Murió en la invisibilidad de los que tienen hogar, de los que son olvidados por la sociedad. A principios de diciembre del año pasado fallecía El Portu, un portugués que tenía carrera universitaria, hablaba seis idiomas, pero que falleció en El Puerto de Santa María en la calle, la que fue durante muchos años su casa.
Tras su muerte, sus amigos han querido recordarlo colocando un azulejo o lápida en el lugar del cementerio portuense en el que fue enterrado, pero la sorpresa ha sido mayúscula cuando se han dado cuenta de que es algo que está prohibido, según recogen las ordenanzas municipales.
"Que en pleno siglo XXI aún exista una ordenanza que diga que un muerto indigente, enterrado por la beneficencia, no pueda tener una lápida o lo que sea donde ponga su nombre es denigrante", denuncia en redes Daniel Marín.
Este ciudadano portuense conocía a El Portu y está totalmente indignado por el hecho referido. "No solo vivió en la indigencia, sino que después de muerto se le condena al olvido y al ostracismo. Llevaré a pleno el cambio de esa ordenanza. Como dijo Manrique, que solos se quedan los muertos".