Hubo en Los Palacios y Villafranca, como en otros lugares aunque ya parezca mentira, gente así, como Juan Antonio el de la Curá, tipos de una sensibilidad exquisita, que hablaban modulando cada palabra y escuchando con respeto a su interlocutor, enamorados de la literatura mayor y de la zarzuela, de la historia local que lo había precedido y del primor de cualquier ser humano capaz de hacer realidad eso que llaman milagro a través del arte. Juan Antonio Rodríguez Pérez acaba de marcharse al otro mundo con 79 años, después de una penosa enfermedad que lo ha mantenido alejado de los circuitos culturales en los últimos tiempos. Pero, hasta entonces, tocó todos los palos en la cultura de su pueblo.
Nacido en noviembre de 1944, ese mes de los muertos lo marcó para siempre porque desde muy joven aprendió a declamar largos pasajes del Don Juan Tenorio. Lo mismo hizo con los discursos de Alonso Quijano antes y después de contraer su particular locura por los libros.
En el caso de Juan Antonio, alumno en el colegio Baquero del maestro Diego Llorente que habría de bautizar a un instituto del pueblo, selló su compromiso con los clásicos mientras leía, siempre aplicado, en el horno panadero de la familia de los Begines, cuyo postigo daba al Campillo del Banco en el que se crio hechizado por La vida es sueño de Calderón y otras obras maestras del Siglo de Oro. Él era en sí mismo un caballero de otra época, un educado solterón hasta que probó la suerte del matrimonio y el dolor de enviudar demasiado pronto.
El técnico del pueblo
Durante muchas décadas, a Juan Antonio el de la Curá lo conocía todo el pueblo porque era el que arreglaba los televisores de todas las casas, antes de que la obsolescencia programada y otras artimañas del postcapitalismo fueran arrumbando aquel taller suyo de la calle Cervantes como una reliquia de los oficios del pasado. Era habitual pasar por su puerta y verlo aplicado en el entripado de algunas de las muchas pantallas enfermas que posaban sobre el mostrador.
Su abuelo materno, Antonio Pérez Fernández, llegó a ser alcalde de Los Palacios en la década de los años 20. Y de esa rama familiar heredó su fino sentido del humor y su amor por las humanidades. Pionero de la radiodifusión en su pueblo, participó activamente en la emisora local Radio 5, en la que mantuvo un programa titulado Nuestra Zarzuela, dedicado al género chico. Por aquellos mismos años, los primeros 80, cuando también colaboraba transmitiendo el recorrido de las primeras ediciones de la Media Maratón Sevilla-Los Palacios a pie de carretera, junto al corredor que encabezaba la prueba…
Por otro lado, entre sus muchas aficiones culturales estaba la caligrafía. Hoy la llaman lettering. Durante muchos años no ha habido título, diploma, certificado, condecoración o documento de cierta relevancia que se entregara en el pueblo que no fuera escrito, con su ribeteada letra a plumilla, Juan Antonio Rodríguez Pérez.
El hermano número 1 de la Vera Cruz
Juan Antonio el de la Curá ha muerto siendo el hermano con el número más bajo de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, María Santísima de Los Remedios y Nuestro Padre Jesús Cautivo, la más populosa de Los Palacios y Villafranca, en el barrio del Furraque. Su conexión con esta cofradía viene de antiguo, pues fueron su abuela Manuela y su padre, Juan Antonio González, quienes donaron el Cristo crucificado titular de la Hermandad en 1939, nada más esculpirlo el sevillano Antonio Castillo Lastrucci.
Desde muy niño se vinculó a la Virgen de Los Remedios, profesándole una gran devoción. Poca gente recordará en Los Palacios y Villafranca que llegó a ser su capataz cuando era muy joven. En 1996 fue pregonero de la Semana Santa de su pueblo. Y en 2003 pronunció la Exaltación al Costalero que organiza la tertulia cofrade El Último Varal.
Interesado desde siempre en la investigación de antigüedades, como su sobrino Julio Mayo –el archivero municipal, con quien colaboró en los programas cofrades de la televisión municipal declamando pasajes literarios-, Juan Antonio firmó numerosos artículos en el boletín de la hermandad. Juan Gavira, hermano mayor durante muchos años de la misma y gran amigo de Juan Antonio, lamentaba estos días "que se va a ir sin dejar por escrito tanto como sabía de la historia de nuestra hermandad".
Hoy lo ha hecho, escribiendo además con su propia muerte otro capítulo importante de la misma. El entierro será en la Parroquia de Santa María la Blanca. Este domingo, la familia estará en el tanatorio Las Nieves a partir de las 11 horas. Ya descansa en paz.
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