Cuando sus padres se enteraron de que quería lanzarse al mundo del emprendimiento, se echaron las manos a la cabeza. “Papá, mamá, quiero montar una empresa” fueron las palabras que pronunció Mercedes Martos, natural de Jaén, un día cualquiera del año 2018. La respuesta fue contundente: “Estás loca”, pero no sirvió para pararle los pies a esta integradora social de 31 años que se define como “emprendemendiga”, según ella, personas que “emprendemos sin tener un duro”.
Recién titulada, decidió experimentar con un proyecto que se alejaba de la vida de funcionaria que su familia quería para ella. La joven se lio la manta a la cabeza y dio a luz a Cabanna Café, iniciativa que fusionaba la hostelería con la integración e inserción sociolaboral. Con aplomo estuvo durante un año formando a colectivos en situación de vulnerabilidad con el fin de que adquirieran responsabilidades para trabajar en una cafetería. “Cogí el local en bruto y lo diseñé entero, pero obtener las licencias me ralentizó muchísimo”, explica a través del auricular. La jienense comenzaba a palpar los desafíos del emprendimiento hasta que en 2019 inauguró su establecimiento.
Allí formaba a personas derivadas de otras entidades para darles una oportunidad en el mercado laboral. “Hemos trabajado con presos, con personas con diversidad funcional, en riesgo de exclusión social, con Secretariado gitano, con inmigrantes, jóvenes de un piso tutelado”, comenta recordando los seis meses que se mantuvo abierta la cafetería en la que llegó a invertir una cantidad elevada de dinero. Mientras ayudaba a adquirir responsabilidades, se enfrentaba a las adversidades que se interponían en su camino. “Me llegaban unas facturas increíbles, no cogí una depresión porque tengo mucha fuerza interior”, reconoce mientras hilvana su experiencia, apasionante, pero dura.
“Cogí el local en bruto y lo diseñé entero"
Su proyecto era llamativo, pero “ser mujer y joven ha sido un arma de doble filo”, comenta. Mercedes tuvo que aguantar situaciones indeseadas que, pese a todo, nunca le quitaron las ganas de seguir adelante. “Cuando fui a alquilar el local, el dueño me dijo que tenía que ir con mi padre, y le dije: -No, la dueña soy yo, soy la que te va a pagar”, cuenta. Además, durante las idas y venidas a Urbanismo para los trámites le decían: -“Oye, que por ser joven y guapa no va a venir antes la licencia”. Pensó: “¿Si yo fuera un hombre me harían ese mismo comentario?”.
Sus clientes no se creían que ella fuera la dueña del negocio por su juventud. Sin embargo, el esfuerzo mereció la pena. Cabanna Café obtuvo dos premios de emprendimiento en Jaén y quedó como finalista en el certamen Gira Mujeres de Coca-cola, dedicado a apoyar a las mujeres que quieren materializar sus sueños. “Me dio muchísima fuerza”, dice.
Al cabo del tiempo, Mercedes sufrió problemas de salud llegando a ser intervenida en el quirófano. La aventura tomó un rumbo que se vio agravado por la pandemia. Justo al recuperarse del contratiempo, la crisis hizo acto de presencia y arrasó con la cafetería. La joven optó por clausurar su primer emprendimiento. “Me ha dado mucha pena”, comenta. Aunque hay personas que quieren asociarse a ella, la emprendedora agarra las oportunidades y convierte las desavenencias en soluciones.
Sus años de aprendizaje no han sido en vano y le han servido para no rendirse y volver a idear otro proyecto emprendedor. “La gente muchas veces se piensa que el emprendimiento es un camino fácil en el que te metes de empresaria y empiezas a ganar dinero y cuesta, muchísimo más en pandemia”, reflexiona. Pero Mercedes es una luchadora nata y con el lema, quien la sigue la consigue grabado en la frente, continúa creyendo en sí misma para resistir.
El próximo mes de octubre presentará en la V edición de la Gira Mujeres de Coca-Cola Reality input (Introducción a la realidad), iniciativa que surge como reactivación de Cabanna Café.
Las múltiples llamadas que recibía de las entidades con las que colaboraba fueron un impulso para esquivar los baches. “¿Cómo es que me siguen llamando si he cerrado la cafetería? Estaba destrozada, pero si la gente te llama es por algo”, pensaba. Una de las veces que descolgó el teléfono, el director de unas de las entidades de personas con diversidad funcional con la que había trabajado le animó a crear un proyecto nuevo.
Y, con seguridad, eso hizo. Volvió a alzar el vuelo, esta vez, con la mochila cargada de aprendizaje y conocimientos. Mercedes ha esbozado lo que ella llama un “embudo de necesidades”, es decir, un sistema de bienestar social basado en la psicología positiva y dirigido a los departamentos de Recursos Humanos.
La integradora social propone “hacer un diagnóstico, identificar la necesidad y dar a la gente una respuesta”. Su proyecto se divide en varias áreas. Pretende ayudar al sector de la hostelería en la organización de equipo y ofrecer programas de inserción laboral y mentorización mientras que refuerza a niños con necesidades educativas específicas. Mercedes quiere transmitir el afán de superación que le ha acompañado a lo largo de su vida. Ella podría haber sido uno de ellos. “Soy adoptada, tuve la suerte de que mis padres me adoptaron y me educaron con mucha disciplina”, confiesa.
Hace poco conoció a su madre y a su hermano biológicos. "Decidí ayudar y guiar a mi hermano pequeño, lo mismo que hago con mis usuarios lo hago con él”, cuenta a lavozdelsur.es desgranado su historia personal.
“Estoy aprendiendo a hacer las cosas por las que antes pagaba”
Por el momento, se encuentra en la fase de “pilotaje” para comprobar si su metodología funciona. Según explica, quiere aportar soluciones a las necesidades “que no escucha el Gobierno y que de manera privada la gente emprendedora cubrimos”.
Mercedes compagina la elaboración del proyecto con la hostelería los fines de semana. “De algún sitio tengo que sacar el dinero para poder sobrevivir”, dice. Su segundo emprendimiento lo afronta de otra forma tras su primer contacto con este mundo. Actualmente, realiza cursos con las empresas que comenzó su andadura. “Estoy aprendiendo a hacer las cosas por las que antes pagaba”, explica con ilusión. Es una “buscavidas” con ganas de seguir formándose.
Sin duda, las vueltas que ha dado su vida le han hecho fuerte. “Yo me considero una guerrera”, expresa. Siempre ha creído en ella y no teme a las dificultades que supone montar un negocio desde cero. Está convencida de que “cuesta muchísimo, pero las cosas llegan”. Y comparte sus reconocimientos en redes sociales para inspirar a otras personas, demostrar que todo se puede conseguir.