Los traslados de la Magna de Sevilla este sábado han regado la ciudad de momentos históricos para los cofrades. Triana, primero, fue un hervidero. El Cachorro y la Esperanza de Triana recorrían las calles un sábado previo al día de la Inmaculada. Y en la noche llegaban los turnos de la Macarena y del Gran Poder.
Con mucha expectación sobre el alto número de personas que podrían congregarse, lo cierto es que, salvo algún pequeño problema, en general todo se desarrolló con normalidad. La ciudad, en este primer ensayo, ha respondido.
Miles y miles de personas se congregaban alrededor de puntos como Reyes Católicos hacia la Catedral. No faltaron quienes esperaron durante casi una decena de horas para tener su sitio preparado. Pero, con todo, parece que las indicaciones de las administraciones han ido funcionando.
En la medianoche se abrían las puertas de la basílica de la Macarena, marcada esta salida por ser la primera con la Rosa de Oro, un emblema entregado por el Papa para reconocer la labor religiosa.
Unas horas después, era Jesús del Gran Poder el que afrontaba, con su estilo diferente pero tan elegante, su salida hacia la Catedral.
Un lugar, el templo metropolitana, que ha vivido un saludo esperado durante décadas de la Macarena y la Esperanza de Triana, las dos vírgenes de mayor devoción en la Madrugada sevillana.
Allí se encuentran ya la Virgen de los Reyes, Setefilla, Consolación y Valme. Una procesión como nunca se ha producido en la ciudad, que reúne a personas de Lora, Urtera y Dos Hermanas, y razón también por la que, en este largo puente, la ciudad vivirá un momento de máximo esplendor, de máxima concurrencia.
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