Noche grande en San Fernando. Muy grande. Tocaba honrar la memoria de un genio. Uno de los dioses del Olimpo Jondo: José Monge Cruz. Sí, Camarón de la Isla. El artista que revolucionó el flamenco a finales del siglo pasado. El que eligió el 2 de julio para decirnos hasta siempre. 32 años han pasado, pero su legado, su recuerdo y su memoria, revive cada año en la plaza del Rey. Ayer quedó demostrado en su tierra.
Lleno hasta la bandera en la plaza del Ayuntamiento isleño. Incluso el tranvía tuvo problemas cada vez que pasaba por la zona que confluye con la calle Real. Cuatro horas de disfrute en una gala donde lo más y lo menos jondo se daba la mano. No había mejor sitio para celebrar la efeméride. Un rey en la plaza del Rey. En los cielos y en la tierra.
Pedro El Granaíno y Antonio Lizana fueron por delante. Juntos dieron vida a la Nana del Caballo grande. Cante y saxo. Saxo y cante. El niño y el caballo. La pureza frente a la inocencia. La verdad frente a la emoción. Por tarantos se sienta solo del de Granada con su fiel escudero: Patrocinio Hijo. Tándem para la eternidad. Binomio indisoluble de pulsación y eco. Juntos suman mucho más que separados.
El cante bueno no duele. Gusta. La seguiriya lo refrenda. Miles de personas expectantes. Silencio de plaza de Toros. Cierre dando los 20 reales del duro. La jornada comenzaba temprano para quien puso voz al Camarón Eterno. Pero "estar en la tierra del genio recordándolo es un lujazo".
Cambio de turno y Lizana derramaba por alegrías la sal que llevaba en sus instrumentos. El del Puerto de Santa María tiene un sendero maravilloso por descubrir. Las bulerías rematadas en tangos con todos en el escenario pusieron colofón esperado. Camarón encarnado en cada tercio. Cada giro y cada remate. Sus letras más emblemáticas sobrevolaban el cielo de San Fernando. El maridaje superó con nota las expectativas, antes de que el comando G5 volviera a unirse casi tres lustros después de su disolución.
Había muchas ganas de disfrutar con los integrantes de G5 en el escenario. No se imaginan ustedes cuánto. El flamenco es la fuente de la que todo emana. En su génesis y en su versión más contemporánea. Kiko Veneno y El Ratón arrancan con La leyenda del tiempo de Lorca. Pocos saben que el de Figueras musicalizó junto a Enrique Morente y Ricardo Pachón estos poemas para el genio de la isla y cambiaron para siempre el sino del flamenco. Dicho queda.
El Canijo, Muchachito Bombo Infierno, Tomasito se unen a la fiesta y llega la algarabía. Casi década y media ha pasado — 14 años para ser exactos— y parece que colgaron ayer las guitarras antes de despedirse. Todos fueron pasando por la piedra en solitario. El primero Kiko. Te echo de menos puso a todo el mundo a cantar a coro. El Canijo no llegó a comenzar La primavera ya llegó y el público ya se entregaba en cada estrofa. Al igual que con El aire de la calle, que dedicó a Miguel Benítez, que "está allí con Camarón formando una fiesta ahora mismo" y que no le dejaron empezar. Miles de personas corearon la primera estrofa completa al escuchar las guitarras. Momentazo.
Tomasito es un torbellino huracanado de jondura y flamenquería. Por muy canalla que se levante, siempre será un referente. Lo es desde hace décadas. Su electricidad y temperamento lo llena absolutamente todo. Por bulerías… Torrotrón, torrotrón… Camarón. No hay más preguntas. Energía en su estado máximo de exposición. Los zapatos verdes son un símbolo en su trayectoria. Baile en su punto álgido de ebullición. Ya quisieran mucho que le sonaran los pies tan limpios como a él cuando se calza las botas.
"Yo estoy encantado de estar aquí esta noche y vamos a ver quién canta ahora detrás del bicho de Tomasito" decía Muchachito Bombo Infierno. Tiró la moneda al aire y le salió cara en la Plaza del Rey. Luna y Siempre que quiera fueron los dos temas. El estribillo "ojalá no te hubiera conocido nunca" se escuchó hasta en el Muelle de la Casería.
Y llegó el momento esperado. Que G5 volviera a ser G5. Fuerno sólo dos pasajes. Dos temas. Dos himnos históricos del "grupo fantasma" que cuando se une cualquier cosa puede pasar. El Cheque y El vino y el pescao. Los más viejos del lugar esbozaban una sonrisa por debajo del bigote. En el backstage, en los medios de la plaza y hasta en los freidores de pescaíto frito cercanos.
Con Camarón siempre presente, Kiko Veneno comenzaba rematar la faena. Los coros que alegran el corazón de los flamencos traen al recuerdo un Mercedes blanco para. ¡Ay, José! Que falta nos haces aquí abajo. Que pronto te fuiste, dejando vacíos los corazones de quienes te admiran aún en la tierra. Ayer fue una jornada para homenaje en San Fernando. Y para el recuerdo de todos los que allí estuvieron para verlo, vivirlo y sentirlo. Una jornada de esas de las que tardan el olvidarse.