El 19 de enero pasado falleció en Jerez nuestro amigo Rafael Peña Rubio, Faly, como le llamábamos, a la edad de 55 años. También algunos le conocían como Abdul, un seudónimo árabe que él se puso.
Se ha marchado de repente, sin avisar, y todavía no sabemos muy bien por qué causa; pero lo cierto es que algunos ya nos imaginábamos que se iría no muy tarde de este mundo, que se le quedaba chico para el horizonte tan amplio que él tenía.
Faly era una persona muy conocida en Jerez, activista de los movimientos sociales, antifascista, animador de muchas iniciativas culturales, persona culta y buen conversador.
En los años 80 del pasado siglo XX era uno de los pocos jerezanos que se atrevían a agitar nuestra rancia sociedad con el movimiento punk. Enamorado del rock andaluz, pronto conectó también con nuestro pasado andalusí, aprendiendo árabe y viajando continuamente a Marruecos. Hacia el año 2000 montó una tienda de artesanía marroquí en el Bar Damajuana, con su pareja de entonces.
En el 2011 era uno de los activistas del 15M más frecuentes en las movilizaciones jerezanas, y poco después impulsó la creación del SAT (Sindicato Andaluz de Trabajadores) en nuestra localidad. Antes había participado también muy activamente en el movimiento de parados y en distintas okupaciones.
En la Red de Apoyo a Inmigrantes Dimbali lo acogimos unos meses hacia abril de 2021, y Faly lo dio todo con muchos chicos guineanos, marroquíes, senegaleses... a los que enseñó a hablar nuestro idioma o a los que acompañó en muchas gestiones y avatares. Su conocimiento de la lengua árabe fue un estupendo puente para la formación de muchos chicos. Le recordamos esplendoroso haciéndonos de guía en una visita al Alcázar el pasado verano; era un profundo conocedor de nuestra cultura y de nuestro pasado musulmán.
Rafael había rodado mucho por el mundo: desde La Plata Vieja hasta el Polígono San Benito, desde la vendimia francesa, hasta el Atlas marroquí, pero también pasando por la soledad del Albergue Municipal y la dureza de la calle.
A quienes tuvimos la suerte de conocerlo y de conversar con él, nos descubrió una persona de gran corazón, generosa, empática y sabia. En los últimos tiempos se sentía muy solo, aunque regalaba una sonrisa a los demás.
Pero también mentiríamos si dijéramos que en Faly todo eran virtudes, puesto que como humano (y lo somos todos) tenía una gran debilidad: su adicción al alcohol. Este rasgo le hizo zozobrar a menudo en la vida, meterse en serios problemas y alejarse de su familia, que sufrió mucho a causa de ello. La gente que le queríamos le advertíamos continuamente de la ruina a la que le había llevado, y le tendíamos la mano para salir de ese boquete; pese a todo, Faly no supo o no quiso vivir de otra manera que le hubiera dado más dignidad y sosiego. Pese a todo, le queríamos y le acompañamos todo lo que pudimos en su camino.
Valgan estas palabras para despedirnos de él; darle un fuerte abrazo a su hijo Ezequiel, a sus hermanas y a su madre y evocar su figura.
Que la tierra te sea leve, Faly.