Con sus manos y un palillo, un vecino de El Puerto, hace auténticas virguerías con la plastilina. Mientras corta en trozos diminutos este material, Manuel Díaz Mesa, al que todos conocen como Lolo el Bombero porque su padre lo era, hace una paloma. “Yo soy el tonto de esto”, dice risueño este hombre de 56 años. Con habilidad, va dando forma al pegote hasta convertirlo en un ave.
“Todo el mundo tiene un don. Hay mucha gente que no lo encuentra y se va para el otro barrio sin saberlo. Yo, por suerte, lo encontré”, comenta este vecino criado en la calle Cruces del Barrio Alto. Frente a él, varias figuras de distintas personas reposan en la mesa de la tienda Spain Productos Gourmet que regenta Jose Manuel Estévez en la calle Larga. Entre ellas, Don Adolfo, de Una chirigota con clase, el primer muñeco referente al carnaval que hizo, Manolito Santander ataviado con el tipo de la chirigota Los Peperoni o el mítico Pedro El de los Majaras. También se ha llevado a Nico García Lobatón en miniatura, cuando cantó en la comparsa La Chusma Selecta. “A él lo saqué en Mis Castañitas”, dice refiriéndose a una de las muchas agrupaciones infantiles “muy buenas” que ha llevado al Falla.
Cuando todavía estaba en el colegio, el Cristóbal Colón de El Puerto, Manuel ya empezó a sentir esa pasión por el carnaval, afición de la que ha disfrutado prácticamente toda su vida. Con 9 años, en 1978, entonó su voz por primera vez con la comparsa Los duendes de La Caleta y, desde entonces, nunca se ha despegado de este universo cultural que le llamo la atención desde muy pequeño. Incluso aprendió a tocar la guitarra de forma autodidacta, “robando de vista”. “Empecé escuchando a Los Majaras y a otras comparsas antiguas de aquí”, dice Manuel, mientras Jose Manuel vende una botella de aceite.
A Manuel se le vienen a la mente recuerdos de su extensa trayectoria carnavalera. “El golpe de Estado del 81 nos cogió a mis hermanas y a mí en Cádiz, Ellas cantaban en Las Moras de la Alhambra, la única de mujeres de aquella época y yo en Los Oliver Twist”, dice mostrando una fotografía de aquel día.
El carnaval le corre por las venas a este portuense que se empapó de la música gracias a su padre, “el bombero”. Recuerda que le gustaba el cante y que “bajaba a la plaza y me compraba cintas de flamenco”. Con el tiempo, acabó dirigiendo agrupaciones infantiles como A orillas del Missisipi, La Cantera o Vendedores de Plata. Entre chirigotas e idas y venidas a Cádiz, Manuel fue pescadero en un supermercado y, el resto de su vida laboral, se dedicó a la construcción hasta que se quedó en el paro, su situación actual.
“La última, con Paco Alcántara, la llevé a cuartos de finales hace cuatro años. He salido cantando muchos años, pero en esta fui el que afiné las compasiones”, comenta con una figura de El Selu en la mano. Cada una de sus creaciones presenta todo lujo de detalles. Pero no todas ellas están dedicadas a personalidades carnavaleras. Manuel es conocido porque medio Puerto presume de adornar sus casas y negocios con sus figuras personalizadas. Hasta el Castillo de San Marcos con su cigüeña. Ha convertido en muñecos de plastilina a cirujanos, doctores, pescaderos “con sus cañaíllas” o a fruteros “con sus manzanas”, carniceros “con sus cuchillos y chorizos”.
En su móvil, enseña a lavozdelsur.es fotografías de las “cientos y cientos” de figuras que ha fabricado de forma artesanal en el salón de su casa. No puede traerlas todas y, la mayoría, están en posesión de sus destinatarios. Aparece Merchi, la limpiadora de la Plaza de Abastos; Julio, antiguo camarero de El Cafetín; Chiqui de la Peña El Corribolo; un zapatero; un chico repartidor de mercancía; Juanito El Lorito, un vecino de su barrio y una larga lista de personas de su tierra. Caras conocidas en la rutina de muchos vecinos.
“También le he hecho una a mi madre, a mis hermanas Pepi, Luci y Milagri, y a mi tío Antonio ya fallecido”, comenta con entusiasmo mientras muestra un sinfín de hosteleros, comerciantes y otros artistas, como Juan Carlos Aragón. No podía faltar en su colección David Calleja, concejal de Fiestas del Ayuntamiento de El Puerto, al que le ha puesto distintos bolsos y otros elementos relacionados con la Semana Santa y la Feria.
Ya en 2020, el delegado se acercó a la exposición que Manuel realizó en la sede de la Peña Madridista, en la calle Zarza. Pero, de forma permanente, muchos de sus muñecos de plastilina viven en la estantería del bar El Mosquito, entre botellas de vino. “Aquí hay cada personaje….”, comenta uno de los clientes sentado en la barra. Se divisan desde músicos con sus guitarras, hasta un trabajador de la limpieza.
Manuel rinde pequeños homenajes de plastilina a las personas con las que se cruza en su vida. Algunos por encargo y otros porque le apetece. Crea auténticas obras de arte que se guardan en diversos rincones de la ciudad y sacan una sonrisa a aquellos que se reconocen en ellas. Lo hace desde hace más de una década. “En Navidad, mi niño me pidió que le hiciera un belén, mi hermana miró por internet, probé y lo hice. Esas fueron las primeras que hice. Un amigacho me dijo si era capaz de hacerle a él y lo clavé porque era facilón”, recuerda.
Desde entonces, no ha parado de dar rienda suelta a su imaginación, añadiendo a sus figuras elementos característicos de cada vecino. Suele abrir una fotografía en su móvil y, fijándose meticulosamente, va dando forma a la plastilina. En hacer la cara tarda unas cuatro horas. “Esto no está pagado. La verdad, lo hago por afición. Muchas veces la gente me pide que les haga al padre o la madre y yo sé que están parados y se los doy”, expresa el portuense, que ha notado la subida de precios cuando va a comprar el material. Según explica, “antes me costaba 50 céntimos un cachito así, y ahora vale 1,50. Más la cola que le pongo encima y la goma eva para la base”.
La sencillez de Manuel se palpa en el local. Rodeado de productos gourmet, saluda a su gente y habla de su familia. “Mi Saray y mi Luis son lo más grande y gracias a Dios tengo a mi madre y a mis hermanas”, dice. Solo tiene ojos para ellos y para los demás. A él no se le ha ocurrido hacerse un muñeco. Manuel prefiere poner todo su cariño en esas personas con las que trata en su día a día, y otras que ya no están. Por eso, su próximo proyecto es preparar una exposición sobre los vecinos históricos del Barrio Alto. Manos a la obra.
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