El Recreo de las Cadenas alberga a día de hoy a la Fundación de la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, una institución que, entre otros objetivos, salvaguarda la ganadería caballar de nuestra región y difunde las artes derivadas de la misma. Ya vimos la importancia de la cría de caballos en nuestra ciudad en “El caballo cartujano de Jerez en la cultura andaluza”, pero tampoco debemos olvidar lo sustancial que es este Palacio para nuestra ciudad debido a que nos une, por su diseño, con el estilo arquitectónico francés del s. XIX.
El edificio fue construido entre 1861 y 1866 por Julián María Pemartín Laborde aunque elementos como las cercas o ciertos servicios no fueron terminados hasta principios de 1868. El Palacio se ubicó en un solar denominado Huerta de las Almencillas, de 11.537 metros cuadrados, en el que existía una antigua fábrica de curtidos.
La familia Laborde procedía de Santa Coloma, cerca de Olorón-Sainte-Marie (Francia) y emparentaron con los Pemartín, que también tenían su origen en Francia. La familia Laborde hizo fortuna en México, con la extracción de metales preciosos, mientras que la familia Pemartín destacó por los negocios vinícolas en nuestra ciudad. Los padres de Julián María vivían en los números 3 y 5 de la Calle Porvera. La Desamortización de Mendizábal permitió a su padre comprar el solar en el que, posteriormente, sería construido el Palacio. Julián María estaba en Londres cuando falleció su padre y por esto tuvo que regresar a Jerez para hacerse cargo de los negocios familiares. De entre otros, formó parte de la primera directiva de la Sociedad Anónima del Ferrocarril entre Jerez, El Puerto de Santa María y Cádiz, e incluso llegó a ser presidente de la misma, así como uno de los cuatro mayores accionistas. También ingresó en el negocio de la Banca, creando oficinas en la calle Porvera número 5. Julián María Permantín, además de ver incrementada su riqueza por el aumento del precio del vino debido a la escasez del mismo en este período, y a su gran demanda, decidió comenzar a exportar sus productos a Estados Unidos, concretamente a Nueva York.
El palacio, construido como residencia para la familia Laborde, muestra formas eclécticas, con combinaciones renacentistas y un neoclacismo barroco. Guarda un gran parecido con la residencia familiar de los Pemartín en Francia y es posible que su traza fuera obra del arquitecto francés Jean Louis Charles Garnier, autor, entre otros, del Casino de Montecarlo, del Teatro Margny de París o del observatorio de Mont- Gros (Niza), que hizo con la colaboración de Gustave Eiffel. Otros autores, en cambio, consideran que la obra fue diseñada por Samuel Revel.
Los forjados del palacio se realizaron con estructura metálica, con grandes viguetas rellenas de mampuestos y con el objetivo de salvar amplias luces, siendo calculado y construido de forma precisa pues, después de un siglo y medio, no se observaron fisuras en ninguna de sus tres plantas. La techumbre, recubierta con placas metálicas en forma de tejas de pizarra, fue realizada con vigas de madera. Su fachada principal, de piedra y ladrillo, destaca por su pórtico que, adornado por ocho columnas y por la escalera, embellece la fachada y soporta la terraza de la habitación principal. También es de señalar que la decoración, con máscaras coronadas por volutas, aparecen distribuidas en frontones, ménsulas y pilastras. Son características las palmetas neogriegas que decoran la parte superior de los óculos de la techumbre y corona esa fachada un reloj. De la fachada sobresalen dos torres octogonales que culminan con un recubrimiento de piezas de pizarra.
En su interior, destaca en la planta baja un comedor y tres salones. Se accedía al primer piso por una escalera de mármol con balaustrada de bronce y pasamanos de madera. Esa planta estaba integrada por salones y dormitorios. En la siguiente planta, a la que se accedía por una escalera de mármol, había habitaciones para el servicio y un desahogo. En el sótano estaban las cocinas, las despensas y los trasteros. Su lujoso decorado interior, que recuerdan a los salones realizados por Luis XV, así como sus hermosas vidrieras, chimeneas y bronces, guardan la esencia de las antiguas casas o palacios señoriales. Las paredes, de gran altura, están decoradas con dinteles sobre los que descansan pequeñas esculturas de ángeles y algunas puertas estaban rematadas con tapices. En su origen, el edificio, era de planta simétrica, pero, posteriormente, se le añadió a un lateral una pequeña capilla.
Por otro lado, Altamirano Macarrón considera que la construcción de una segunda entrada al Palacio pudo deberse a que los principales bodegueros de la ciudad querían hacer una red urbana de transporte ferroviario para el vino, como vimos en el artículo de “La Maquinilla, el tren urbano de Jerez”. Paradójicamente, estas vías, pasaban frente al edificio y ello llevaría a Pemartín a hacer una segunda entrada al Palacio. Esta nueva puerta sería la actual entrada, que es la que da a la Avenida del Duque de Abrantes. De esta forma, la que era la parte posterior del edificio sería ahora la fachada principal. En este lugar, Julian Permatin solicitó al Ayuntamiento colocar los característicos cantones con cadenas, que vemos en la entrada del Palacio, para evitar que los bujes de las ruedas de los carruajes afectaran a su fachada. Finalmente, el interés de Julián María Pemartín le hizo idear un gran jardín en donde especies vegetales autóctonas convivirían con exóticas plantas.
La economía familiar se resintió con la crisis de 1866, producida por la escasez de cereales, y el alza de los precios que terminaría con el exilio de la reina Isabel II y el comienzo del Sexenio democrático. Esta situación llevó a la familia a disolver las sociedades que tenían en común y Julián se quedó solo al frente de las bodegas. La crisis empeoró aún más y terminaría en bancarrota. A partir de 1870, tuvo que dejar sus negocios en manos de una Junta de Acreedores.
Durante el período entre 1870 a 1874, la economía jerezana floreció debido a la política librecambista nacida tras la revolución de 1868 y gracias a la plaga de filoxera que venía afectando desde 1862 a los viñedos franceses, como vimos en la “Edad de Oro del Jerez”. Francia se vio en la necesidad de importar vinos españoles para cubrir su demanda interna y esto permitió un importante repunte de la economía. Aun así, las deudas contraídas por Pemartín fueron tales que terminaría en quiebra y su activo pasaría, en 1879, a manos de la sociedad Sandeman, Buck y Cía. Pemartín trasladaría su domicilio a la calle Larga de El Puerto de Santa María y durante años recibiría un royalty, por parte de Sandeman, por utilizar su nombre al comercializar sus vinos.
El nuevo propietario del palacio pasaría a ser Walter J. Buck Ckemp, que hizo del mismo su vivienda particular desde el año 1879. En el mismo realizarían numerosas fiestas sociales, con asistencia de la nobleza y de los intelectuales de la época, y, dado que Buck era muy aficionado a la caza, el Palacio se convirtió en un centro de reunión para la partida de numerosas expediciones naturalistas, de caza y cinegéticas al Coto de Doñana. Por otro lado, tanto él como su hijo ampliaron el negocio bodeguero alrededor del Palacio. Posiblemente, una de sus mayores aportaciones, fue una serie de publicaciones naturalistas, hoy en día clásicas, sobre Doñana y la naturaleza española.
En el año 1928, Francisco de Borja Zuleta Reales Queipo de Llano entró en contacto con la familia Sandeman para comprar el palacio y la compra se realizó por unas 250.000 pesetas de la época, aunque de la transacción se excluyeron las obras de arte ya que estas fueron trasladadas a las bodegas Sandeman. Casado con Carmen de Carvajal y del Alcázar, Duquesa de Abrantes, la propiedad quedaría en manos de la familia y repartida, posteriormente, entre los diferentes hijos del matrimonio. La calle aledaña, en 1966, sería cambiada de nombre por unanimidad en el Ayuntamiento por “Avenida Duque de Abrantes”, en recuerdo de Francisco de Borja Zuleta Reales Queipo de Llano.
Finalmente, en el año 1976, el Ministerio de Información y Turismo decide adquirir el Palacio para ubicar la nueva Escuela Andaluza de Equitación, registrando la propiedad como “Recreo de las Cadenas”. La propiedad, que había estado repartida entre muchos miembros de la familia, necesitaba una profunda restauración debido a que buena parte de la misma- y sobre todo los detalles del interior- estaban en muy mal estado. La restauración del Palacio comenzó en el año 1986 pero, para poder acoger en la misma las funciones que a día de hoy realiza la Real Escuela fue necesario llevar a cabo una reforma y una restructuración del espacio de todo el complejo y es por ello por lo que este es el momento en el que se conforma el Recreo de las Cadenas que conocemos a día de hoy.
Bibliografía
Altamirano Macarrón, Juan Carlos. Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre. ECUESTRES. 2007.
Queiro Filgueira, Ramón. El Recreo de las Cadenas. Crónica de una Intervención 1984-2007. Consejería de Turismo Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía. 2008.