Aquel año, 2005, Leo Messi llevaba en la espalda el número 30, el del filial del Barça. Apenas jugó 17 partidos de Liga y algunos más de otras competiciones. Sin embargo, la empresa deportiva Nike ya hizo un anuncio con un lema sencillo, que remataba aquel púber al final del spot: "Recuerda mi nombre, Leo Messi".
Apenas poco después, en 2007, llegaba a la Alcaldía de Tomares el popular José Luis Sanz. Por estrecho margen. Pero ya empezaba a resonar aquello de "Recuerda mi nombre, José Luis Sanz". Porque en 2011 se confirmó que no solo había logrado cambiar el color de Tomares, del rojo PSOE al azul PP. Sino que además lo hacía a lo grande, para lograr mayoría absoluta en aquel año en que también llegaba al Gobierno central Mariano Rajoy.
Esta vez, posiblemente también llega a otro gobierno municipal, el de Sevilla, aupado por el desgaste que ha supuesto el Gobierno de Pedro Sánchez, por esta nueva ola conservadora. Sin embargo, Sanz ha sido un candidato con marca propia porque en la capital lleva sonando su nombre desde hace ya más de 15 años, porque es un habitual de la política sevillana, y porque desde el anterior fracaso popular ante Juan Espadas, en 2019, ya sonó su nombre en la quiniela.
La pregunta está en cómo afrontará ahora su proyecto para Sevilla. Tiene muchas opciones. Desde un reférendum sobre la Feria hasta una enésima reorganización del tráfico o el aparcamiento. Desde mejorar la limpieza hasta ponerse a disposición de las cofradías, uno de los ejes vertebradores de la ciudad. Desde regular los pisos del Centro hasta centrarse en los barrios con más problemas de la periferia. En esos tembleques se dio de bruces Juan Ignacio Zoido, el último alcalde popular.
En el fondo, la clave, como pasa siempre en la política municipal, está en crear una identidad propia como regidor, no solo candidato: que se vaya notando su mano, dar algún que otro golpe de timón. Y tiene que ver, sobre todo, con evitar polémicas innecesarias. Una mala foto te puede echar de un Ayuntamiento, porque la exposición es poca, pero más cruel. Es decir, si Sanz reordena el tráfico y es un caos, por ejemplo, o llena Sevilla de obras a seis meses de las elecciones de 2027, puede ser flor de un mandato. Es la derrota anticipada de los titulares.
Su mejor aliado para sacar adelante proyectos será la Junta de Andalucía y dependerá de cómo ésta mime a Sevilla. Hay una sensación muy clara de que desde 2018 el Gobierno autonómico ha empezado a mirar más hacia otras provincias que históricamente se sentían 'ninguneadas'. Una rivalidad 'Málaga-Sevilla' que tendrá por primera vez a un solo partido en los ejecutivos municipales y andaluz. Por tanto, comunicativamente, se acabó convertir una lucha territorial en una lucha de colores políticos.
Otro reto de Sanz estará, políticamente, en ser referente del Área Metropolitana, una zona que tan bien conoce. En los próximos años, quizás, no se hable de más ampliaciones de Metro hacia más localidades, porque el proyecto va tan lento que ha sido un éxito una nueva promesa de unir en 2030 Pino Montano y el Prado. Pero las posibilidades de potenciar nuevos acuerdos son propias del pensamiento lateral, de la extrema creatividad, porque aún nadie ha desentrañado el verdadero potencial del acuerdo entre instituciones para la promoción de Sevilla como el grandísimo polo atrayente que es.
Si José Luis Sanz apuesta por la micropolítica, la que renuncia en parte a colores políticos, a batallas ideológicas, para arreglar baches, quizás le haga un favor a sus vecinos, pero quizás también se quede demasiado corto. Sanz se ha bastado de hablar de proyecto, de hacerse querer, para ganar sin arrasar. Un liderazgo tranquilo, serio, dicen los que mejor le ven. La promesa es la gestión. Pero no hay que olvidar la audacia que requiere un Ayuntamiento como Sevilla.
Y todo cuando, no lo olvidemos, José Luis Sanz estará probablemente más solo que nunca. Si su mejor aliado es la Junta, a la vez, no podrá reclamar públicamente a San Telmo, ni aspirar a rivalizar contra otros ayuntamientos, porque también son de los suyos. Y si las quinielas no fallan, quizás tampoco contra el Gobierno central, el mismo, por cierto, que ha resuelto en favor de Sevilla la Agencia Espacial Española y aporta con la Junta la mitad de las obras del Metro, algo que posiblemente tenga en cuenta el electorado dentro de un mes.
Sevilla ha pasado de núcleo receptor de trabajadores jóvenes a perderlos. La ciudad no solo ha confiado en Sanz como alcalde, sino que quiere confiar en su liderazgo
Como siempre, no hay que olvidar la eterna pregunta que se hace cualquiera que 'vive' en esa casa con vistas a plaza Nueva y San Francisco: gobernar para contentar a los tuyos o para persuadir a los otros. Quizás en el día a día no es tan simple y nunca un alcalde ha renunciado a nada, pero significa cuidarse de no ser y de no parecer, tener un ojo en Triana y otro en la Macarena, una mano en Los Remedios y otra en Pino Montano, y estar a las ocho en El Porvenir, a las diez en Bellavista, a las doce en Parque Alcosa y hasta donde haga falta hasta la hora que haga falta. Serlo, sí, pero también parecerlo. Porque a la mínima que un barrio se sienta abandonado en favor de 'los otros', Sanz se cuelga un 'sambenito', y no precisamente el de Luis Montoto.
Todo lo deberá hacer en un pleno donde no manda solo él. Su socio natural, Vox, no entrará en el gobierno municipal. Paradójicamente, es eso lo que puede dar cierto oxígeno a Sanz entre tanta oleada azul, porque podría optar por lamentarse cuatro años de que el pleno le ata las manos para actuar como querría. El consuelo diario es que una mayoría absoluta no es tanto la victoria de uno como la derrota de los demás, por lo que tiene poco que achacarse a sí mismo el nuevo alcalde si no le dan los números para aprobar lo que pueda. Eso sí, en la Junta funcionó electoralmente ese lema que en el fondo es 'AntiVox', que espolea el miedo a la ultraderecha, y es clave para entender la mayoría absoluta de Moreno Bonilla. Pero el ciudadano sevillano quiere las cosas hechas, y bien hechas, y si le ha dado la confianza es porque cree que puede resolver ese 'NO8DO gordiano' de Sevilla: hazlo, no me digas cómo.
Con esa pátina de gestión tranquila que promete Sanz, seguramente garantice algún gol para el PP. Pero la situación de Sevilla, donde va pasando de ser ciudad receptora de trabajadores jóvenes a ciudad de la que se marchan, como ya ocurría en casi toda Andalucía, requiere algo más. Algo que atraiga a grandes empresas y que no sea solo reconocer al turismo como industria prioritaria. Si Sanz quiere un éxito rotundo, como el que tuvo en Tomares en 2011, necesitará algo más espectacular.
Para eso le vale lo que dicen que piensa Messi cuando encara a un rival: si no vas a hacer algo excesivo, excepcional, que todos recuerden, no hagas nada, manda el balón de nuevo a tu centrocampista, y empezamos la jugada de cero. El objetivo no es ganar una mayoría absoluta dentro de cuatro años -porque eso seguramente no dependa solo de las cosas que pasen en Sevilla-, sino también del pulso autonómico y nacional. No consiste en ganar esa mayoría, sino en ganársela. Ser un buen alcalde, con todas las letras. Liderar una ciudad que le necesita. Y que no solo ha confiado en él, sino que quiere confiar. Para eso llevaban tantos años recordando su nombre: José Luis Sanz, el nuevo alcalde de Sevilla.