Un brick de leche abierto, sillas de playa y un sofá. “Las noches son lo peor”, suspiran varios trabajadores bajo una carpa con algún que otro agujero. Hace un frío invernal que combaten con una estufa y una manta. Francisco Javier, de 36 años, Francisco, de 34 y Antonio, de 20, permanecen sentados, con la cabeza gacha, en el pequeño campamento habilitado a unos metros de la entrada de la panificadora Butrón, inmensa nave que solían transitar a diario.
La huelga indefinida continúa en el Polígono de Pelagatos de Chiclana. El 11 de noviembre, fecha en la que se inició, queda ya muy lejos en el calendario. 23 trabajadores, al principio todos juntos y ahora por turnos, llevan dos meses y doce días acampados, esquivando goteras y procurando que el fuerte viento no se lleve la carpa. Luchan por sus derechos en el asfalto, con un olor a pan que envuelve sus fosas nasales.
“Reacciona, movilizate”, versa una pancarta de CGT. Y eso es lo que hicieron cuando la empresa familiar despidió a dos personas de la plantilla y se “cerró en banda” a mejorar las condiciones laborales. “De momento no ha habido respuesta. Se hizo un pleno con el alcalde, dijo que iba a mediar pero ni se le ha visto, no quiere hacer nada. Estamos esperando a ver si quiere sentarse a negociar”, comenta Aitor, chiclanero de 25 años que llevaba un año y un mes como envasador de picos.
"El alcalde dijo que iba a mediar pero ni se le ha visto"
Vive con sus padres, pero, aunque tienen una paga, la mayoría del dinero que entra en su casa proviene de su sueldo. “No llegamos con 838 euros, no se pasa el mes”, añade. El alquiler, la luz, el agua el coche, la comida…. Algunos tienen hijos y los gastos se incrementan. “Está subiendo todo, ¿cómo van a comprar pañales si tienen que estar comiendo en casa de sus padres porque no pueden mantenerse?”, lamenta Aitor.
Él se sumó a la reivindicación porque “lo que han hecho con los compañeros es muy injusto, los han echado por estar en un sindicato, por fumar no ha sido porque ahí fumamos todos”. Con indignación, el joven muestra en un vídeo de su móvil a lo que se enfrentaban cada día. “Comíamos en un patio muy pequeño, sentados en las cestas donde se echan los picos”, dice.
Se mantienen firmes, unidos, para poder cambiar la situación y piden “que entren nuestros compañeros” y que se cumplan las vacaciones, las pagas, los días libre y las horas extra. Pero los días en el polígono no están siendo fáciles. Según cuentan a lavozdelsur.es, “el dueño se ríe de nosotros y nos insulta cuando pasa por aquí y algunos compañeros también, otros vienen con coches y motos a amedrentar”.
Al mismo tiempo que lidian con ciertas situaciones indeseadas, a sus espaldas, la plantilla sigue elaborando barras de pan 24 horas ininterrumpidas. La panificadora no ha paralizado su actividad, aunque explicó en un comunicado que se había visto obligada a reducir la producción e incrementar costes. "Está poniendo a la empresa en una situación difícil de forma injusta e injustificada", expresó.
Los trabajadores aseguran que el negocio “está haciendo cosas que no debería, por ejemplo, tienen a los transportistas haciendo nuestro trabajo o hay gente que está echando horas de más”. Además, señalan que en estos meses han comprado maquinaria nueva.
Antonio agarra la manta que tapa sus piernas. Francisco explica que no han cesado las reuniones de CGT y que siguen contando con el apoyo de colectivos o partidos políticos. Nombra al Sindicato de Estudiantes, a Podemos, a Adelante Andalucía o a “personas que han venido a traernos comida de forma anónima”.
El tiempo pasa y cada vez ven más lejana la posibilidad de un acuerdo. “No tenemos mucha esperanza, este hombre hace lo que le da la gana y la justicia no hace nada”, sostiene Aitor, que se lleva un colchón hinchable cuando le toca el turno de noche. Pero de allí no les moverán hasta que la panificadora acepte sentarse a negociar.
“Esperemos que reflexione. A nadie le gusta, pero si no, aquí vamos a seguir”, comentan. Horas muertas, ratos de silencio y, de vez en cuando, alguna anécdota para que todo pase rápido.
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