Llevan gran parte de su vida empujando un carro por las calles de la ciudad cada Semana Santa. Otros despachan detrás de la barra de una hamburguesería provisional para calmar el hambre de quienes no pueden permitirse sentarse en una terraza a tomar algo. A la crisis generalizada, los vendedores de los carritos suman los altos tributos que tienen que satisfacer al Ayuntamiento para poder ganarse algo esta semana. La situación es límite, sobre todo si se tiene en cuenta el incremento de la tasa por la licencia que les permite vender. Además de este pago, los comerciantes deben afrontar el correspondiente seguro.
La Voz del Sur ha acompañado durante una tarde a algunos de estos trabajadores que intentan ganarse la vida día a día, de Domingo de Ramos a Viernes Santo, para sacar adelante a sus familias. Algunos llevan más de 20 años; otros, llevan menos pero empiezan a notar cómo les cuesta más dinero tirar del carro que sobrevivir con lo que ganan.
Comenzamos nuestro recorrido a primera hora de la tarde por el Mamelón. Una zona, sin duda, de las mejores para despachar aunque al ser tan grande, existe mucha competencia entre los propios trabajadores. Manuel lleva más de 10 años llenando su carro de productos para intentar salir hacia delante y poder llevar un plato de comida a su familia: “La situación nuestra va cada año peor. Nos han subido cinco euros más la tasa, ahora pagamos 152 euros más el seguro correspondiente. Son cerca de 200 euros los que hay que abonar para poder tirar hacia delante esta semana. Tengo que vender 200 paquetes de chucherías y a partir de ahí poder ganarme algo de sueldo”.
Llenar de productos cada carro sale a una media de 600 o 1.000 euros dependiendo de su capacidad. Levantarse cada día y acondicionar el carrito es un trabajo duro al que hay que dedicarle cariño y esfuerzo antes de salir por las calles de la ciudad: “Está haciendo buen tiempo pero no vemos beneficios. Desgraciadamente cada vez somos más personas las que nos dedicamos a esto debido a la crisis y es más difícil vender. No veo lógico que nos suban el precio de la tasa con la que está cayendo y el Ayuntamiento nos pida más dinero. En vez de trabajar por nuestra supervivencia parece que trabajemos para el Consistorio”.
Seguimos paseando por la ciudad y unos metros más hacia adelante, observamos cómo Juan Antonio acondiciona su lugar de trabajo durante los últimos 8 años de su vida. Garrapiñadas, agua, manzanas de caramelo o trompetas de juguete, son algunos de sus productos estrella aunque desafortunadamente siguen colocados en su carro desde el Domingo de Ramos: “Tengo las cosas colocadas desde el primer día y cuesta venderlas. Tal y como está la situación, creo que debería ser más económico el precio para todos. Ya no es solo que nosotros lo tengamos complicado sino cualquier ciudadano que tenga algo de dinero en su bolsillo se piensa si salir o no. El Ayuntamiento debería de mirar por esas circunstancias. Solo hubo un año que paralizaron la tasa pero fue porque Jerez se encontraba en plena campaña electoral. En mayo vendrán las elecciones pero este año no tienen ningún interés particular en hacerlo”.
Para Juan Antonio la competencia es sana entre sus compañeros, y cada uno de ellos respeta el lugar de trabajo aunque a veces hay excepciones: “Este es un trabajo duro que me permite sobrevivir junto a mi familia. Es un empleo ocasional y todos los que nos dedicamos a esto somos conscientes. A veces se dan casos especiales pero principalmente es la gente nueva que aún no sabe cómo funciona esto”.
La calle Larga es uno de los lugares más emblemáticos de Jerez. Allí está Juan, uno de los vendedores ambulantes más veteranos. 27 años tirando del carro se acumulan sobre sus espaldas. "mis piernas ya muchos años arrastrando este carro", señala. “Empiezo la jornada a partir de las tres y media de la tarde y finalizo a la una de la madrugada. Siempre estoy aquí a no ser que venga algún guardia y nos moleste. Todos estos productos que estás viendo llevan colocados desde la primera hora del domingo. Mi carro está totalmente limpio y ordenado, miro por los clientes pero la alcaldesa y el Ayuntamiento no lo hacen. La alcaldesa tiene su sueldo fijo pero a nosotros nos cobra 200 euros (tasas y seguro). Luego tenemos que lidiar con los guardias para que no nos molesten y podamos hacer nuestro trabajo de la manera más digna. Me gustaría preguntarle a la señora alcaldesa si ve justo que tengamos que pagar 200 euros por 4 o 5 días de trabajo”.
La desesperación de Juan ha llegado a tal punto que ha tenido que pedirle dinero a su familia para poder preparar su carro este año. “Mi familia me ha dejado 600 euros para que pueda equiparme con productos. La imagen de mi puesto es muy digna pero tengo que pagar 30 euros diarios y si saco algo extra es para poder comer. Creo que a la alcaldesa debería de darle pena esto que está haciendo con nosotros. Yo soy partidario de que entre todos tenemos que colaborar pero a este paso nos meterá en la ruina u ocurrirá alguna desgracia. Los jerezanos somos los que más impuestos pagamos".
La subida de las tasas no solo afecta a los vendedores con sus carritos, el aumento ha pasado factura también a los puestos de hamburguesas o perritos calientes con un incremento mucho más alto. Algunos de los trabajadores de estos puestos han trabajado para el Ayuntamiento pero fueron víctimas del ERE que promovió el gobierno local en 2012 y ahora tienen que salir hacia delante, por ejemplo, trabajando detrás de una barra.
Más de 1.400 euros deben abonar los trabajadores de estos puestos por instalar su negocio en los días de Semana Santa. El personal de estos puestos, junto al de otros puestos ambulantes, no ha querido hacer públicas sus declaraciones por miedo a perder la licencia y pasar una Semana Santa en blanco.
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