La sociedad gaditana en la época romana se aproximaba al sexo con mucha más naturalidad que la actual del siglo XXI, la cultura judeocristiana la volvió mojigata y pacata.
Los griegos no consideraban la masturbación como un comportamiento anormal y amoral; reducido al ámbito de lo privado y personal, no lo prohibían ni las leyes ni las creencias. Las costumbres de la etapa antigua de Roma eran muy distintas, menos permisivas, pero se fueron aceptando e imponiendo comportamientos culturales griegos llegando a la Hispania romana para regocijo de la población femenina local; luego cambiaron notablemente, especialmente a partir de la generalización del Cristianismo.
En épocas del Imperio Romano en la provincia de Cádiz, aparecieron los “diletti”, consoladores de diferentes formas, tamaños y texturas que se lubricaban con aceite de oliva. Ninguno pasaría actualmente el filtro de Instagram o Facebook.
Los “dildos” estaban fabricados en cuero, aunque también había modelos realizados en piedra o algún tipo de resina. Al estar realizados en cuero, seguramente sus fabricantes fueron habilidosos artesanos del cuero o zapateros, que cubrían pedidos especiales bajo demanda.
En las localidades de Baelo Claudia, Asta Regia o la misma Gades, tenían mucho protagonismo en la noche de bodas. La madre de la novia proporcionaba a la nueva pareja de todos los elementos esenciales para que el sexo se produjera satisfactoriamente y no hubiera ningún problema. Debajo del lecho conyugal se colocaba un bote de miel para dar energía al novio, menta que es un potente afrodisíaco y una imagen de madera del Dios Priapo, deidad de la fertilidad, siempre representado con un pene erecto. Durante las orgías locales, el “diletto” solía amenizar la velada y auxiliar a las mujeres cuando los hombres caían extenuados a causa de la comida y el vino.
Tanto los detallados dibujos de las cerámicas como las fuentes escrita, nos permiten hacernos una idea bastante detallada de cómo eran estos “dildos” de la Antigüedad, también podemos extraer la conclusión de que en la sociedad gaditana tenían un uso mucho más cotidiano, pragmático y placentero de lo que muchos investigadores han querido admitir.