la mano de lo poético y lo dramático”, algo que vincula a sus orígenes, "como la Semana Santa, el drama que hay ahí; un drama que está cargado de poesía. Intento que todo se refleje en lo que hago, en mayor o menor medida".
No diseña diferenciando en el género y afirma que llevar una de sus piezas “es algo exclusivo, un trabajo totalmente artesanal y que yo lo entiendo como pequeños poemas que te acompañan a diario”.