La única explicación posible a que Alberto Núñez Feijóo dijera que Sevilla es una de las ciudades con mejor clima en verano es que sus años en Galicia, donde el sol hace visitas con menos frecuencia, le hayan cambiado la percepción real de lo que significa el buen Andalucía. tiempo. Xenia, la ola de calor de esta semana, se ha dejado notar en la capital hispalense a pesar de que este viernes el descenso de las temperaturas comenzaba a notarse por las calles sevillanas de forma leve y acompañada de una pequeña brisa que se agradece.
Apenas hacen falta cinco minutos para que los primeros goterones de sudor comiencen a bajar por la frente cuando uno pone un pie en el asfalto de la capital de Andalucía. La sombra quita algunos grados, pero no el bochorno. Los turistas parecen especialmente vulnerables. Se distinguen porque en un alto porcentaje llevan sombreros propios de Cocodrilo Dundee más típicos de los safaris que de dar un paseo por una ciudad monumental. Cada vez son menos los valientes que aguantan con una camisa y su pantalón elegante.
En cualquier caso y aunque la vida sigue por las calles de Sevilla, principalmente por los que tienen que trabajar al aire libre, estas temperaturas se notan. Y si no que se lo digan a Blanco Cerrillo. Uno de los bares históricos del casco antiguo de Sevilla apenas tiene gente. "Mira si afecta que no hay nadie", comenta uno de sus trabajadores. Julio se ha convertido en los últimos años en un mes peor que agosto para el negocio. Por las tardes, a pesar de que está abierto desde las siete, hasta las diez no comienza a haber movimiento. "No hay nada que hacer".
Mati es una trabajadora de la ONCE que se coloca a pocos metros. Aprovecha la sombra de los toldos que existen en el perímetro para no morirse de calor. Con el paso de las horas del día también tiene que ir modificando su posición. Reconoce que lleva "fatal esta calor" y que es una época del año en la que hay menos gente en el centro, aunque siguen pasando los turistas. "Son masocas, tienen el moreno gambón". Un sevillano compra un cupón, "estamos acostumbrados, todo los años es igual".
Los aires acondicionados de las tiendas de la calle Tetuán provocan un microclima que nada tiene que ver con lo que se vive más allá de la Campana. Un grupo de jubilados se sienta en los bancos de la Plaza del Duque como cada día. Vienen de barrios de Sevilla y de pueblos de su área metropolitana. José no lleva demasiado bien el calor. De hecho él afirma que lo pasa "más malamente que sus muertos", hablando mal y pronto.
Vive en el Polígono de San Pablo y durante el día de ayer se le fue la luz durante varias horas, como a tantos otros sevillanos. Mientras lo cuenta, otro de los miembros del corrillo le pregunta si no se le rompe el frigórifico así. "Tengo algunos helados y poco más", contesta José. Por allí irrumpe Rafael recién llegado de Brenes. Tiene fama de charlatán y así lo demuestra. "Esto para mí no es calor", afirma cuando comienza a hablar y a comparar la actualidad con lo que él tuvo que pasar trabajando en el campo durante la mitad del siglo anterior. "La gente se queja por na", sentencia. No es de extrañar que allí sigan sentados.
El reloj avanza y la brisa mañanera cada vez está menos presentes. Los sudores no mienten. A la sombra está sentada otra trabajadora. Evelyn tiene uno de los puestos de la Plaza del Duque, mientras faltan clientes, se sienta en la sombra con su nevera. A las dos de la tarde echa el cierre, no le compensa seguir el resto del día. "Por la tarde no hay nadie", comenta sobre el tránsito de personas de la segunda mitad del día.
Es medio día y hay más trabajo que ocio. Un repartidor de Glovo suspira diciendo que hace "demasiada calor", cuando le preguntamos por su trabajo. En la escultura de San Fernando de Plaza Nueva hay una sombrilla clavada a cien kilómetros de la playa más cercana. Está en el andamio que restaura la obra y allí descansan cuando pueden y como pueden los obreros. A sus pies descansan tres señoras de Bellavista que han acudido al centro a realizar algún que otro mandado. Tendrían que haber cogido el tranvía, pero las altas temperaturas las han obligado a sentarse un rato en uno de los pocos bancos situados en la sombra. "El abanico no puede faltar", afirman.
Francisco Javier Carbonero, más conocido como El Charro de Triana, se colocado a principios de la Avenida Constitución para cantar. En realidad no como cada día, es la primera vez que lo hace esta semana por las temperaturas no lo han permitido. Ha cambiado los platós de Tierra de Talento o Cover Night por el centro de Sevilla. "Este es el mejor escenario del mundo", presume. Entre agua y té de canela tiene alrededor dos litros y medio, pero muchas veces necesita cuatro y se le queda corto. De momento aguanta porque la sombra ocupa tres o cuatro metro de la avenida. Sin embargo, tiene claro que cuando el sol llegué "ahí" tendrá que recoger.
Por la principal calle peatonal de Sevilla apenas pasea gente a esta hora del día y los pocos que se atreven se pegan a la sombra. Un grupo diverso de turistas confiesa que se esperaban una situación más insoportable. No obstante, reconocen el cambio brusco entre los días anteriores que han pasado en la costa gaditana y el paseo por el centro de la capital hispalense.
En este grupo, cuyo grueso procede de Barcelona, destaca Izmenia. A sus 87 años acaba de aterrizar en solitario desde Chile. Izmenia compara la situación con lo vivido el pasado verano en su país. "Hace más calor que otros años. Está pasando en todos los sitios lo mismo".
En fecha estival y con unas elecciones a la vuelta de la esquina era inviable salir a la calle y no preguntar a un repartidor o repartidora de Correos. María lleva muchos años en la empresa y se nota en la agilidad que mantiene en el reparto. El paso es acelerado y alcanzarla supone todo un reto. Es sincera a la hora de expresar lo que supone trabajar con este calor, aunque no se puede reproducir. La empresa activa los protocolos pertinentes con los avisos naranjas y rojos.
"Tengo ganas de apuñalarme un riñón", dice con cierto tono de broma. El volumen de reparto este mes ha aumentado. "Llevo desde el día 3 sin apoyar los dos pies en el suelo al mismo tiempo". En el casco histórico de Sevilla debería haber trece trabajadores, pero sólo son siete. Como pueden cumplen el reparto ordinario al que se le une ahora la propaganda electoral y los envíos de Amazon Prime. Ella, con experiencia, aguanta. Otros compañeros más nóveles sufren "un pirriaque". 'La calor' de Sevilla se marcha momentaneamente mientras los trabajadores no paran de currar, pero volverá. Y más pronto que tarde.