Íñigo Calleja, el ingeniero vasco que transforma vigas viejas en mesas exclusivas desde su taller de Chiclana

Donostiarra con 15 años de experiencia internacional en la automoción, se mudó con su familia —su mujer es chiclanera— de Australia a la costa de Cádiz y ahora defiende su negocio y disfruta de la calidad de vida de la provincia. "Hay estigma sobre trabajar aquí, pero los prejuicios se quitan enfrentándote a ellos", sostiene

Íñigo Calleja posa, tras la entrevista con lavozdelsur.es, en una de las mesas de su nave de Amber en Chiclana.
Íñigo Calleja posa, tras la entrevista con lavozdelsur.es, en una de las mesas de su nave de Amber en Chiclana. JUAN CARLOS TORO

Cuando les hablen de economía circular y de reciclaje profesional y personal van a tener que pensar en esta historia. La historia de Íñigo Calleja Arregui (San Sebastián, 1976) es sencilla, pero fascinante. Casi tan fascinante como su pericia para moldear unos simples troncos de teca, decomisados por Aduanas en el Puerto de Algeciras porque viajaron trufados de droga, hasta transformarlos en una mesa única en el mundo.

Su vida ha dado muchas vueltas, pero quizás no tantas como las muchas vidas de esos forjados de roble español que rescató en un antiguo cine de Palencia y que han acabado reconvertidos en una mesa de siete metros de longitud —"más larga que la de Putin", espeta, aflorando la vena vasca— para un restaurante con estrella Michelin, Casa Marcelo, junto a la Catedral de Santiago de Compostela.

O no tantas vueltas como las de esas vigas con casi 300 años que se trajo de la calle Sagasta, 1, en Cádiz, durante la rehabilitación de la antigua embajada británica, y a las que ahora poco a poco va sacando lustre y convirtiéndolas no solo en productos con un diseño y un acabado impecable, sino con un relato y una historia tras ellos que le confiere aún más valor añadido. "Al final, no es solo la antigüedad e historia que tengan esas maderas, es que te remontas a la vida que ya de por sí tuvo el árbol del que salieron", cuenta con ese contagioso entusiasmo de los vascos. 

 
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 Íñigo Calleja tiene en una de sus naves en Chiclana, donde salen mesas exclusivas procedentes, entre otras cosas, de material de derribo.   JUAN CARLOS TORO

 

En realidad, todo es circular e Íñigo ha sabido ver a tiempo que, quizás mejor que producir en serie hasta el infinito en un planeta finito, mejor pararse, crear y dejarse llevar por la filosofía del reaprovechamiento. Y todo ello, en el entorno mágico de la slow life de la provincia de Cádiz. "Como buen vasco, me encanta la cocina, pero lo que más me gusta es abrir la nevera y enfrentarme al reto de hacer un buen plato con cinco sobras que vea por ahí”, sentencia. La frase ya resume a la perfección el proyecto emprendedor que se trae entre manos desde Cádiz al mundo.

Hasta llegar a Amber, la marca con la que diseña y fabrica “mesas singulares para toda la vida”, la carrera profesional de este vasco-gaditano, un chicarrón de Euskádiz, se centró principalmente en la ingeniería y la automoción. Desde la Universidad pública del País Vasco, donde estudió Ingeniería de Telecomunicaciones, pasó a residir en Alemania y a trabajar para la BMW. Sin embargo, entre su trabajo en el extranjero y sus numerosos viajes comerciales por países tan remotos como Estados Unidos o Sudáfrica, siempre encontraba tiempo para volver a Chiclana de veraneo. Aquí conoció a su mujer, Isabel Panés, y aquí, en la Costa de la Luz gaditana, empezó sin darse cuenta a cambiarle la perspectiva de las cosas. No fue inmediato, pero el momento llegó.

Reconvertido a carpintero en una tierra andaluza de larga tradición maderera

Y por esos círculos de la vida, no solo se casó con la madre de sus hijos, sino que ha acabado mudándose aquí con su familia, defendiendo su proyecto empresarial y, aún más sorprendente, hilando en cierto modo con el legado de su suegro, José Manuel Panés, uno de esos carpinteros de Chiclana, tierra de larga tradición maderera, que empezó en un taller a los 12 años y se jubiló cuando Íñigo y su familia todavía estaban viviendo en Australia.

“Vengo del mundo de la repetición: diseñas el prototipo y luego se fabrica en serie, ese es el negocio de la automoción en el que curré 15 años. Y curiosamente mi proyecto emprendedor busca lo antagónico, diseñar cosas y fabricarlas una sola vez, y que la siguiente sea distinta. Y además, que cada pieza tenga un relato, una historia detrás. Vender humo no existe, no puede ser vender humo si detrás no hay algo serio y bien hecho”, resume el ingeniero donostiarra, mientras muestra una mesa fruto de 22 piezas de madera trabajadas a mano y luego ensambladas. “Es un diseño de Gaspar Sobrino, me lo hizo en un garabato en una servilleta y yo lo aterricé”, explica.

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Trozos de vigas de los forjados de la antigua embajada británica en Cádiz.   JUAN CARLOS TORO
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El ingeniero vasco mostrando otra de sus piezas.   JUAN CARLOS TORO

Su modelo de negocio parte de GrowReady (GR), el proyecto con el que en Australia, donde la familia ya con niños residió entre 2013 y 2017, “me encontré con la madera”. En principio, la historia iba más por subcontratar, por pensar en piezas con material reciclado, pero de pronto, Íñigo descubrió el carpintero que llevaba dentro. A la vuelta de Australia, relata, “en vez de volver a San Sebastián, que era lo fácil, donde tenía el círculo profesional, dijimos, ¡hostia!, Australia ha sido muy duro, pero se vive muy bien, ¿qué podemos hacer en Europa que se parezca a Australia? Chiclana”.

Y entonces decidieron que lo que pensaban como un destino ideal para la jubilación, acababa de revelarse como campamento base de vida, trabajo y disfrute. “Cuando te quitas los prejuicios que a veces se tienen fuera de lo que es Andalucía, ves lo bien que se vive aquí y que, por supuesto, puedes desarrollar tu negocio”, reconoce. Y abunda: "Hasta entonces, no nos habíamos planteado vivir aquí. Quizás por ese estigma que tiene un poco Cádiz o Andalucía de, joder, en plan: para vacaciones, de puta madre, pero qué jodido conseguir ahí trabajo; mejor curro en Madrid o en el Norte". Sin embargo, confiesa, "habiéndome quitado el miedo a emprender y a montar mi negocio en cualquier sitio, pues dije: ¿con lo bien que se vive en Cádiz y ahora sé llevar mi negocio? Pues nos instalamos en Chiclana. Se me quitaron todos los prejuicios; los prejuicios se quitan enfrentándote a ellos".

"No me hago trampas con los productos: esta mesa tiene que costar tanto y hasta que no sea capaz de venderla por eso no la voy a vender"

Mientras que con GR se dedica a amueblar y decorar interiores, ya sean chalés o negocios de todo tipo, con Amber ha conseguido enviar encargos a países como Dinamarca o Alemania. "Son bienes caros, echas muchas horas para aprovechar lo que hay. Una madera que a veces conseguimos tan deteriorada, que evitamos que vaya al vertedero, no se transforma así como así. Vender ese valor añadido de lo artesanal y único es lo jodido", expone. Eso hace que Amber aún tenga un mercado limitado. "Por mi experiencia industrial, de cálculo industrial, no me hago trampas con los productos: esta mesa tiene que costar tanto y hasta que no sea capaz de venderla por eso no la voy a vender. Un negocio va viento en popa cuando eres capaz de hacer algo muy bueno y venderlo a un precio que lo soporte, y es complicado". 

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 Iñigo Calleja en su nave de Chiclana  JUAN CARLOS TORO

 

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

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