Desde Mali, huyendo del terrorismo, hasta Alcalá de Guadaíra, donde ya cala el discurso antiinmigración

La llegada de 85 solicitantes de asilo procedentes de una cruenta guerra civil desde 2012 genera un agrio debate en la ciudad. "Nuestros vecinos serán generosos, como ya lo fuimos con refugiados de los Balcanes o Ucrania", dice la alcaldesa

Algunos de los solicitantes de asilo que han llegado a Alcalá de Guadaíra este lunes.

Hay dudas con las cifras finales: de casi 200 a finalmente 85, los que han llegado este lunes. También, imprecisiones sobre el asunto: Vox hablaba de "inmigrantes irregulares", cuando en realidad son solicitantes de asilo en España, lo cual significa tener una situación regularizada, es decir, 'papeles', como se suele decir, para seis meses mientras se resuelve la petición. Y hasta un "no sabemos quiénes son ni a qué vienen", cuando en realidad proceden de Granada y llevan ya varias semanas o meses en el país. El caso de la llegada de migrantes a Alcalá de Guadaíra ha sido el asunto del que se ha hablado durante los últimos días hasta que, finalmente, en la mañana del lunes se producía la llegada.

En concreto, proceden en su mayoría de Mali, un país en la región del Sahel que se encuentra desde hace más de una década en guerra. Un país que entró en declive cuando a Francia dejó de interesarle y le concedió la independencia en el largo proceso de descolonización que se vivió en la segunda mitad del siglo XX. Las razones de la guerra son complejas -si es que las guerras y su inhumanidad tienen alguna razón de ser-. De forma resumida, la región sufre una transformación desde la Primavera Árabe, surgida en una ola de descontento en el contexto de la insatisfacción por la crisis económica mundial de 2008, pero también de peticiones en multitud de países de mejor democracia. 

Los migrantes, este lunes, frente al hotel.  MAURI BUHIGAS

Aquello derivó, por ejemplo, en la caída de Gaddafi, dejando a Libia en la implosión total. Tuvo sus consecuencias en Egipto, por ejemplo, y en otros países del Magreb. A cuenta de la caída de Gaddafi, los tuareg, que habían apoyado al dictador, perdieron una de sus referencias y apoyos y se aliaron con el islamismo radical para pensar en un estado propio. Eso implicaba el Sur de Argelia, de Libia, y también el Norte de Mali. Es una vasta zona árida alejada de la capital, con una capital que sería la conocida Tombuctú, llena de mausoleos testigos de un pasado glorioso e imperial. En cambio, el Sur es la zona más poblada y próspera del país, donde vive casi toda la población. Solo entre la capital, Bamako, y los alrededores, es una aglomeración de 3,5 millones de personas. 

La guerra ha derivado en un conflicto interno donde el odio entre bandos tiene múltiples causas. Un país con varios idiomas, varias raíces, desequilibrado territorialmente por esa batalla Norte-Sur... Con gobiernos derrocados, barbaridades cometidas por Al Qaeda y el Estado Islámico, en sus múltiples formas y subdenominaciones. Una década de terrorismo interior, atentados, violencia, pueblos que se conquistan palmo a palmo, bloqueos de las naciones de alrededor como castigo, y hasta una entrada y salida de Francia a cuenta del uranio que extraen en el país los franceses para sus centrales nucleares. Y, de paso, asestar un golpe al islamismo radical, el de los atentados en Occidente.

En ese contexto llegan a Alcalá de Guadaíra los migrantes, o de eso huyen. Y por eso ya han pedido asilo al Gobierno español. Un asilo que puede pedirse por multitud de motivos, desde políticos hasta persecución étnica, por la tendencia sexual... "Hay que dar normalidad a lo que es normal, acoger a los refugiados conforme al derecho internacional y al derecho español", dice Lourdes Navarro, coordinadora para Andalucía Occidental de CEAR, la entidad que gestiona el centro. "Llevamos trabajando en la defensa de los derechos humanos y el derecho de asilo desde 1979", recuerda Navarro.

"Estamos convencidos de que Alcalá de Guadaíra será acogedora y solidaria, lo importante es tratar el asunto con normalidad"

En este caso, recuerda que la mayoría de los que llegan a Alcalá son de Mali, "y son chicos que llevan tiempo en España, que ya han formalizado su solicitud de asilo y tienen documentación para la residencia en España. Ahora mismo, están pendientes de que el Ministerio del Interior les reconozca como refugiados". La estancia en el hotel de Alcalá de Guadaíra viene acompañada de "un proceso de integración con trabajadores sociales, abogadas, técnicos lingüísticos y de empleo. Las primeras intervenciones son de idiomas", señalan desde CEAR. Además, "llegan con ganas de integrarse, de trabajar". La probable concesión del estatus de refugiado tiene su razón en que hay una posición común de Europa respecto a la guerra de Mali. 

Y hay precedentes cercanos, en la propia provincia de Sevilla, de buena integración, de lograr con éxito una semiautonomía. Por lo pronto, aún no tienen el permiso de trabajo, lo cual les limita, pero una vez obtenido, el objetivo es que las opciones se vayan abriendo para ellos en España y en Europa. "Estamos convencidos de que Alcalá de Guadaíra será acogedora y solidaria, lo importante es tratar el asunto con normalidad". 

En la calle, la situación no es mayoritariamente de tranquilidad ni normalidad. El discurso escéptico ha calado. Parte de ello, a cuenta de Vox, y en menor medida el PP, que por razones diversas han criticado esta llegada. Este domingo, más de 200 personas se concentraron contra la llegada. Dos mujeres, en un bar cercano al lugar de la nueva residencia de los migrantes, no lo tienen claro. 

Por un lado, creen que "deben venir con contrato de trabajo, ¿vamos a meter a todo África aquí? ¿Los vamos a mantener en un hotel?". Reconocen que hay quien defiende la presencia de los solicitantes de asilo en la ciudad, pero ellas no lo ven. "Tienen móviles mejores que el mío, acabo de verles pasar. Van a estar comiendo, y seguro que hasta cobrando una ayuda. Yo este verano no me he podido ir de vacaciones más que seis días a casa de una amiga en la playa, ¿y ellos viviendo así con nuestros impuestos?".

Un coche de Policía, en el entorno.  MAURI BUHIGAS

Insisten en que "me da igual que sean negros, verdes o amarillos, es lo que cuesta acogerlos. Si vienen a trabajar, que vengan, pero así no. Seguro que les ofreces trabajar ocho horas y no quieren. Para los de aquí no hay ayudas. Yo los respeto, pero esta no es la manera". Otra cuestión es que dudan de la seguridad. "Especialmente tienen preocupación las familias de niñas menores de edad. No sabemos de qué leches vienen, que a lo mejor no son malas personas. Pero es que lees en internet las noticias que hay de menas-menores extranjeros no acompañados- y las noticias corren, lo que se escucha decir... Y ahora pide cita en el centro de salud, que habrá 85 por delante... Si ya es difícil ahora, imagínate".

El Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra lleva varios días informando como buenamente puede, porque se enteraron antes por los vecinos que por el Gobierno central -a pesar de compartir el color político- de la decisión de alojar a los solicitantes de asilo. Ha informado de que tomará medidas para garantizar la seguridad. La política del Gobierno central es informar a los municipios una vez se ha tomado la decisión de contratar una estancia en espacios como este hotel de Alcalá, con concesión a una entidad que en este caso es CEAR, y en otra es Cruz Roja. No se informa previamente, lo cual impide que se filtre también antes de que se tome la decisión. Es política de hechos consumados, lo que cierra el debate posible. De hecho, el Ayuntamiento ni siquiera sabía si eran 120, 150 u 85.

Estarán hasta el 31 de diciembre, según el contrato suscrito con CEAR. Se habla también de las posibilidades económicos que generan estos 85 migrantes, por los proveedores de la localidad o las contrataciones que se realizan. La alcaldesa de Alcalá de Guadaíra, Ana Isabel Jiménez, confía en que todo salga bien. "Estoy convencida de que nuestros vecinos y vecinas responderán de forma generosa y solidaria, tal y como ya lo hemos hecho en ayuda de otros colectivos desfavorecidos. Lo hicimos en el pasado con refugiados de los Balcanes, del pueblo saharaui o de la guerra por la invasión de Ucrania, por lo que sé que ante este reto responderemos de la misma manera".