La niebla invade un rincón del litoral gaditano que, normalmente, por estas fechas, ya está a rebosar de veraneantes en busca de darse un chapuzón. Templo del turismo, del movimiento hippie y de los atardeceres de ensueño, Los Caños de Meca es un escondite para la desconexión que desde hace unos seis años aguanta las molestias de un inquilino que, esta temporada, ha llegado pisando fuerte. “Me he pegado 20 días sin vender nada. Se ha notado el bajón, y se sigue notando”, dice Manguita, mientras abre el kiosco que regenta desde hace dos años. El inicio de temporada ha sido “fatal no, lo siguiente”, lamenta.
La culpable se llama rugulopteryx okamurae, conocida como alga asiática, especie invasora que daña al litoral y, por extensión, a los que viven de él. La marea está llena y la niebla avanza como en el escenario de cualquier película de terror. El sueño vacacional parece una pesadilla en la que solo algunos se atreven a pasear por la orilla de la playa del Pirata.
Allí, Teresa ha bajado con su perro, que juguetea con el enemigo. “El alga se ha hecho fuerte, por las corrientes es una zona muy proclive”, comenta este vecina natural de Vejer que lleva once años afincada en este núcleo poblacional de Barbate. Con el pelo mojado tras haberse dado un baño, asegura que está acostumbrada a verla, pero este año, se ha descontrolado.
“Ahora ves la playa y parece que no ha pasado nada, pero justo en esa bajada había montañas y montañas, te metías de algas hasta aquí”, dice señalando su cintura. A su alrededor, donde no debería caber ni un alfiler en plena temporada alta, tan solo hay algunas personas paseando. Según cuenta a lavozdelsur.es, “durante la semana está tranquilita, la gente viene en el fin de semana, y este año todavía no han puesto lo chiringuitos”.
La afluencia de turistas, inevitablemente, ha bajado. A nadie le agrada –o sí– tumbarse junto a un manto de algas que, para colmo, desprende un olor desagradable, no apto para todos los olfatos. La playa de Los Caños no es la más afectada, Marisucia, la curva y la playa del Faro son las que se han llevado la peor parte. La niebla continúa imparable arropando los montones de algas que no se pueden esquivar a la hora de entrar en el agua. El fondo está invadido. Su presencia ha provocado que el Ayuntamiento de Barbate, a través de su Delegación Municipal de Playas, haya iniciado labores de retirada. Con un tractor la amontonan en la duna pero, al instante, el mar vuelve a escupirlas.
La sensación es que de nada ha servido esta limpieza, a la que también se unieron comerciantes de la zona. El paisaje está repleto de algas. “Mira el color del agua, se está comiendo la playa cada vez más”, dice un hombre sentado en la arena. Miguel Ángel, madrileño que se mudó a Los Caños cuando se prejubiló, lleva cinco años viviendo en la urbanización. “Yo no recordaba esto así”, dice.
Unos niños se bañan en la orilla, sin importarles las algas. Prefieren no pensar en ello y disfrutar de los días de sol y playa. Mientras tanto, una excavadora remueve la arena. Parecía que venía a retirar las especies, pero no es el caso. Se dispone a montar la plataforma de su chiringuito, que ha tenido paralizada la licencia. “Aquí el Ayuntamiento no viene, Los Caños está abandonado de la mano de Dios”, se queja Miguel Ángel, que se muestra preocupado por el enclave. Ha llegado a ver montañas de hasta un metro y medio de algas. “Si te pones a escarbar, la mayoría de lo que sacas es alga con arena”, expresa.
A unos metros, una pareja carga una sombrilla. Su silueta se pierde entre la niebla que no deja ver nada, ni el Faro. El único protagonista es el alga. “La gente sigue viniendo, en el fin de semana hay, pero esto echa al turismo, vienen una vez, ven esto, y al día siguiente ya no vienen”, comenta el madrileño.
Son numerosas las cancelaciones de hoteles en esta temporada que no arranca con buen pie. Son muchos los que se quedan este año sin relajarse en este paraíso castigado en pleno Parque Natural de la Breña y Marismas del Barbate. Desde allí, una familia extrajera se asoma desde la bajada de madera. Al ver la estampa, pregunta qué ha ocurrido y sus rostros cambian.
En una mañana cualquiera, un ciclista estrena el carril recién inaugurado que conecta Los Caños con Barbate. La ruta Eurovelo 8, los hosteleros y un joven artesano que vende pulseras por la orilla siguen su curso, a pesar de todo. Esperan que el turismo regrese, aunque sea más tarde.
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