Gracias, Vox

Ruido. VIÑETA: J.R.MORA.

La izquierda parece haber descubierto cuál es el método de la extrema derecha para crecer. Es sencillo: cada vez que Vox hace una propuesta fascista, nos escandalizamos y lo criticamos, proporcionándoles un potente altavoz. Consiguen así su objetivo de visibilizarse, se explica de modo científico en páginas web con tendencia progresista. Por tanto, la izquierda también parece haber descubierto la receta para frenar el auge ultra: no hablar de ellos, no entrar a criticar sus propuestas, sino llenar ese espacio que ahora ocupa Vox con alternativas propias. Vale. ¿Y dónde están esas alternativas propias capaces de generar debate? ¿Por qué, teniendo clara la solución para frenar esto explicada en memes científicos, las alternativas no aparecen? ¿Pudiera ser que estas alternativas no existieran en este momento? O que, si existen, ¿generasen poca ilusión?

Mientras la izquierda se reafirmaba ayer, un día más, en la necesidad de dejar de hablar de Vox, la misma izquierda seguía repasando, una a una, las nuevas ocurrencias de la ultraderecha para conformar un gobierno trifachito en Andalucía. Si no dieran miedo, darían risa.

Disolver la autonomía andaluza, llevándose a Madrid las competencias que le pertenecen a esta tierra. ¿Por qué no? En 40 años de franquismo, a Andalucía le fue genial siendo el cortijo de los señoritos de la capital. Condenar, desde el Parlamento andaluz que los periodistas critiquen a Vox. En la nueva Andalucía propuesta, cuando un dirigente de Vox pida salir a cazar negros de madrugada, los periodistas deberán tratar la propuesta desde el respeto y la tolerancia. O en Vox se sentirán atacados. Acabar con las subvenciones a ONGs. ¿Motivo? Que están ideologizadas. El día que las oenegés dejen a un lado sus ideas, el día que sean neutrales y les dé igual ocho que ochenta a la hora de enfrentar pobreza o la situación de los migrantes, podrán volver a llamar a la puerta de las instituciones. Mientras tanto, como les gusta decir, a pastar. Las subvenciones para el chiringuito de Aznar. Rebaja fiscal que beneficiaría a los más ricos.

Mientras las clases bajas que votan nacionalismo rancio se alimenten de banderas de España, esto no supondrá ningún problema y sí muchas ventajas para algunos. Incluidos los dirigentes de Vox que han vivido toda la vida con buenos sueldos. Subvencionados, a propósito. Expulsar a 52.000 inmigrantes mediante el método del chivatazo. Avisar a la policía aprovechando que estos inmigrantes aparecen por el ambulatorio cuando necesitan atención médica. Sé buen español, sé una escoria humana, parece pedir Vox que, recordemos, presume de ser un partido cristiano. Implantación del PIN parental en los colegios. Si, durante una clase, el típico profesor hippie empezase a adoctrinar a sus alumnos hablándoles de respetar al compañero homosexual del asiento de al lado, el padre sería avisado y el niño podría salir al patio a mirar banderas en los balcones de los edificios colindantes. Evitaría así injerencias del Estado.

Supresión de subvenciones a asociaciones islámicas. Ya se sabe, por ahí se nos va el presupuesto. Si esos 400 euros destinados a la Asociación de Amigos de Marruecos Que Quedan Los Viernes Para Verse Un Rato se usaran correctamente, es decir, se les diesen a los obispos de la Conferencia Episcopal, estos contarían con ayudas anuales del Estado por valor de 11.000.000.400€, en lugar de los raquíticos 11.000.000.000 actuales. Derogación de la Ley de Memoria Histórica. O histérica, como dicen ellos. Porque es de histéricos pensar que quienes fueron lanzados a cunetas por el fascismo en España tengan derecho a salir de ellas dignamente cuando, si los tiraron ahí, sería por algo. En concreto por haber provocado una guerra, como explica el referente moral de Vox, Ortega Lara. Suprimir el 28 de febrero como Día de Andalucía y pasar la festividad al 2 de enero, en honor a la expulsión de los árabes de Granada en 1492. El día 12 de Octubre, fiesta nacional, los niños andaluces deberán cantar “banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda”. Proteger con subvenciones la cacería, los toros o la Semana Santa, expresiones culturales en claro peligro. Desproteger a las mujeres maltratadas o a los homosexuales, colectivos ambos privilegiados que no necesitan ya ayuda ninguna de las instituciones según Vox.

Puede que haya que empezar a aceptar que, tal vez, la alternativa de la izquierda hoy es, precisamente, darle altavoz a Vox. Puede que la aparición clara y sin caretas de una extrema derecha que siempre estuvo aquí, sea lo mejor que le ha podido pasar a una izquierda dormida y sin agilidad ni capacidad para alumbrar futuro. Puede que la llegada de Vox sirva para recordarle a la gente decente – esa que quizá se decepciona con la política quedándose en casa pero que nunca denunciaría a un enfermo que se sienta a su lado por no tener papeles o jugaría con el dolor de las mujeres maltratadas–  que tarde o temprano vendrá alguien indecente para destruir lo de todos. Puede que no sea buena estrategia hacer como que todo eso no está pasando ahora. Puede que sea mejor aceptarlo y reaccionar. Puede que haya que señalar a quienes, en otros partidos y a cambio de sillones, están dispuestos a hacer de esto un lugar peor de mano de la extrema derecha. Puede que Vox esté haciendo el trabajo de recordarnos que lo logrado no se defiende solo. Sólo por eso habría que agradecerle su aparición con barbaridades bajo el brazo.

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