El negocio de Manolo Romero es uno de los esenciales, por eso, el madrileño se ha levantado a las 5 de la mañana el primer día en el que se aplican las nuevas restricciones de la Junta. Como cada día, antes del amanecer, se encarga de sacar adelante la empresa distribuidora de productos congelados Marodi desde su puesto en la lonja de El Puerto.
El propietario lleva más de cuarenta años sirviendo pescados y mariscos a las pescaderías de las plazas de abastos. “Les atendemos en lo que no encuentran en el fresco diario. Hay cosas que, a lo mejor en fresco, o no tienen la calidad que debería, o no entra, entonces se lo llevan congelado”, explica Manolo que empezó con este negocio familiar en los años ochenta, “mi padre tenía otras cosas, colegios en Madrid, y montó un frigorífico aquí, por avatares de la vida al final nos vinimos todos a trabajar”.
Ya son tres generaciones las que pasan por Marodi, que más allá de su venta en la lonja, distribuye los productos a restaurantes, comedores, tiendas de alimentación y a la restauración de toda la provincia. “Es el punto fuerte”, dice el que asegura desde el interior de su puesto que “antiguamente esto sí daba para funcionar”.
Manolo recuerda cuando con trece años acompañaba a su abuelo a la antigua lonja, que hoy se conoce como El Resbaladero, y observaba las "montañas de gambas" que las mujeres de los pescaderos ofrecían en cajas. Lejos queda aquella época que continuó su esplendor al otro lado del muelle antes de asentarse en su ubicación actual.
“Éramos de los primeros en la lonja, entonces había 200 puestos como estos y por la mañana era un pueblo, venían 5.000 personas diarias y el bar que se encontraba en la esquina no cerraba, ahora el pobrecito a las 10:00 ya está cerrado. Era diferente, había más vida”, cuenta el propietario que hoy se topa con un panorama que dista mucho de lo que presenciaba en su juventud.
Según sostiene, “antes había muchos más barcos, ahora no hay apenas, no hay apoyos, no hay ayudas, cierran todos los acuerdos muy apretados”. Y en este año también se enfrenta a las vicisitudes de la pandemia.
“Tuvimos el bache de la crisis del ladrillo, fue fuerte, pero como este no, este nos va a costar trabajo superarlo”, dice con desolación, “las ventas a la hostelería han bajado muchísimo, antes consumían un producto más caro, más selecto y ahora opta por productos más económicos, el sector está muy dañado”. El madrileño que lleva toda su vida en El Puerto nota las consecuencias de la crisis cuando “antes se vendían más calamares y rape, y ahora se está vendiendo más acedías y más cazón”.
Frente a los puestos de congelados se sitúa la nave donde se realiza la subasta del pescado fresco que los barcos descargan. En la primera venta, los pescaderos y otros interesados madrugan para comprar el pescado al mejor precio. Atentos a las cifras que marca una pantalla, observan desde las gradas la mercancía de la cinta central.
Manolo lamenta que el gremio de la pescadería “tiende a desaparecer, es un trabajo muy sacrificado, hay que lucharlo mucho y las nuevas generaciones ya no quieren levantarse a las 4 de la mañana para venir a por el pescado”.
Marodi ha tenido que reinventarse para que “el bajonazo de las ventas no nos repercutiera de tal manera que tuviésemos que cerrar”, con servicio a domicilio y la página web. Además, la subasta de los congelados es online, donde “no es lo mismo mirar el producto in situ que la fotografía que te hacen de lo más bonito”.
Cuando escucha la palabra navidades, suspira. “Hay mucho miedo con la Navidad, no se sabe qué va a pasar”, afirma el que se dirige a las cámaras donde guarda los productos congelados que se reponen diariamente. “Nosotros las previsiones las hemos hecho ya, tenemos ya las cámaras llenas, esperamos que la gente responda, a ver como salimos”, dice.
En fechas navideñas el marisco es uno de los entrantes más demandados para la mesa de los hogares. Pero este año, “es complicado, entre que el Gobierno no sabe cómo nos va a poner y que cierran los municipios, la venta al mayor está muerta ahora mismo y el reparto solo cubre el 10%”.
No le queda otra que esperar una respuesta de sus clientes, tras un verano también “regularcito, vamos a ver si las navidades nos sube de la bajada”. Al salir del puesto de Marodi, a la izquierda se encuentra la nave donde se realizan las segundas ventas, pescados que ya han sido adquiridos por una primera empresa. “El mar da lo que da, y sobre todo en esta zona, por ejemplo, los armadores compran los langostinos en la lonja de Sanlúcar y los traen para acá”, explica Manolo asomado a un ventanal desde el que se ven a los clientes deambulando entre cajas repletas de boquerones, gambas, merluzas, doradas, gallo o marrajo.
Entre ellos, Jacob y David esperan para comprar. Ambos despachan en la pescadería Hermanos Pájaro, el puesto nº 20 de la plaza de abastos de Sanlúcar. David lleva más de 30 años entre idas y venidas a la lonja. “Desde hace dos semanas compramos el 50% o menos, y hoy compraremos unos 40 o 50 kilos, en fechas normales podría ser el triple o el cuádruple”, comenta con preocupación por las nuevas restricciones.
“Las ventas ya están pérdidas, no creo que se puedan recuperar”, expresa el que considera una traba “que la gente no se pueda menear de pueblo a pueblo” siendo Sanlúcar un atractivo para adquirir pescado. David tiene claro que en Navidad “se va a perder una jartá”.
Normalmente, las familias suelen comprar el pescado a partir de noviembre para guardarlo de cara al encarecimiento de precios que se da en las fiestas. “Y ahora con esto…” resopla el que también menciona la famosa cuesta de enero, un agravante para la situación de este año. “Ya bajan de por sí, las pescaderías lo pasan bastante mal en enero”. En este sentido, Jacobo plantea el año con “seis meses buenos y seis meses malos” y señala, una vez más, a la hostelería, “es la que jala de mucho producto para las cenas de empresa y eso no se va a hacer ahora”.
De momento, los sanluqueños tiran como pueden con “lo que tenemos guardado, ahora no somos capaces de mantener el gasto de una pescadería, los seguros, los impuestos, la luz, el agua, sin lo guardado, iríamos a pérdidas”.
Además de pescaderos, también hay hosteleros que buscan los alimentos para sus establecimientos. Uno de los sectores más castigados de la pandemia es el eslabón de una cadena que se tuerce si la situación para ellos es insostenible. Manolo señala la cafetería de la lonja. “¿Cómo va a abrir a las 7:00? Tendrá que abrir a las 4:00 que es cuando llegan todos, si la cierran, adiós”.