Quien lo conoce, le quita importancia. Quizás la tiene o quizás no. Depende de cómo se mire. Pero sí que existe otra Feria de Sevilla. La de personajes conocidos, del poder o cercanos a él, que concurren en ciertos espacios, en ciertas casetas.
Hay dos formas de verlo. La primera, algo conspiranoica, que es la de que el poder se refugia en los lugares del poder. Como un lugar donde la élite decide, se deja ver, se comunica. Como un Club Bildeberg sevillano y andaluz. Pero, en realidad, es mucho más sencillo que eso, parece.
Porque es cierto que hay una feria de actos públicos donde coinciden personalidades públicas que reúnen casi todo el poder. Pero en Sevilla son gajes del oficio. Desde convocatorias a medios de comunicación a visitar a instituciones.
Este martes se celebraba el Consejo de Gobierno de la Junta, con su rueda de prensa posterior. Pero, nada más acabar, casi todo el gabinete del poder andaluz, con su líder a la cabeza, el presidente Juanma Moreno, ha acudido a la Feria de Sevilla. A la tradicional copa del PP, pero también a la vecina caseta de CCOO también, en la calle Pascual Márquez.
Y ha derivado todo en la caseta de la Fundación Cajasol. Con Antonio Pulido como anfitrión, presidente. Por la caseta han pasado miembros del PP y del PSOE, tanto en el poder como pendientes de ocuparlo en el futuro.
En ese espacio, uno de esos altos dirigentes, en cercanía, dejaba un titular: "El rebujito da libertad". ¿Por qué? Porque precisamente es la Feria donde unos y otros se acercan, se saludan, pero también donde se pueden decir tranquilamente lo que piensan. Y no pasa nada. Porque, claro, el rebujito. Porque desinhibe, porque hay una excusa.
En realidad, entonces, la Feria de Sevilla tiene un aire a parlamento, o a lo que debería ser. Un punto de reunión para hablar de ideas generales, de esto por aquí, mejor, y esto por allá.
En la calle, para algunos, es hipócrita que haya políticos que se ponen verde y luego tan amigos. En realidad, quizás, es lo contrario. Que siendo adultos, lo incomprensible es que no pudieran reconocer que hay momentos donde pueden sentar las bases para mejorar las relaciones, porque lo suyo, en democracia, es hacerlo lo mejor posible para que a los ciudadanos les vaya bien, al menos en las áreas que cada uno gobierna.
Y todo eso se puede allanar con el rebujito. ¿Qué otra ocasión tiene un concejal de un pueblo cualquiera de la provincia de Sevilla para charlar unos minutos con un consejero de la Junta, sea de su partido o del otro? Y sí, a veces ocurre en centros neurálgicos del poder, como puede ser la caseta de la Fundación Cajasol, una institución procedente de la banca cuya raigambre en Sevilla es indudable.
Visto, además, desde dentro, tengan claro: para los dirigentes, la Feria es trabajo. Más aún, con el calor de este martes, insufrible al mediodía. Se estaba mejor en el Consejo de Gobierno, en el Palacio de San Telmo. O en el despacho de cualquier ayuntamiento de la provincia de Sevilla.