No es ningún secreto que la poesía es uno de los emblemas de Andalucía. De esta tierra proceden nombres como Cernuda, Lorca, Alberti, María Zambrano, y, más recientemente, Ana Rossetti, Elena Medel o Luis García Montero, por citar tan solo algunos de los que componen el mapa poético andaluz.
Es paradójico que, pese a este jalonado de poetas y escritores por todo el territorio, Andalucía sea la cuarta región del país en la que menos se lee, según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España, elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España.
No obstante, la poesía parece estar viviendo un buen momento, y en especial la poesía más joven. Rosa Berbel (Estepa, 1997) y Juan Gallego Benot (Sevilla, 1997) son buena muestra de ello.
Si bien ambos residen fuera de su lugar de origen (Rosa, en Granada, y Juan, en Madrid) permanecen en contacto, si no físico, sí emocional con la escena de la poesía sevillana y andaluza.
"Creo que hay pocos territorios en el mundo que tengan una condensación de poetas en calidad y en cantidad semejante a la que tenemos en Andalucía", expresa Rosa Berbel.
Una escena artística y literaria que, además, ha sido siempre muy diversa, como explica Juan Gallego Benot: "La poesía andaluza es muy diversa y muy amplia, y no solo responde a un tipo de forma de pensar o de escribir. A veces, me da pena que desde fuera, por una mirada que hay un poco centralista de Andalucía, solo se piense o solo se escriba de un tipo concreto de poesía andaluza".
Para la poeta Rosa Berbel, en Sevilla, y en general en Andalucía, hay una escena poética muy estimulante
La relación de ambos con la escritura y con la poesía procede de un camino bastante individual, cada uno con sus particularidades, aunque ambos han estado ligados siempre a las letras.
Rosa Berbel comenzó a escribir en la adolescencia, un momento bastante proclive "a utilizar el arte como desahogo", y posteriormente, gracias a sus estudios en Literatura Comparada, fue formándose su propia genealogía de autores y autoras. La publicación de su primer libro, Las niñas siempre dicen la verdad, marcó un punto de inflexión y un cambio en su relación con la poesía, porque supuso su profesionalización.
Por su parte, Gallego Benot comenzó a tener más clara su vocación cuando se trasladó a Madrid a estudiar un máster, donde estableció contacto con muchos andaluces que también escriben. Explica que su lejanía física (que no emocional) con Andalucía le ha permitido observar la escena artística y poética desde otro punto de vista. "Creo que vivimos una época de un cierto retorno, a lo mejor no tanto físico como emocional, a Andalucía, no desde clichés", sino desde una perspectiva más amplia.
Una poesía con una mirada siempre puesta en las problemáticas de la sociedad actual
Si se quisiera establecer una suerte de vínculo temático entre las obras de estos poetas jóvenes, sería sin duda la preocupación por la actualidad social y política, algo que parece ser generacional.
"Desde que empecé a escribir me interesaron cuestiones del presente, más políticas, y asomarme a la realidad social del momento actual", explica Rosa. "Ahora mismo me inspira mucho, o me aterra mejor dicho, la situación ecológica. Muchos temas de mi último libro reflexionan sobre la crisis climática", aclara. Berbel se refiere a Los planetas fantasma, publicado en 2022.
Por su parte, Juan Gallego Benot también mira mucho al presente que le rodea, pero con una perspectiva más urbana, prestando atención al espacio en el que habita. "Me interesa mucho el urbanismo", se sincera. Su último libro, Las cañadas oscuras, parte de una realidad histórica. "Habla de la exploración urbanística del barrio de Triana en Sevilla, de la idea del exilio dentro de la propia ciudad, de la ciudad moderna a partir de dinámicas nuevas, como el turismo o el desarrollismo… También me interesa la expulsión de la parte de la sociedad que se considera no apta para la ciudad moderna", explica el autor.
En este libro explora temas actuales como la especulación urbanística a partir de todas las obras que se llevaron a cabo a lo largo del cauce del Guadalquivir.
"Intento utilizar la poesía como una forma diferente de conocimiento de esas realidades. Creo que tiene una capacidad emocional y de llegar a determinados sitios que quizá no está en pensamientos más académicos o más estructurados", expresa. Ese desorden que la poesía proporciona puede ser "muy creativo". Por eso, explica, la poesía "puede servir como un elemento disruptor".
En ese sentido, otros temas de siempre, pero con una mirada nueva, también encuentran su lugar en las obras de ambos poetas. "He tratado de escribir también sobre el gran tema poético, que es el amor, pero dándole una vuelta, pensando de qué manera el siglo XXI nos obliga a repensar el amor", explica Berbel.
Los creadores jóvenes deben estar también presentes en la toma de decisiones que vienen "desde arriba", apunta Juan Gallego Benot
La poesía sigue teniendo esa noción de algo arcaico, especialmente hoy en día. "Creo que estamos en un momento en que la lectura de poesía es más un acto de resistencia que nunca, porque estamos bombardeados con tantos estímulos y tantos discursos que es muy difícil encontrar el tiempo y el estado de ánimo para sentarse a leer un poema, que exige un hiato en nuestra rutina", apunta la poeta.
Sería interesante, recalca, que se apostara más por "el diálogo entre los poetas jóvenes y el público joven", y por esa visión de la poesía como lo que realmente es: un género "dinámico, que se adapta constantemente a los cambios de cada época".
¿Y qué pueden hacer las instituciones en este asunto? "La noción de poeta joven es ciertamente algo lustrosa para las instituciones, y eso está bien, pero siento que en la toma de decisiones las personas jóvenes no están. Y deben estar, no solo como una especie de cuota, sino como creadores de la gestión", apunta Gallego Benot.
De las palabras de ambos se desprende, al final, la necesidad de sacudir esa visión trasnochada de la poesía como algo rígido y anacrónico, y acercarla al público como lo que es en su misma esencia: un arte que nace de la oralidad, para ser transmitido y disfrutado.