La Pescadería Vieja es uno de los rincones con más encanto del Jerez antiguo. Situado justamente tras lo que fue la antigua muralla, actualmente presenta un aspecto que poco ha debido cambiar desde hace muchas centurias. Lo que sí es totalmente diferente es la actual configuración de esos 35 metros de calle, que ahora está casi en su totalidad dominada por la hostelería.
Casi porque desde hace 60 años aún pervive un puesto de pescado que hace honor al nombre de la vía, Pescadería Vieja. Es el único y posiblemente sea el más antiguo de los que existe en la ciudad, incluidos los puestos de la Plaza.
En un entorno de intenso verdor por las enredaderas que trepan por las fachadas, gracias a la decoración creada por los establecimientos, macetas colgadas, una red sobrevolando la calle, con iluminación propia de los barcos pesqueros, y algunos elementos más de corte tropical, la Pescadería Vieja es un reclamo para los turistas por su belleza, acogimiento y buena oferta gastronómica.
En este escenario, solo Antonio Sallago, hijo de quien abrió la pescadería hace 60 años, rompe la monotonía de veladores y cartas en las puertas de los bares y restaurantes que viven en el lugar. Hasta hace algunos años hubo un zapatero en un minúsculo local a la salida de esta calle a Pozuelo. Se jubiló y cerró.
Cuenta 61 años de edad y con 14 empezó con su padre, casi al mismo tiempo de la apertura. Pese a ello, su progenitor no dejó de vender en su singular Mobilette. “Mi padre venía de Sanlúcar a Jerez en el tren del carbón con otros vendedores con el pescado y las bicicletas. Después compró la motito, pero cuando se prohibió la venta ambulante, tuvo que hacerse con este local”, relata Sallago hijo, que sigue trayendo el pescado desde Sanlúcar cada día.
Cuando aún el sol está oculto, Antonio va a la lonja sanluqueña. El 90 por ciento de lo que vende en la tienda viene de esa costa. Ahora le ayuda su hijo pequeño, “le gusta mucho y está aprendiendo muy deprisa, tanto que ya me echa la pata”.
"El pescado está muy caro, ha subido un 150%"
“Mi padre siempre vendía lo mejor y sigue siendo así”, explica el pescadero. Lo que más sale es la acedía, la gamba y el langostino marca Sanlúcar que, por cierto, “está muy caro porque en verano hay mucha demanda por el turismo”. También tiene pescado de corte con buena ventas como el gallo de San Pedro, los calamares, los chocos…
Los Sallago forma parte singular de los atractivos de la Pescadería Vieja, algo excepcional en ese entorno. Por eso llama la atención de los muchos turistas que eligen este rincón del Jerez antiguo atraídos por su encanto y oferta. “Los guiris vienen cada dos por tres y les encanta sacar fotos. Han puesto esto muy bonito. Entran en la pescadería y hacen fotos a todo, pero no compran. Ese es el problema. Hay que entender que si están en un hotel no pueden cocinar”, razona Antonio.
“Antiguamente esta calle era mucho mas transitada por la gente que iba a los colegios, a la antigua comisaría, al ambulatorio… me acuerdo que paraba aquí el autobús en la plaza del Arenal. Se vendía un montón más. Se vendía un 80% más que ahora”, recuerda Sallago, que tras tantos años en el oficio se plantea retirarse: “La cosa ahora mismo está muy mala, muy mala, muy mala. Además ya estoy cansado. Eso sí, aunque mi hijo siguiera aquí, yo vendría también, pero yo ya a retirarme” y dedicarse a sus pollos, gallinas… en su finquita sanluqueña en medio del campo en la zona de Bonanza.
"Ya estoy cansado y pienso en retirarme, aunque siga ayudando a mi hijo"
En las ventas también influye notablemente el precio. Ahora el pescado “está súpercaro porque hay mucha demanda. Se ha puesto un 150% más caro”, afirma el pescadero, que haciendo una cuenta rápida nos demuestra lo que se pagaba antes en la lonja y lo que ahora está desembolsando cada vez que la pisa.
La tercera generación, que ya está en el negocio, es Jesús Sallago. Este joven tiene claro que quiere seguir la estela de su abuelo y de su padre, “ganas tengo lo que pasa que hay muchos gastos”. El oficio le gusta, “se me da bien, le pongo ganas y también de aprender, no se me da mal”, explica Jesús, cuya mirada y actitud delata madurez en el oficio. Sólo una pega, pero que seguro que se la resuelve su padre hasta que cuaje: “Me falta saber comprar bien en la lonja, como en la subasta, que me gusta mucho”.
Esta es la historia de un negocio muy conocido en Jerez, llevado por sanluqueños de pura cepa. El abuelo supo situar la marca ‘Sallago’ en símil de calidad con mucho trabajo y desvelos, además de grandes dosis de simpatía y ‘gracia’. Este concepto lo aprendió bien su hijo Antonio y que este transmite ahora a su vástago, la tercera generación.
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