“Ya empezará, ya empezará, la van a terminar, todo mentira”. Manuel García es uno de los hosteleros que lleva más de seis años padeciendo las interminables obras del parking de Pozos Dulces. La entrada principal de El Puerto comenzó con sus obras allá por el 2014 y todavía está pendiente. “Es de vergüenza, toda una pena”, dice el dueño del bar El Potaje que ha presenciado todo el proceso “desde el primer día que vino el camión del sondeo hasta hoy”.
El terreno vallado repleto de tierra y de maquinaria de construcción deja una escena deplorable detenida en el tiempo. Los trabajos tendrían que haber culminado en 2018. Sin embargo, Impulsa Aparca, la sociedad encargada del aparcamiento subterráneo lleva enfrentándose a un sinfín de trabas que han marcado este proyecto gafado. Los comerciantes ya están hartos de tantos vaivenes. “Estamos fatal, pero para qué vamos a ir al Ayuntamiento si es para nada”, expresa Manuel con desesperación.
Durante estos años, los retrasos han sido constantes provocando que los propietarios de los negocios hayan perdido la esperanza. “De obras estamos aburridos, llevamos ya para nueve años y, ahora mismo, lleva uno o dos meses que no aparece nadie por ahí. Nada de movimiento”, comenta el regente que lamenta que “ponen la farola, que es lo último que han puesto, para callar la boca a las personas que hay aquí”.
Su indignación es evidente mientras permanece detrás del mostrador del local. Su mirada se dirige a la puerta, desde donde solo se perciben las obras, y poco más. “Parece que estamos en Puerto III, todo vallado, ahora mismo está la reja así, pero la hemos tenido tapada con una valla verde y estábamos escondidos”.
El sentir de este portuense también lo comparte Jerónimo, el dueño de la tienda de alimentación El desavío que lleva 14 años en la esquina, junto al bar. “Decían vamos a terminar y vamos a hacer, pero al final no han hecho nada, a la vista está”, dice el que lleva aguantando el tirón siete años. “Todo el proceso me lo he comido con papas”, comenta desolado.
Los contratiempos han caracterizado el desarrollo de la ejecución del proyecto, ya sea por los días lluviosos que empantanaban la zona, la imposibilidad de trabajar con el levante, o los problemas de gestión. Retardos que han sido motivo hasta de broma cuando El Puerto Actualidad publicó como inocentada del año pasado que las obras volvían a paralizarse, una vez más, pero por encontrar una bolsa de petróleo.
El Casino Bahía de Cádiz lleva queriéndose trasladar a la zona donde se ubica el lugar de celebraciones El Cortijo desde 2017. Pero se mantiene a la espera. La falta de financiación llevó a la empresa municipal Impulsa El Puerto a salirse del accionariado Impulsa Aparca hace un año. Todo ello con el fin de dar entrada a un socio inversor privado que aportase los más de seis millones de euros necesarios para finalizar el parking. Este estaría tutelado por la firma Deloitte, una de las consultoras de mayor prestigio internacional. Pero desde entonces, ni uno solo ha querido involucrarse.
De momento, la sociedad sigue adelante junto a la constructora Gyocivil y el gestor de fondos europeos GED, a falta de ese ansiado inversor que no llega. Y mientras tanto, los comerciantes continúan salteando esta lacra. “Aquí estamos como podemos, estamos aislados totalmente, la calle está cortada, no tenemos acceso para arriba ni para ningún lado”, dice Jerónimo. “El problema es que no hay aparcamiento para venir a tomar café aquí, ni para comprar en los almacenes”, añade Manuel que asegura que el tránsito de personas es muy reducido.
Para colmo, llegó la pandemia, pero curiosamente, paralizó todas las obras menos la de Pozos Dulces. Así en marzo se podía ver a varios operarios trabajando en la zona y, dos meses después, en mayo, ultimando la nueva acera y comenzando el asfaltado del nuevo carril de entrada a la ciudad. María Omaira, que regenta otro de los almacenes de la calle, los vio. “Trabajan una semana y descansan un año. Vienen dos o tres trabajadores y no los ves más. Una semana mueven la tierra y ya está. Y ya no han vuelto ni a removerla para que veamos que están trabajando”, explica la mujer sentada en el interior del pequeño local que abrió hace dos años.
En julio, las obras volvieron a avanzar abriendo al tráfico peatonal el acerado ubicado junto al frontal de edificios entre las calles Espíritu Santo y Chanca. Para entonces, ya se había abierto el trazado provisional de la calzada por el que pasan numerosos coches diariamente. “Eso fue no hace mucho tiempo, tenía que coger la gente para arriba y dar todo el rodeo porque para allá estaba cortado”, recuerda Jerónimo haciendo referencia al tramo en el que en verano se estrelló un turismo contra las barreras new jerseys de hormigón. Un hecho que reveló la inseguridad de la zona.
Y todo eso ocurrió en julio, cuando Impulsa Aparca estudiaba siete ofertas que, por entonces, se habían presentado para poner fin a todo. La incertidumbre económica que acecha en estos tiempos de pandemia ha provocado que todas las empresas interesadas huyan. Ninguna quiere arriesgarse. “Si empezaran mañana, esto un año y medio no hay quien se lo quite”, comenta Manuel que explica que todavía no se ha excavado para sacar toda la tierra.
El proyecto sigue estancado, “hay muy poquita gente, y nosotros tenemos que pagar los impuestos vengan o no vengan”, expresa María Omaira que nota como los comerciantes "están ya desanimados”. Ya lo dan por perdido, “no vamos a ver eso, si lo ven serán los nietos o los bisnietos”, no ven la luz al final del túnel y se les ha agotado la paciencia. Ellos son los principales afectados de esta obra que también ha manchado la imagen del municipio. Los vecinos ya están acostumbrados. “¿Quién va a venir a terminar esto?, esto lo que ha traído a El Puerto es ruina”, manifiesta Jerónimo con ganas de que se le escuche.
Una voz que pide a gritos una solución para esta obra eterna que invisibiliza a los negocios y hace que los portuenses frunzan el ceño al pasar por delante.
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