Es el pollo más famoso de Jerez y se podría decir que de la provincia. Oficialmente lleva cacareando 54 años, pero se sabe que en el lugar que ocupa el negocio que regenta Rafael Valenzuela, de 67 años, ya se servían comidas, al menos, desde principios del siglo XX. “Seguramente esta sea una de las ventas de carretera en activo más antiguas de Andalucía”, comenta el veterano hostelero, más de media vida tras el mostrador de El Pollo, el antiguo apodo familiar con el que su padre quiso bautizar a esta famosa venta en 1964, en sus inicios, en los suelos que hoy ocupa el Polígono Industrial de El Portal, al calor de las aperturas de Mercajerez, Navinco, Cartonajes o la azucarera.
A diferencia de hoy, en los que El Pollo es conocido sobre todo por sus desayunos XXL —como figura escrito en una de sus paredes—, en aquellos tiempos eran las comidas, servidas a los trabajadores del incipiente polígono, sobre todo los de la azucarera, las que tenían más salida y fama. Rafael tenía 14 años cuando empezó a echar una mano en el negocio, compaginando sus estudios en el colegio de La Salle. De esa primera época guarda muy buenos recuerdos, y destaca las juergas flamencas que en muchas ocasiones se armaban entre esas cuatro paredes. “En El Portal había una venta, a la que llamaban Flamenca, en la que empezaron Tío Borrico, Miguel de los Reyes, Morao o Parrilla. También Agujetas el viejo, que tenía además allí la fragua. Paraba en la venta sobre las dos de la tarde y a las tres ya estaba cantando. Había veces que le daban la una de la mañana”.
Rafael creció y le tocó hacer la mili. Coincidió entonces con la ampliación del polígono y la expropiación de los terrenos de la venta, ya que su ubicación estorbaba a la hora de crear una de las nuevas calles del complejo industrial. Es el año 1974 cuando El Pollo se traslada a la barriada rural jerezana en el local que, como ya está dicho, había ocupado otra centenaria venta. “Puede que aquí se sirvan comidas de manera ininterrumpida desde hace 150 años. Cuando llegamos, los más viejos de El Portal ya sabían de su existencia desde niños”. Fue en 1985 cuando el actual propietario se hizo con las riendas del negocio. Desde entonces ha vivido de todo, pero de lo que más se acuerda es de las dos grandes riadas, la del 96 y la de 2009, cuando se desbordó el Guadalete y llegó el agua hasta su negocio: “Tuvimos que poner ladrillos en la puerta para que el agua no se colara dentro”.
El Pollo se ha caracterizado siempre por ofrecer una comida “casera y de calidad a precios asequibles”, explica Rafael, que aunque reconoce que en los últimos años se les conoce más por sus desayunos, con rebanadas gigantescas y cafés en vasos de tubo, no olvida sus especialidades, como el pescaíto frito, el menudo, la paella o el arroz con pollo que preparan en cocina su hermana y su esposa, lo que les ha servido para ganarse una clientela incluso de fuera de las fronteras gaditanas, sobre todo en verano. “Tenemos muchos clientes de Sevilla que veranean en El Puerto, Rota o Chipiona y al venir por la autopista, salen por la salida de La Cartuja y paran por aquí a desayunar o a comer antes de seguir camino. Les vuelve locos nuestra berza”.
Rafael es también un gran cofrade. Hermano de El Cristo desde hace medio siglo —formó parte de la primera cuadrilla de costaleros de la Virgen del Valle— y de las hermandades de Santa Marta —por la vinculación de ésta con la hostelería— y de La Misión, de Picadueñas —“por el Señor, que es precioso”—, esto le ha hecho montar un pequeño santuario cofrade en el comedor ubicado en la parte trasera de su negocio, donde destacan una fiel reproducción de la Catedral y cientos de fotografías de imágenes de la Semana Santa de Jerez y algunas otras de las de Sevilla.
Pocos cambios ha habido en la venta hasta el pasado año, cuando desaparecían las fotos —“aproximadamente unas mil, las tenemos guardadas”— que colgaban de las paredes. En su lugar, ahora figuran frases motivadoras, refranes y proverbios. También ha cambiado el color de la pintura, del naranja al beige, y se han colocado azulejos en tonos marrones. “Hace un año nos actualizamos un poquito, porque nunca se había reformado la venta”, explica Rafael que, a sus 67 años, ve pronta su jubilación. “La crisis me afectó bastante, hasta el punto de que me ha tenido bastante más tiempo trabajando. Pero el año que viene, fijo que me jubilo”, señala. De todas formas, el negocio está en buenas manos: las de su hijo, que regenta la otra venta El Pollo en el polígono industrial, y las de su sobrino, que lo acompaña actualmente en la de la barriada de El Portal.