Cuando todavía el presidente de Cataluña no ha aclarado al Gobierno de España si declaró o no la independencia y el procés sigue ocupando espacios informativos de todo el país, el pasado de Carles Puigdemont acerca más a esta figura a esta tierra que el propio presente. Su abuelo paterno, Francisco Puigdemont estuvo refugiado en un pueblo de la Sierra de Cádiz, según consta en documentos del Archivo Histórico Provincial de Cádiz y recoge el periodista Tano Ramos.
Puigdemont, el abuelo, llegó a Benaocaz -en manos de los nacionales- en 1938 huyendo de las tropas republicanas desde su Amer (Girona) natal y tras pasar por Francia y ser devuelto a España. De profundas convicciones religiosas huyó hasta el sur para evitar tener que combatir de lado republicano en la conocida Batalla del Ebro. Pero a la Sierra gaditana no llegó sólo. Lo hizo con su cuñado Juan Oliveras, sacerdote y que terminó ejerciendo de párroco de Benaocaz.
El Archivo Histórico Provincial de Cádiz guarda una documentación en la que aparece reflejada la presencia de ambos en el pueblo serrano. Se trata de una carta, fechada el 14 de noviembre de 1938, que el entonces alcalde del pueblo, José María Aragón, remitió al Gobierno Civil con el nombre de las personas refugiadas en la localidad, haciendo caso así a la circular publicada días antes en el Boletín Oficial de la Provincia (BOP) que ordenaba a los alcaldes comunicar la identidad de los refugiados de la zona roja que estuviesen en sus municipios.
Francisco Puigdemont fue destinado tiempo después al penal de Burgos y de ahí volvió a Amer a su pastelería que siguió en manos de su esposa y donde nació Carles Puigdemont. El president sí se que ha referido a su abuelo pero no a éste, sino al materno que también tuvo que exiliarse en Francia en 1939 pero huyendo de los nacionales. Carles, casado con una andaluza, estuvo en varios campos de concentración hasta que dejaron de tener noticias de él en 1943, siendo Noé, cerca de Toulouse, su último paradero conocido.
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