Sevilla tiene varias almas, claro. Al Norte, al Sur, al Este y al Oeste, que confluyen en el heterogéneo centro. Por la Alameda o el Pelícano, la Sevilla de colectivos y tiendas de vinilos; por el Sur, la Sevilla de Aníbal González y chalés de veraneo; por el Oeste, una Sevilla ceramista; y por el Este, la Sevilla que crece, de cristaleras verticales y familias numerosas. A todas esas Sevilla se suma la de los que no viven aquí, la de los turistas, de comprarse un mantoncillo y echárselo sobre una chaqueta vaquera como un chal.
Todas las ciudades acaban rezumando cuando todo se junta. Y fue el caso de la Noche en Blanco, donde la gente hizo acto de presencia en otro éxito masivo de la iniciativa de la asociación Sevilla Se Mueve. Y tanto que se ha movido. Desde que se iba poniendo el sol, se mantenían en la calle los bullicios de cada día y llegaban otros nuevos.
Una noche algo más fresca que la del año pasado y con un pelín menos de gente, o mejor distribuida, que iban llenando sin colapsar. Una noche agradable que evidenció algo: es una de esas ocasiones donde los protagonistas son los que tienen DNI y pagan aquí facturas. Había visitantes, claro, pero esta vez eran los invitados.
Más de 150 actividades llenaban el panorama. La Fundación Nao Victoria preparó un show especial de improvisación sobre el barco junto a la Torre del Oro que enlazaba con la historia marítima de la ciudad. Pases especiales y hasta tiendas que inauguraban regalando globos. Eventos no solo en el casco antiguo, sino también, por ejemplo, en el cementerio de los ingleses, un año más. Y al otro lado del río, como en el CaixaForum y su bonita exposición sobre mujeres en la historia.
Pero cuando Sevilla sale a la calle, sigue enamorada de su patrimonio. Por eso, las iglesias volvieron a llenarse. Y especialmente San Luis de los Franceses -qué joya-, y la Catedral -qué decir-. La entrada a la Catedral estaba en la Puerta del Príncipe. Rondaba las once de la noche y la cola aún se iniciaba a los pies de la Giralda. O sea, daba toda la vuelta por calle Alemanes o Constitución. Un año más, con subida a la Giralda. De los programas de mano a la entrada, solo se habían agotado los que están en español. Definitorio sobre quién mandaba en la noche.
Si algo se echó en falta fue algún refuerzo en transporte, como por ejemplo en el Metrocentro, que cortó a la hora de siempre. No habría estado de más apoyar la iniciativa dejándolo hasta la una de la madrugada, por ejemplo, horita y media más. Pero igualmente todo estaba acicalado y las colas, por supuesto, también se veían en el Ayuntamiento, que abrió sus puertas a las visitas.
Y si alguien debe agradecer a esta iniciativa son los bares y comercios. Estos últimos, a diferencia de otras ciudades, no se suman con horarios nocturnos. En realidad, por amor al respiro y al descanso, el que quiera comprarse unos zapatos, no debería esperar a las 12 de la noche. Así que bien. Sevilla fue una Noche en Blanco más la noche para disfrutar de la calle con todo el viento a favor. Y no defraudó. Sin incidentes que hayan trascendido y alegría.