Cádiz deshiela al norte de Europa

Las salinas de Asal de El Puerto venden hasta 70.000 toneladas de sal para carreteras, la mayor producción de Andalucía y de las primeras españolas

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Las modernas neveras y la competencia, tan mundial como acelerada, acabaron con lo que miles de años de historia no pudo. El siglo XX vio morir más 5.000 hectáreas de salinas que, desde tiempos fenicios, convertían a la sal gaditana en reputado objeto de consumo. El cloruro sódico  de la Bahía de Cádiz parecía ya no ser tan efectivo para conservar los alimentos. Sin embargo,  hay un uso -amén de los agroalimentarios- en el que los avances tecnológicos no han sido capaces de rivalizar con la sal: el deshielo de carreteras y caminos.

Que se lo digan a Grupo Asal que, desde sus instalaciones entre El Puerto y Sevilla, vende cada invierno hasta 70.000 toneladas de oro blanco, destinados a mantener la seguridad en las vías nevadas del norte de Europa y del centro y norte de España. Tal volumen de ventas de sal para carreteras le ha llevado a ser “la empresa más importante de Andalucía y del top tres de España”, como reconoce orgulloso José Luis Armenteros, director comercial de la firma e hijo del actual gestor de la firma.

En total, la familia Armenteros gestiona hasta 2.500 hectáreas de salinas extensivas mecanizadas, entre los términos municipales de El Puerto y de Puerto Real. De las seis salinas que subsisten en la Bahía de Cádiz, la suya es la más importante y de mayor producción. El abuelo de Armenteros inició la actividad en 1968 con una única salina artesanal. En 1977, su padre, José Armenteros, se hizo con la gestión y amplió la empresa. Hoy explotan las salinas de El Estanquillo (la primitiva, ubicada en San Fernando),  Santa María, La Tapa (ambas en El Puerto) y Cetina (la última en llegar, ubicada en Puerto Real). Tan amplia extensión de marismas y las buenas condiciones meteorológicas han hecho que en la pasada cosecha de sal, desarrollada de febrero a octubre, Asal haya superado su propio récord: 320.000 toneladas de sal recolectada.

De tan amplia producción, Armenteros calcula que venderán hasta 70.000 toneladas para el deshielo de carreteras. De esa cantidad, “aproximadamente, el 75% va a países del norte de Europa y el resto se queda en el norte y el centro de España”. Sus clientes son, tanto administraciones públicas encargadas de la gestión de las vías, como empresas privadas concesionarias de la gestión de autopistas. En el caso de la sal que se marcha a clientes europeos, el cargamento parte en barcos de mercancías que, en estos días, salen desde el muelle de La Cabezuela, en Puerto Real, pertrechados con cantidades que van desde las 5.000 a las 20.000 toneladas de sal.

La prosperidad de esta vía de negocio, de las múltiples que Asal mantiene abiertas, radica en que, hasta ahora, pocos productos han demostrado la misma eficiencia para evitar el hielo y la nieve en las carreteras. “Es efectivo porque sirve para su fin, no deja rastro posterior en las vías  que pudieran suponer un riesgo posterior, ya que se diluye, pero tiene la suficiente la durabilidad que garantiza su cometido”, resume Armenteros. Esto es así gracias a la reacción química que la sal produce en el agua. El agua salina resultante de la mezcla desciende su punto de congelación a los -21 grados, lo que asegura que las vías no se hielen.

La química de la sal

Aunque, para ello, la sal alcanza su efectividad óptima como tratamiento preventivo. Es decir, aplicada antes de que se produzcan grandes nevadas o descensos de temperatura que generen hielo en la calzada. En Asal conocen bien el proceso, por ello, ofrecen dos tipos de sal, diferenciadas, básicamente, por su tamaño. “Ofrecemos una sal específica para la preparación de la salmuera que se da como tratamiento preventivo de las carreteras y otra que se aplica cuando hay nieve”, explica el director comercial. En este segundo caso, la sal, en estado sólido, se reparte para evitar que el asfalto se hiele y garantizar así el agarre de las ruedas de los vehículos.

Tras al verano intenso y un otoño caluroso, en la empresa ya estaban preparados para la demanda de sal de carreteras que en estos días se produce. Y eso que no ha sido fácil, como reconoce Armenteros: “El tiempo está siendo muy variable, al principio parecía seco, pero han comenzado a llegar las lluvias”. Ante estas alteraciones imprevistas, desde hace años, en la empresa trabajan con unos límites de prevención. “Tenemos un retén para nevadas. Estudiamos la climatología de los años de mayores nevadas para hacer previsiones de consumos y establecer un stock de seguridad. De esta forma, nos garantizamos no quedarnos sin sal”, detalla el empresario. Tanto es así, que en Asal suelen dar prioridad a sus clientes habituales, a los que les asegura esa cantidad que les evite imprevistos.

Lo cierto es que no es el único stock que los Armenteros manejan. Las mismas previsiones las trazan para las distintas ramas de negocio a la que destinan su sal. De hecho, la que se emplea para las carreteras se produce de la misma forma que la que va usos agroalimentarios, con la diferencia que la destinada a deshielos tiene menos procesos de lavado y secado. Pese a los procesos mecánicos, las salinas de Asal funcionan de una forma similar a las artesanales de siempre. El agua penetra, a través de caños, a un intrincado laberinto de canales, hasta llegar a los cristalizadores. En el caso de estas salinas extensivas, éstos se disponen como balsas de entre 2,5 y 6 hectáreas donde, el agua evaporada, deja capas de sal de 15 centímetros. Ese cloruro sódico se cosecha con enormes grúas que, a partir de agosto, trabajan a destajo.

A la carretera o a la mesa

La que se destina a usos agroalimentarios se lava con la propia salmuera de las salinas y se transporta hasta la planta de envasado que la empresa tiene en Dos Hermanas. “No se le añade ningún tipo de antiapelmazante. Es sal 100% marina”, reconoce el empresario. En su fábrica de 3.000 metros cuadrados de Sevilla (junto a otro centro logístico aledaño de 14.000 metros cuadrados) la empresa envasa sal de mesa para sus tres marcas comerciales: Chalupa (que ya es líder en Andalucía), Ibersal (que se destina a la exportación) y Halos (para el mercado gourmet).

Sin embargo, la importancia de Asal viene porque han sabido convertirse en la empresa líder en envasado y venta de sal de marca blanca para grandes superficies como Carrefour, Día, Alcampo, Euromadi, Aldi o Covirán. Solo esa línea se lleva un 35% de su producción y de una facturación cercana a los 11 millones de euros anuales. Con ella, son capaces de crear hasta 60 puestos de trabajo entre Cádiz y Sevilla. Y eso no queda ahí, la empresa también mantiene la línea alimentaria para la conservación de productos como aceitunas que llevó al abuelo de Armenteros a iniciar la actividad.

Con tantas líneas de negocio, en Asal tienen claro que, para ellos, la sal sigue siendo un producto rentable, pese a las sucesivas crisis que han menguado al sector. Tanto es así que ya van camino de convertirse en el primer productor español de sal 100% marina. Eso será cuando las salinas de Cetina, aún a media actividad, consigan estar operativas en su totalidad. En principio, los planes de la familia plantean conseguir hacer realidad ese objetivo para la cosecha del próximo verano, cuando se estima que la producción de sal se eleve hasta las 400.000 toneladas. “Entonces sí, seremos el número uno”, remacha con orgullo Armenteros.

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Jesús A. Cañas Carrillo

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