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Mirando al frente, separado por apenas un palmo del cauce, en cuesta, con botas bien apretadas sobre el barro, de esas que no resbalan. Con la mirada tranquila, con los ojos entrecortados, sin decir nada, como quien fuma en el cine negro, pero sin cigarro, porque es bombero, separado del resto. Es el responsable del operativo de los bomberos que se han desplazado a eso de las nueve de la mañana para ver qué hacer con una yegua y su potro que han quedado en mitad del río Guadaíra. Más de una docena de efectivos, hasta seis vehículos, intentando que no se les mueran dos animales frente a sus ojos. Dos animales que llevan desde la tarde anterior sin poder salir, en una especie de islita semihundida, donde el agua llega a los tobillos donde nunca hay agua. En la cuenta de Emergencias Sevilla, el Ayuntamiento informó el miércoles que los bomberos habían intervenido para ponerlos a salvo, aunque, a pesar de lo indicado, no habían podido ser sacados del agua y seguían este jueves atrapados.
El río Guadaíra es un río asalvajado. No tiene presas, sino que bebe de decenas de arroyos entre la Sierra Sur y la zona de Morón. Nace en Puerto Serrano, provincia de Cádiz, rodea por Arahal y sigue a Sevilla capital, para volver a encaminar el sur y encontrarse con el Guadalquivir a unos 20 kilómetros. En esta zona es donde huele al llegar desde la carretera por Cádiz, a un paso de Palmas Altas, del centro comercial Lagoh. Una zona de Sevilla donde van a construirse centenares de viviendas tras dejar de ser zona de militares y, en manos de las administraciones, ahora dedicarse mejor a solucionar el problema de alquileres y compras disparadas.
Y como aquí no hay agua nunca, es zona entre parque y salvaje hacia el Sur de Sevilla capital. Tiene riberas construidas y pasarelas que emplean algunos vecinos de zonas cercanas, saliendo en bicicleta o a pasaear perros. Pero también es empleado por más de un caradura.
Por aquí, hay caballos que, como el río y el medio parque, si no son salvajes, están asalvajados. Personas que luego quieren su paseo en la Feria, pero que se desentienden del animal. Y en lugar de tenerlo en un campo, lo dejan suelto para que coman y beban hasta el año que viene, o hasta la próxima romería. Una docena de caballos, aproximadamente, están en estas condiciones. A veces son malvendidos por 1.500 o 2.000 euros. En lugar de dedicarse a tenerlos en un centro para equinos, es más barato, o directamente gratis, decir que el caballo es de uno y volver el año que viene a por él. Caballos sin chip y, por consiguiente, sin dueño conocido. Caballos que, a veces, se van de paseo a la SE-30 o la SE-40, y que aparecen en algún vídeo que se hace viral en TikTok de año en año.
En esas, a eso de las 12 o la 1 de la tarde, el responsable del efectivo sigue mirando. Estudia qué hacer, cómo salvar a la yegua y su potrillo, que aún está amamantado. Primero hay cinco vehículos, luego seis, cuando llega otro de la unidad subacuática. Tiene una pequeña zodiac y la irán instalando. A esta hora, el plan es adentrarse con una cuerda atada a un árbol y un 4x4 de los bomberos municipales, sorteando las complicaciones de la corriente en avenida del Guadaíra, el río salvaje que nunca tiene agua excepto ayer y hoy.
Pero no es tan fácil. El problema será el mismo que el ocurrido en la tarde del miércoles. Al acercarse, la yegua tenderá a salir corriendo, y quizás, adentrarse en el agua, donde se la lleve la corriente junto a su cría, porque hay una profundidad de unos dos metros. Y porque los caballos no son animales tan inteligentes como otros. Y son, aunque muchos no lo crean, bastante reacios a entenderse con humanos. Hay que ir poco a poco con ellos. Durante días, como aquello del Zorro y El Principito. El problema es que no hay tanto tiempo.
No todos los bomberos, parece, están del todo de acuerdo con la operación. Creen que puede salir mal, que se les muera allí delante la yegua y el potro sin poder sacarlos del agua. Durante horas, ambos animales permanecen casi quietos y apenas rondando algún metro cuadrado. Eso impide saber cuánto espacio tienen en la isla formada en el centro del río.
Pero se va a proceder. Varios efectivos se ponen el neopreno, entre ellos el responsable del operativo, aunque solo tres se subirán a la zodiac tras instalar, no sin algún problema menor posteriormente resuelto, el motor. Llevan un salvavidas rojo lleno de bolsillos, cuerdas, y unos arneses amplios que son también flotadores. Especialmente, la madre es la que requerirá de más trabajo, al ser de mayor tamaño. Habrá que vestirla con el flotador y, con la cuerda, traerla hacia la ribera.
El motor se pone en marcha y se ubican como 30 metros más arriba, porque la corriente les empujará hacia el lugar de los equinos. Se dirigen primero a una zona con algo de arbusto, de ese que crece cuando no hay agua, que es casi siempre. Intentan agarrar cuerda a un árbol semihundido, pero no se puede con la corriente.
En esas, los caballos empiezan a trotar, alertados por el ruido y por la cercanía de los bomberos. Trotan como 10 o 15 metros para alejarse y volver en círculos. Los bomberos miran desde la barca, entre ellos el responsable del operativo. Nos volvemos, les viene a decir. Al salir del agua explicará que gracias a adentrarse con la zodiac y haberse asustado los animales, ahora sabe que tienen espacio para moverse. "Están bebiendo agua, ahí pueden estar días, no les pasará nada". ¿Y comer? También, entre esos yerbajos semihundidos de la islita. "A la yegua la vi comer, y el potro aún mama", explica.
"Oye", le dicen poco después de quitarse el neopreno, "un derrumbe en Bellavista, vámonos". Unos segundos después no queda ningún vehículo. Y los caballos miran, pero nadie les va a devolver la mirada. Los empleados municipales que habían llegado un rato antes con el transporte para caballos no trabajan hasta el lunes, porque es puente.
Cuando baje el nivel del río, se retomará el rescate. Quizás no haga falta, porque quizás los animales durante el fin de semana pueden bajar a pie. Parece que el caudal a eso de las cuatro de la tarde iba a bajar. Aunque, si sigue subiendo, quizás sea otro final de historia, el de los caballos que, de vez en cuando, son sacados muertos e hinchados un poco más abajo. Una historia que se repite cada cierto tiempo. Esta misma semana, otros dos caballos habían sido recogidos por el Ayuntamiento dentro del parque, en zona seca.
Por eso, esta es una historia de una frustración, la de no poder sacar a los animales, la de la esperanza de que el lunes sigan bien. Lo intentaron de todas las formas posibles, pero, parece, estarán bien.