Traspasar la puerta del camarín es atrevernos a entrar a otros mundos de interpretaciones, lo insólito e inesperado. Da para ser una novela. Le llaman el samurái, no obstante, el ínclito jerezano Manuel Romero Bejarano dice que “naranjas de la China”, que Japón es una cosa y China otra.
La verdad es que los paisanos de Gengis Kan, aunque hayan copiado todo lo habido y por haber, nunca han tenido samuráis, eso es un invento de los nipones que les dieron leña por muchos años a los chinos y pare de contar. Yo no me atrevería a llevarle la contraria al ilustre jerezano, ni pasado de sherry wines, no vaya a ser que me cuelgue bocabajo en el Gallo Azul.
Sea samurái o monje taoísta cabe preguntarse qué pinta en una capilla cristiana. ¿Tiene o guarda alguna segunda lectura? ¿Hay detrás algún truculento u oscuro significado?
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