Suena el despertador. Son las 6 de la mañana y los trabajadores de Alestis se disponen a protestar en su segundo día de huelga indefinida, a la que no tienen más remedio que enfrentarse. Les queda por delante una dura jornada de movilización motivada por la esperanza de salvar los 233 puestos de trabajo que están en juego en las plantas de El Puerto y Puerto Real de la empresa aeronáutica.
A las puertas de la fábrica puertorrealeña, los empleados murmuran. Sus miradas revelan la preocupación que les remueve por dentro. Agrupados contemplan cómo sus compañeros van llegando al punto de encuentro cabizbajos. La desolación se respira en una mañana gélida en la que, una vez más, los afectados por el ERE que Alestis anunció aquel fatídico 25 de agosto, no piensan quedarse callados.
“Ahora mismo me da miedo hasta de pensarlo, te ves desamparado y como está la cosa es muy complicado volver a encontrar trabajo, y menos en este sector”, dice Manu, de 38 años, que saca adelante a sus dos hijos pequeños como puede, “mi mujer lleva en paro desde el comienzo de la crisis de 2008, o sea que, mi sueldo es el único que entra en casa”. Él es uno de los trabajadores que pronto perderá su puesto si las negociaciones no dan sus frutos.
El gaditano, que vive en San Fernando, afronta una situación dolorosa que acapara los pensamientos de su cabeza cada día. “Me he despertado esta noche cuatro veces, nunca está uno tranquilo porque no sabes lo que te depara el día siguiente”, confiesa Manu, que, aunque siempre está de buen humor, “esto no me deja estarlo, no estoy a gusto”.
De pronto, el crujido de las ramas capta la atención de los presentes, un grupo de manifestantes se abre paso entre la multitud portando a cuestas un árbol cuyas hojas arrastran por el asfalto provocando un ruido estremecedor. Ha llegado el momento. Las llamas de una hoguera situada en mitad de la carretera de acceso a la planta relucen en el cielo negro. “Esto es un paripé, cara o cruz”, se escucha entre los empleados, “para mí esto ya está ejecutado y sentenciado y todo esto es una pantomima”, dice uno de ellos.
Cada vez ven más lejos un acuerdo justo, pero no se cansarán de alzar la voz por la supervivencia de familias como la de Santi, de 39 años que jamás se había visto en una situación similar. “Mi casa, mi mujer, una hipoteca enorme, dos niños… si me voy de aquí a ver qué hacemos, en la Bahía no hay nada”, expresa el gaditano, que también es el único que lleva el pan a su casa. “Aquí, como siempre, el sur para los pobres y el norte para los ricos”, lamenta mientras cuatro de sus compañeros tiran de neumáticos hacia el otro lado de la carretera.
El calvario que sufren los trabajadores se palpa en el ambiente, muchos de ellos ya vivieron las secuelas de Delphi y ahora, plantan cara a “lo mismo, todo es igual, los parámetros son los mismos, empresarios que compran las empresas más baratas para llevarse meramente el producto y luego dar el cerrojazo”. Para Pepe, es la tercera vez que lucha por mantener su trabajo después de Astilleros y Delphi. A sus 56 años el padre de dos hijos lleva en la plantilla desde 2009, “tengo un stent en el corazón y en Cádiz no hay nada, tendría que salir fuera”, sostiene “con la moral baja y esperando que haya un milagro”.
La concentración pacífica reúne a una plantilla indignada que se prepara para mañana, cuando tendrá lugar la última mesa de negociación que determinará su futuro. Parece que Alestis “se ha cerrado en banda y sí o sí tienen que ser despidos”, se queja Regina que asegura que hay otras opciones. La empleada vive en Nueva Jarilla con su marido Eduardo, también trabajador de Alestis. El matrimonio, de 49 años insiste en que hay otras posibilidades.
Se refieren a la ampliación de los ERTE que el gobierno central ha aprobado hasta 2021. “Nos vemos en la coyuntura de que igual nos vemos los dos parados y estamos aquí prácticamente desde que la empresa empezó, llevamos aquí toda la vida”, cuentan los que esperan que los despidos sean “la última bala de la empresa”.
Regina, que va a sentir igual “si me echan a mí o si echan a mis compañeros”, da “gracias a Dios que no tenemos niños, no hemos tenido por circunstancias y ahora se agradece no verte así con niños”. La desesperación los lleva a estar cansados de ver que “pasa el tiempo y no hay mejora, está estancado”.
El amanecer a la entrada de la fábrica de Alestis asoma, los mosquitos llegan y acribillan a los convocados, que se dirigen despacio hacia la puerta principal mientras el fuego amaina. Las barricadas finalizan, pero la voz de los afectados todavía resuena. “A ver qué hago yo con 49 años, dónde me van a dar trabajo por mucha experiencia laboral que tenga”, se pregunta Dani, jerezano con dos hijos, uno de ellos estudiante de universidad. Para él, “es la ruina, soy el único que lleva ingresos a casa y mi mujer está en desempleo”, comenta el que apenas duerme por las noches, “sinceramente estoy despierto desde las 3 y media, tengo muchas pesadillas”.
La lucha de los empleados de Alestis no cesará hasta que representantes sindicales y la empresa aeronáutica manifiesten una solución. Ahora queda esperar a mañana, no perder los nervios y aguantar el tirón.
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