Entre Algar y San José del Valle se alza el complejo que albergó hace 50 años a los trabajadores que construyeron la presa. Ahora su futuro pasa por la explotación turística para volver a darle vida.
Día nublado y entre semana. Estos dos factores favorecen conducir con comodidad por la estrecha y vieja carretera que une San José del Valle con los Montes de Propios ante la poca presencia de vehículos. Tan solo un par de camiones, procedentes de las canteras del entorno, hacen al conductor agarrar fuerte el volante y mantener una distancia prudencial con ellos. En el coche viajan dos periodistas y el alcalde vallense, Antonio González Carretero, un socialista de ideas firmes y claras que presume de su pueblo. “Muchas ciudades quisieran para sí el término municipal que tenemos nosotros”, comenta mientras señala a izquierda y derecha para mencionar los terrenos que ocupa la conocida ganadería Fuente Ymbro, o aquella ruinosa torre de la época árabe, o ese impresionante cortijo a orillas del no menos majestuoso pantano de Guadalcacín…
Pasamos el manantial de Tempul. De camino vamos serpenteando entre Jerez y El Valle, porque aunque esta última localidad hace años que se independizara de Jerez, hasta aquí todavía se extiende el término municipal jerezano, uno de los más amplios de España. Y entonces, tras 25 kilómetros, llegamos al cruce que nos ha de llevar al poblado de los Hurones, nuestro punto de destino. Todavía serán unos pocos kilómetros de camino, cruzando un precioso bosque de alcornoques. “En unos días empieza la berrea del ciervo. Estar aquí de noche es algo espectacular”, nos recomienda Antonio. De pronto, se presenta ante nosotros el poblado, al que accedemos cruzando el puente sobre el río Majaceite, inundado en este tramo de vegetación y que divide de nuevo el término municipal de Jerez con el de San José del Valle, al que pertenece este enclave: un vestigio del pasado cuyo futuro pasa por su explotación como destino turístico.Pero primero hay que echar la vista atrás más de medio siglo. En los años 50 se diseña la construcción de la presa de los Hurones, por lo que se plantea la edificación de un asentamiento para que acoja al numeroso personal necesario para tal monumental obra, teniendo en cuenta además la lejanía de los pueblos cercanos y las dificultades de acceso a la zona. Los trabajos de construcción de la presa se prolongaron hasta comienzos de los años 70, si bien el poblado se terminó de edificar prácticamente 10 años antes. En sus años de mayor apogeo, el asentamiento llegó a albergar a cerca de 300 personas, que disfrutaban de prácticamente todas las comodidades de la época: hospital, iglesia, escuela, economato, panadería, cantina, carnicería…
Uno de los que mejor recuerda aquellos años es Cristóbal Moreno, actual jefe general de la presa y que llegó al poblado cuando apenas contaba con seis años. Ya suma 49 viviendo en este remanso de paz y tranquilidad, que apenas despierta de su letargo en los meses de vacaciones y los fines de semana. Junto a él, otras cuatro familias viven aquí de manera más o menos continua, personas que se encargan del mantenimiento de este lugar. Casi se diría que hay más perros que personas actualmente en el poblado. O al menos eso es lo que vemos al llegar.De Cristóbal, que casi podría considerarse alcalde de aquí, conocemos que la denominación del poblado —y del charco— como “de los Hurones” se debe a la antigua presencia de un vendedor ambulante, que comerciaba con estos animales, en donde en un principio se había proyectado edificar la presa, a escasos kilómetros del poblado. “Poca gente sabe eso”, puntualiza. Cristóbal, tras tantos años aquí, no se imagina viviendo en otro sitio, aunque reconoce que cuando se jubile deberá emigrar forzosamente, seguramente a Algar, donde viven habitualmente su mujer e hijos.
El jefe de la presa nos abre a petición nuestra las puertas de la capilla, denominada del Pilar. La respuesta a su nombre la encontramos en la virgen que preside el pequeño altar, la patrona de España. Y es que, nos explica, la empresa encargada de los trabajos de la presa era de Zaragoza, siendo maños muchos de los trabajadores llegados hasta aquí para edificarla. Sorprende ver el perfecto estado de la capilla, así como la torre del campanario. “No hay ni una mancha de humedad”, se sorprende Antonio, el alcalde vallense. Cristóbal explica que entre las tareas habituales en el poblado está el mantenimiento de los tejados de las viviendas. “Como haya una teja rota y se cuele agua, malo. Una gotera es lo peor que hay”, incide.
Desde lo alto de la torre vemos el perfecto cuidado de los jardines, el coqueto paseo que conforman las Melias de Persia, árboles con más de 50 años y que se plantaron a la par que se edificaron las viviendas del poblado. Poco hay aquí que pueda ser pasto de la piqueta en el futuro. Solo la escuela y el antiguo hospital presentan daños estructurales serios, nos explica Cristóbal.Desde 2014, la Junta de Andalucía viene planeando el futuro de este paraje. Primero lanzó un concurso de ideas consistente en la puesta en valor de las instalaciones como uso turístico. El ganador del mismo, el arquitecto jerezano Carlos Rozadillas, planteó en su propuesta cuatro tipos de alojamiento para este complejo. Uno de tipo colectivo, tipo albergue, pensado para grupos organizados y con capacidad para 40 personas; otro de tipo colectivo en chalet, para grupos de entre ocho y doce personas; otro de tipo familiar en casa rural en hilera, con capacidad de entre cuatro y seis; y un último alojamiento, tipo hospedería. Además, planteaba un restaurante y un bar cafetería, así como el uso de la iglesia como salón de actos y el de la escuela como espacio para talleres.
Sin embargo, desde la Junta se señala ahora que el planteamiento de Rozadillas no se llevará cien por cien a la práctica. Se tomará como base, al igual que otras ideas y propuestas que se están recabando desde el sector turístico. Lo que sí es seguro es el presupuesto de 2,5 millones, procedentes de la Iniciativa Territorial Integrada (ITI), que servirán para poner en valor todo el enclave en materia de infraestructuras. Entre otras cosas, se plantean mejorar los viales y las vías de evacuación así como ampliar o construir una nueva depuradora de agua. Todo con tal de que el empresario al que se adjudique el proyecto solo tenga que invertir en el complejo turístico. En este sentido, este medio ha podido saber que la Junta plantea una adjudicación de 30 años a razón de 300.000 euros anuales.
“Si esto sale adelante, esto será una bomba para la sierra de Cádiz”, afirma Antonio González, que espera que antes de 2021, fecha tope que exige Europa para emplear los fondos de la ITI, el proyecto esté ya, si no concluido, sí en marcha. Y es que para su pueblo, con una tasa de paro del 25 por ciento, el nuevo complejo turístico le daría vida. “Hablamos de jardineros, camareros, camareras de piso, empresas auxiliares de pan, de carne…”, razona el alcalde vallense. Cristóbal, que reconoce que cuando allá por 2014 empezó a hablarse del proyecto turístico no las veía todas consigo, ahora sí lo considera fundamental. “No tiene sentido que una administración mantenga esto para nada. Otra cosa es compaginar el uso del embalse con lo lúdico, que la gente venga a disfrutar pero que no interfiera en el trabajo que aquí realizamos”.
De momento, desde la Junta no se ponen plazos. Ahora se está ultimando la redacción del proyecto de las obras de mejoras de las infraestructuras, trabajos que realizará la empresa Tragsa. Y mientras, partidos como Ganemos esperan que el proyecto se base en el ecoturismo, y no en un turismo agresivo. Lo que pocos dudan es que el proyecto revolucionará la Sierra de Cádiz. Bien que lo necesita.