La consejera de Cultura y Patrimonio Histórico, Patricia del Pozo, se ha comprometido a terminar el procedimiento para comenzar las obras que convertirán las Reales Atarazanas de Sevilla en espacio cultural de cara a septiembre y octubre.
Del Pozo ha realizado estas declaraciones, a preguntas de los periodistas, tras presentar la exposición Cara a Cara. Picasso y los maestros antiguos en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. "Estamos ya efectivamente en la recta final, con los últimos detalles administrativos y jurídicos para que puedan comenzar las obras cuanto antes", suscribe responsable de Cultura.
Cabe señalar que antes del verano fuentes de la Consejería de Cultura indicaban a Europa Press que dicho departamento, La Caixa y la Fundación Cajasol, que se encargará de la programación cultural del monumento, seguían "trabajando de la mano y con los plazos establecidos", que inicialmente apuntaban a que el centro estuviese listo antes de que concluyesen las actividades del quinto centenario de la primera circunnavegación a la Tierra en 2022.
Según dicho departamento, La Caixa, como gestora del monumento, estaba estudiando las propuestas recibidas en la licitación del proyecto. "Los trámites administrativos son lentos, pero el proyecto sigue hacia adelante con los mismos plazos que se establecieron", insistía la Consejería.
Una transformación en espacio cultural
El proyecto está destinado a la restauración del citado recinto histórico, formado por restos de la antigua muralla almohade, siete naves de las atarazanas medievales del siglo XIII, restos del apostadero de la Carrera de Indias de los siglos XVI y XVII y edificaciones de la Real Maestranza de Artillería pertenecientes a los siglos XVIII, XIX y XX, así como a su transformación en un nuevo espacio cultural.
El diseño original realizado por Vázquez Consuegra fue autorizado en 2015 por la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico e incluso contaba con licencia de obras, si bien la Asociación de Defensa del Patrimonio de Andalucía (Adepa) y otros colectivos conservacionistas criticaban la propuesta. A finales de diciembre de 2017, la Junta, la Fundación La Caixa y Adepa firmaban el acuerdo que ponía fin a este conflicto, con aportaciones y recomendaciones de todas las partes que enriquecían el proyecto original, que había de ser modificado por Guillermo Vázquez Consuegra.
Ya a finales de julio de 2019, en ese sentido, la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico analizaba el nuevo proyecto de ejecución elaborado por Vázquez Consuegra merced al mencionado acuerdo, emitiendo un dictamen "positivo" sobre el mismo por los aspectos ya descritos e incluyendo una serie de consideraciones a incorporar.
Entre ellas, figuraba por ejemplo la idea de que se "contemple la posibilidad de excavar la zona anexa al Postigo del Aceite, toda vez que es necesario "retirar los tubos de inyección de los refuerzos y recalces bajo la cimentación de las pilastras" y "debería contemplarse la posibilidad de prescindir o no" de la "nueva escalera diseñada para permitir el acceso a la zona excavada", como consecuencia de "su ubicación junto a los restos excavados de las pescaderías" y otros posibles vestigios que "emerjan".
De base de la marina castellana a centro contemporáneo
Las Reales Atarazanas, monumento emblemático de Sevilla y del Patrimonio histórico español, son las mayores y más antiguas que se conservan en España y una de las más importantes del mundo. Fueron edificadas en 1252 por orden de Alfonso X el Sabio para la construcción de galeras con el fin de combatir a los musulmanes norteafricanos -“la gente pagana“-. Se ubicaron en el famoso Arenal, un gran espacio abierto con suelo de arena, casi al nivel del agua para facilitar el traslado de las grandes embarcaciones.
Situado entre la Puerta de Triana de la antigua muralla y la Torre del Oro, cautivó a escritores del Siglo de Oro como Cervantes, Quevedo y Lope de Vega. La creación de las Atarazanas hizo de Sevilla centro y base de la naciente marina de la Corona castellana, protagonista de extraordinarios acontecimientos que más tarde harían de la ciudad el puerto más importante del mundo. En el primer tercio del siglo XV las Atarazanas armaron sus últimas grandes flotas de galeras. En 1503, Isabel la Católica estableció en este edificio la Casa de la Contratación, un hito con el que la ciudad hispalense inició un período de intenso esplendor que tuvo su reflejo en los ámbitos de las artes y la economía, y también en el de las ciencias naturales y las tecnologías.
Durante el reinado de Carlos I se convierten en sede de la Real Maestranza de Artillería, comenzando un intenso periodo de reformas que cambiará la fisonomía del monumento. Esta ocupación duró hasta 1970, cuando deja de utilizarse por la Real Maestranza y se destina a otros usos militares. En 1587 se situó la Aduana sevillana en las naves 13, 14 y 15. Finalmente, en 1593 Felipe II prohíbe que barcos fabricados en Sevilla se empleen en la Carrera de Indias por la peor calidad de madera, frente a los del norte de España.
Las Atarazanas quedan entonces para almacén de las armas, municiones y pertrechos de los navíos de la Carrera de Indias, así como almacenamiento de las mercancías (azúcar, jengibre, canela, ricas maderas, etc.) provenientes de América. Las restantes naves se alquilaron a particulares. La utilización como almacén portuario hizo que se decidiera subir el nivel del suelo. La cota original quedó enterrada bajo cinco metros y medio de tierra y escombros, mermando considerablemente la altura de los arcos gótico-mudéjares de los astilleros.
En 1641, la construcción del Hospital de la Caridad y su iglesia, ocupó el terreno de cinco de las naves. Rodrigo Caro a comienzos del XVII diría que “el edificio está tan atajado y cortado por almacenes y casas particulares, y otros lugares públicos que no se ve lo que es o fue, si no es considerando y viendo algunas piezas dél, por donde se deducen las otras y el todo de la fábrica”. Durante el reinado de Carlos III, las autoridades militares fueron ocupando las cubiertas de las atarazanas con unas construcciones que, en la Memoria del actual Proyecto se califican como “de escaso valor arquitectónico, constructivo e histórico”.
La decadencia se acelera en el siglo XVIII, cuando Cádiz se lleva la Casa de Contratación. El resto de la estructura del edificio original sobrevivió completa hasta 1945, cuando cinco de las naves fueron derribadas para dejar sitio a la edificación del edificio de la Delegación de Hacienda. Hoy quedan en pie sólo siete de las diecisiete naves originales.
La Orden Ministerial de 1969, que otorgaba el carácter de Monumento Histórico Artístico a las Atarazanas, sugería un uso distinto al que hoy se pretende:
” …por su estructura arquitectónica parece muy indicado para que en el futuro -cuando encuentren adecuado acomodo los servicios que hoy lo ocupan- se instale allí un gran Museo de carácter marítimo que pudiera dedicarse especialmente a la historia del río Guadalquivir y de las gestas marineras de Andalucía”.
Esta sugerencia contenida en la Orden Ministerial, fue acordada por unanimidad en el Pleno del Ayuntamiento de Sevilla, en su sesión de 15 de febrero de 2007. No se llevaría a cabo, decidiéndose otro uso para el conjunto. El proyecto para el nuevo uso como centro cultural, ya a punto de ejecutarse, ha dado lugar a una fuerte oposición pues atenta gravemente contra la integridad del extraordinario monumento. Un edificio de esta naturaleza debe ser absolutamente intocable, permitiéndose en el mismo sólo obras de mantenimiento y restauración.
Es espacio interior de las Atarazanas, tal como lo vemos hoy, es incompleto, pues buena parte, que existe por fortuna, se encuentra enterrada bajo metros de escombros. El aspecto achaparrado de las naves, que hoy percibimos, distorsiona la realidad histórica y hace incomprensible su función original por la pérdida de su grandiosidad de origen. No cabe la menor duda que la intervención más necesaria e importante consistiría en devolver a los edificios su volumen inicial. Así, adquirirían renombre internacional y representarían una importantísima ganancia para la riqueza monumental de Sevilla, al igual que ha ocurrido en las atarazanas de Barcelona o el Arsenal de Venecia. Dejarlas en su estado actual sería malbaratar esa gran oportunidad.
En esta intervención, como en cualquier otra sobre patrimonio histórico, es necesario huir del predominio de criterios utilitaristas y formales a la hora de dotar al edificio de un nuevo uso, de forma que la intervención no pueda ser tachada de abuso en la reutilización. Como se dice en la Carta de Amsterdam, “El futuro no puede ni debe ser construido a costa del pasado”.
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