José se emociona al hablar de ‘su’ barco. El que con tanto esfuerzo construyó hace más de 50 años, sin tener experiencia previa, cuando se dispuso a darle forma a una embarcación que, con el paso de los años, se convirtió en un símbolo de Arcos, y al que algunos llaman el Vaporcito de la Sierra. El Mississippi vivió su época dorada entre los años 60 y 80 del siglo pasado. El barco surcó las aguas del lago de Arcos durante ese periodo y revolucionó a los vecinos de la localidad, y de las de alrededor, por su parecido con los que surcaban el río americano del mismo nombre y por la posibilidad de disfrutar de un atractivo de este tipo en una localidad de interior. Fue Eduardo León de Manjón, conde de Lebrija, quien tuvo la idea de construir una plataforma flotante junto al Mesón de la Molinera —el restaurante que abrió a mediados de los 60— para que sirviera como complemento al negocio, pero un día se le encendió la bombilla: “¿Se podría hacer un barco?”, le preguntó a José Jurado Cabral, uno de los caldereros —constructor de estructuras metálicas— que trabajaban para él. José no lo dudó ni un instante y rápidamente recogió el guante de su jefe, cuya idea inicial era construir una plataforma con forma de silla, cuenta José. “Una cosa muy fea”. Por eso le propuso emular los barcos de vapor del río Mississippi. Con la ayuda de otras dos personas, en apenas tres meses estaba listo para navegar.
El barco se botó en 1965, al mismo tiempo que el Mesón de la Molinera, un antiguo molino de aceite situado a orillas del lago de Arcos, propiedad del conde de Lebrija en sus inicios, quien vio cumplido su sueño de tener su propio barco, cuyo último viaje lo realizó, a mediados de los 90, para esparcir sus cenizas, lo que da buena muestra de la relación tan especial que le unía a su embarcación. Pero pocos en Arcos sabían que José, nacido en Espera pero vecino de la localidad desde tiempos inmemoriales, dio forma con sus propias manos a este emblema del municipio.
Tarde, pero el reconocimiento le está llegando ahora, a sus 84 años, cuando la federación de asociaciones vecinales de Arcos le ha dedicado un homenaje, que vivió emocionado. No puede evitar que la voz le salga entrecortada cuando habla del Mississippi, actualmente encallado en un tramo del lago, olvidado, abandonado. Un accidente marítimo en Banyoles (Girona) en 1998, cuando fallecieron 20 personas en una barca turística que excedía el número de pasajeros, hizo que se endureciera la normativa para las embarcaciones de recreo en todo el país, a las que exigieron que contara con patrón o que realizara revisiones periódicas fuera del agua, por lo que sus propietarios desistieron de seguir utilizándolo por el coste de la operación.
Hace poco, José fue a ver al Mississippi, a recordar viejos tiempos, que evidentemente fueron mejores. Hundido de proa, inundado y oxidado por el paso de los años y la falta de mantenimiento, resiste en un borde del lago. “Me dio mucha pena”, señala José, cuyo hermano fue uno de los “capitanes” de la embarcación, que este vecino de Espera construyó sin planos, ni conocimientos náuticos. “Para mantener la verticalidad de los pilares me fijaba en unas viviendas que había cerca del mesón”, cuenta José, que ganó dos pesetas más a la hora por el encargo del barco. “Me prometieron un regalo y no me lo dieron”, dice entre risas, al mismo tiempo que lamenta que no tuviera inauguración oficial, aunque sí cuenta que a la apertura del mesón asistió Manuel Fraga, por entonces ministro de Información y Turismo.
Mucho ha llovido desde entonces. De sus gloriosos años siendo uno de los principales atractivos turísticos de la Sierra de Cádiz y deleite de mayores y pequeños, solo quedan los recuerdos de quienes lo vivieron. El presente es poco esperanzador, al menos a corto plazo. El Ayuntamiento de Arcos pretende recuperarlo para la causa, aunque todavía está estudiando la fórmula, ya que aún pertenece a sus propietarios y el coste del desplazamiento y posterior reparación es demasiado elevado para que lo asuma el Consistorio arcense. A su creador, José, le gustaría que se convirtiera en una especie de museo flotante que se pudiera visitar y que sirviera para promocionar los atractivos turísticos de Arcos, “pero me parece que me muero y no lo veo”, añade, asumiendo que es muy difícil que se lleve a cabo su idea. “¿En una rotonda lo van a poner con lo grande que es?”, se pregunta, e insiste: “Mejor que sirva como museo”, porque no confía en que pueda salir del lago sin deteriorarse. “Está podrido, son capaces de destrozarlo”, reseña. De hecho, tiene 60.000 kilos de hormigón como lastre, lo que complicaría la operación.
El Mississippi, mientras tanto, ve pasar los días, encallado, y pudriéndose poco a poco, guardando en la memoria sus años mozos, cuando era el absoluto protagonista del lago de Arcos, y también de algunas películas que se rodaron en la zona, como Juicio de faldas, un filme español estrenado en 1969 y en el que trabajaron actores como Manolo Escobar, Concha Velasco, Gracita Morales o Antonio Ozores. Nada menos que 3,5 millones de espectadores pudieron contemplar al Mississippi en una cinta que fue un éxito en los cines de la época. Está por ver si la película del barco llega a tener su propio remake.
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