La gran cabalgata de Reyes Magos de Sevilla ha llenado la ciudad de alegría un año más, en la que se ha podido ver calles repletas y mucha ilusión de los pequeños y los mayores. Una cabalgata que empezaba con imágenes especiales. Por ejemplo, todo un arzobispo lanzando caramelos al salir el cortejo de la Universidad de Sevilla, con el alcalde en las mismas lides.
Si ha tenido un problema la cabalgata de Sevilla ha sido la velocidad. Tras atrasarse al principio de la jornada, ha tomado algunas calles con mucha prisa, especialmente cuando se adentraba puramente en Campana era evidente. Desde la esquina de Trajano con la Alameda, por ejemplo, algunas carrozas han volado como si fuera un paso de Semana Santa bajo un manto de lluvia. Pero, claro, cuando se habla de 33 carrozas, con sus caramelos y sus regalos, el cortejo tardaba alrededor de una hora entre la cabeza (policías que iban abriendo camino) y Baltasar, cerrando por delante de las máquinas de Lipasam.
Los policías, incluyendo furgoneta de la UIP, por lo que pueda pasar, iban pitando con sus vehículos, o saludando desde sus caballos, vitoreados todos, aunque menos precisamente en ese inicio del cortejo los funcionarios de Lipasam, que además de cerrar también iban abriendo. Le seguía un exultante Cartero Real, 24 horas después de la tormenta del día anterior, que no le había quitado la sonrisa.
Como es habitual, entre los representantes que presidían carrozas, véase el Gran Visir, había personajes sevillanos con una vida pública todo el año, pero irreconocibles el día 5 respecto a su papel habitual. Como si volvieran a ser niños, casi como pasa en los carnavales, quienes suelen ir trajeados y son personas serias se convierten en este rato en quienes fueron décadas atrás. Y así se contagia al público, sintiendo verdadera emoción. Gran despliegue de brazos, de lanzamiento de caramelos, sin parar, con verdadero apasionamiento.
El recorrido estuvo trufado de nuevo de agrupaciones musicales que iban a veces a ritmo de batucada. Especialmente bonito ha sido cuando ha sonado María Jiménez, una gran sevillana que se fue en 2023 y recordada por su gente, que ha canturreado al ritmo de los compases al unísono en muchos puntos.
Una de esas cositas que tenía este año la cabalgata era los regalos que se iban a lanzar. No había entradas para el Icónica, que se repartirán por Sevilla en la mañana del 6 con una yincana en monumentos de la ciudad. Pero sí serranitos, en papelitos de caramelo, vales para el Mesón de Baltasar. Y mojama. Cuando ha pasado la carroza de Un mar de posibilidades, que prometió sobrecitos de mojama. Si a menudo se piden caramelos, ha sido la locura en la calle cuando la gente ha distinguido que la que llevaba dibujados un pescaditos era la del atún.
Sus Majestades los Reyes también se llevan mucho cariño. Uno se pregunta cómo será eso de ser rey mago. Si están los que piden -sin carta-, los que quieren colar al niño en la carroza por compromiso o algunas artes oscuras, o lo que supone que tantísimos vecinos, cientos de miles, te miren con ilusión. Niños de hoy y niños de ayer.
Entre las carrozas, no han faltado la de servicios públicos. Los figurantes de Tussam iban de rojo como los vehículos, y han ido bien acelerados tirando alguno bolsas completas sobre las cabezas de la primera fila, o lanzando pelotitas con cierta maldad -sin daños, que eran blandas-. También la Policía Nacional, que este 2024 cumple 200 años.
Algunas carrozas iban algo más sosas y eran más animadas por la gente que viceversa. Pero, en general, todos con caramelos, regalos. Se ha llevado el suyo Joaquín en Triana de manos de Baltasar, del que hay que hablar, lógicamente. Un capote le ha dado José Luis, del Mesón del Serranito, al exfutbolista al cruzar el puente. Triana, por cierto, espléndida como cada año, se ha volcado con los Reyes.
Lo polémico de la cabalgata, lógicamente, el traje de torero. Los hay que lo han defendido a hierro en defensa de la tauromaquia, y quienes lo han llegado a calificar de mamarracho, que no es forma de vestirse un rey Baltasar. Quizás, el problema, esté en lo evidente que ha resultado que iba de torero, quizás ha sido un exceso, quizás no. La clave está en que quienes tenían que disfrutar de su día y del rey que para muchos es su favorito han estado embobados. Y el que haya visto las luces del traje, con esa edad, con esos ojos, no tiene ni tiempo a pensar que tiene delante a un torero. Un detalle más para el recuerdo, quizás desacertado, pero con la trascendencia justa, porque lo cierto es que Baltasar se ha dejado la piel lanzando caramelos, que es lo bonito.
Y lo importante -abramos el melón-: ¿ha gustado a los niños la cabalgata de Sevilla de este año? Sí. ¿Ha gustado a los mayores? Parece que sí. ¿Ha ido un poco rápida en algunos tramos? Sí. Pero hay que insistir. ¿Ha gustado a los niños la noche? Sí... y no.
Porque lo del melón que hay que abrir no es achacable a los organizadores de la cabalgata, sino a los propios sevillanos. Como ocurre cada año, a menudo los niños se quedan sin ver a sus Reyes Magos porque los adultos no entienden que los pequeños tienen la manía de medir menos de metro 20. En el núcleo del centro, donde más evidente se hace la aglomeración, habría que recuperar la costumbre cívica de dejar a los más pequeñitos delante. Es tentador, como adulto, lo de volver a ser niño por un rato, pero no a costa de que los que son niños ahora no vean nada. Ha ocurrido y se escuchaban los "no veo" de cada año. No aprendemos, no queremos escucharles. Si han hecho fotos, repasen su alrededor: de la aglomeración en la que han estado, si han ido a la cabalgata, ¿cuántos eran niños y cuántos adultos?