Las imperfecciones de un arroyo hacen estrías en los surcos de un canal ya desecado. Caminos de tierra, casas rurales, vegetación, polvo y pájaros que realizan su sinfonía para dar paso a un tesoro escondido en la frontera del Parque Natural de La Breña. A pesar de la poca señalización y lo escondida que se halla del camino, sólo con preguntar a cualquier oriundo del lugar se puede hallar la ermita.
Un santuario que tiene su origen y nombre en tiempos de Pimeo, obispo de Asidonia que sobre el siglo VII construyó toda una ruta paleocristiana en La Janda. Desde Utrera, Alcalá, pasando por la propia Medina y acabando en Barbate, se erigieron una serie de edificaciones eclesiásticas que no fueron sino “el bautismo en piedra del cristianismo en la zona”. De este forma se expresa Cipriano Pérez, un maestro jubilado que en redes sociales pide a través de una página “salvar” la ermita.Y es que esta “joya”, ubicada en el núcleo rural de San Ambrosio, perteneciente al término municipal de Barbate, lleva varios años sin que se realicen en ella trabajos de conservación. “Está dejada de la mano de Dios”, comenta a este medio el delegado de Cultura, Sergio Román, criticando la falta de movimiento por parte de su legítima propietaria, la diócesis de Cádiz y de quien debe velar por ella, la Junta de Andalucía (Bien de Interés Cultural).
“Lleva muchos años olvidada y aunque se van haciendo pequeñas limpiezas, no es suficiente”, entiende Román que admite que “todavía” no se ha sentado con la Iglesia para tratar el tema. En enero, la Consejería de Cultura procedió a emitir una sanción administrativa de 100.000 euros a la Diócesis por el estado del patrimonio.
El valor religioso también lo destaca Pérez, porque Pimeo dejó en ese lugar reliquias de varios santos y se erigió en honor a San Ambrosio. El que fuera obispo de Milán, modernizó la iglesia en el siglo IV luchando contra la corriente religiosa de los arrianos. Además, consiguió que el poder de la Iglesia estuviera por encima del propio Estado. Esta ermita, según el estudioso, es “el bautismo en piedra del cristianismo”.
Hace unas semanas se celebraba una jornada organizada por una comisión de vecinos, historiadores, arqueólogos, personal de cultura, empresas turísticas y ambientales, entre otros, para dar pasos en común por este enclave histórico. “Queríamos conocer los diferentes usos que pueda tener la ermita”, admite el edil, anunciando que “vamos a poner el valor este punto, con un circuito turístico desde el Palacio de Pilas en Zahara, hasta el Faro de Trafalgar”. Precisamente, coincide con Cipriano Pérez que sostiene que “lo que falta son piedras vivas, es decir, personas que la usen”.
Entre 1999 y 2004, se realizaron dos proyectos de conservación de sendas escuelas taller. Sin embargo, trece años después queda muy poco de aquella actuación, salvo unos pilares de acero que sostienen la ermita, pero que distorsionan la estética interior del edificio. Y unas vallas que están siendo arrancadas por amigos de lo ajeno.
En los últimos años, los saqueos, los destrozos y las pérdidas irreparables están haciendo que esta “joya” paleocristiana quede cada vez más cerca, como concluyen en la zona, “de las piedras muertas, que de las piedras vivas”.