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Las veletas de edificios civiles y religiosos de la ciudad cuentan historias que se relacionan con el lugar donde están situadas. En Jerez, el catálogo de estas piezas es extenso y alcanza una especial antigüedad en las iglesias más longevas de la ciudad.
En Santiago vemos al santo en la misma flecha que señala la dirección del viento, en San Juan de los Caballeros es una cigüeña, mientras que en otros campanarios y espadañas se rematan con cruces y otros elementos de simbolismo cristiano o evocadores como el vino, el caballo…
Nos detenemos en el caso de San Miguel, cuya magnífica veleta se puede ver como nunca gracias a las nuevas tecnologías de imagen en alta definición y usando como soporte el dron. Esto hace posible que, como dicen los expertos, esos detalles que quedan tan lejos de la vista y que parecen secundarios, dejen de estar solamente a los “ojos de Dios”.
La veleta de este templo de primer orden artístico e histórico es un trabajo especialmente importante de forja y filigranas. Tiene como elemento singular al Cordero Divino (título para Jesús que aparece en el Evangelio de Juan) situado en el extremo contrario a la flecha. Se remata con una cruz de forja y un texto que dice ‘Gloria a Dios. Año 1895’. Solo le falta la letra G que con el paso del tiempo se ha debido desprender. También aparecen ángeles.
Como soporte a la base en la punta del chapitel de la torre del campanario, figura la bola del mundo junto a la que se han colocado hasta tres pararrayos. En esta filmación se puede apreciar con detalle las cubiertas de San Miguel y de la torre, que levantó el siglo XVII Diego Moreno Meléndez, arquitecto jerezano. Una magnífica torre-fachada de estilo del barroco sevillano.
Se eleva desde la base formando tres cuerpos más, el último de planta octogonal y rematado por un vistoso chapitel revestido por azulejos azules y blancos formado dibujos geométricos y con profusión decorativa en columnas y pilastras. Esta torre de San Miguel forma parte del Sky line de la ciudad si se disfruta de la visión de Jerez cuando se supera la cuesta de Matajaca, según se viene de El Puerto, al estar en una zona de una cota elevada.