“No reniego de mi macarrismo. Soy de la Prospe, un barrio obrero de Madrid”

El actor Willy Toledo demuestra que, por encima de todo, es un hombre libre, un tipo sensible con una visión ácida del mundo

Willy Toledo. FOTO: MANOLO FINISH

Willy Toledo (Madrid, 1970) llega distendido a la cita, con un zurrón cargado de palabras a su izquierda y la lengua más afilada que una navaja barbera. Criticón hasta el paroxismo no tarda mucho en demostrar que, por encima de todo, él es un hombre libre, un tipo sensible con una visión ácida del mundo. Y que por eso dice lo que le da la gana, sin reparar en exceso en las consecuencias. Pero también es un gran actor. Aquí se empeña en deconstruir, una palabra de moda, su propio teatro de la vida. Tiene miles de enemigos y un montón de buenos amigos a quienes se esfuerza en darles lo mejor.

Ahora que estás relajado, ¿te has preocupado alguna vez en ser bueno?

Nunca. Me preocupa más estar a gusto conmigo mismo y cuando lo consigo alguna vez soy bueno, otras un cabrón con pintas y otras un gilipollas. Lo tengo clarísimo.

Un vecino comentaba el otro día que cuando escucha a Albert Rivera le sale “el Willy Toledo que todos llevamos dentro”. Eres el macarrilla público número uno.

Jajajaja. ¿Lo dices en serio?

Absolutamente.

Hombre, soy de barrio. De la Prospe, un barrio obrero de Madrid. Y ni niego ni reniego de mi macarrismo. Es una actitud hacia el poder que está perfectamente legitimada.

Y los casoplones, ¿cómo lo llevas?

Pues mira, no me van mucho. Soy más bien asceta, incluso huraño. En lo material, siempre me he conformado con poquita cosa. Tengo una casa, que está muy bien, en un barrio obrero y vivo rodeado de obreros. Almuerzo en una cafetería donde comen los obreros. Voy al super donde compran los obreros. No, nunca me ha interesado el lujo pero la ostentación mucho menos. Ese tipo de cosas no van conmigo. Me hace sentirme muy incómodo.

En lo material, siempre me he conformado con poquita cosa. Tengo una casa, que está muy bien, en un barrio obrero y vivo rodeado de obreros"

Dices lo que te da la gana, guste o no. ¿Tanto te jode la impostura del qué dirán?

Es que no puedo con la hipocresía. Me supera. No soporto la falsedad ni los cambios de chaqueta, que me horrorizan y me ponen muy triste. Por ejemplo, estos últimos cuatro años de confluencias políticas, de Ahora Madrid y cosas de estas, me han causado mucho dolor porque gente en la que confiaba se han pasado al otro lado. Y no me corto en decir lo que pienso aunque sea consciente de que, a veces, me equivoco. Es cierto que digo chorradas y prejuzgo a personas cuando no debería hacerlo y no me importa reconocerlo. Pero lo que tengo claro es que jamás intentaré caer bien a nadie. Quizá cuando era más joven si me preocupaba más pero llegó un día en que me dije: soy así, con mi mierda y mis virtudes. Al que le guste, estupendo, y al que no pues que se vaya escupir a la calle.

Parece que ves venir a los gilipollas de lejos.

Buena pregunta. Pues mira, sí. Tengo un olfato especialmente desarrollado para detectar a los gilipollas, a los trepas y a los hipócritas. Y en política, a los socialdemócratas. Tengo intuición para diferenciar a una buena persona de un cabrón. Pero mira, me considero una de las personas más afortunadas y privilegiadas que conozco porque pongo mi libertad y mi intimidad muy por encima de cualquier otra cosa. Crecí en un pueblo de pescadores de Tenerife, de donde es mi padre, que me ayudó mucho en este camino vital.

Pero siempre hay alguien que te recuerda los límites. Mira los aeropuertos. Te vigilan a fondo por nuestra propia seguridad y ¡ay! como encuentren algo extraño. Entonces, glub, llegan los problemas.

Los aeropuertos son el paradigma perfecto para describir el sistema neoliberal de última generación que estamos viviendo. Te hacen ver muy clarito quién manda y qué consideración tienen por el ciudadano, que es tratado como un presunto delincuente. Es la actualización del pecado original católico y cristiano. Nacemos delincuentes hasta que se demuestra lo contrario.

También se hacen excepciones.

Sí, claro. Una vez me paró una patrulla de tráfico de la Guardia Civil porque había superado el límite de velocidad y uno de los agentes me propuso cambiarme la multa por sacarse una foto conmigo. Terminamos montando una escena surrealista en medio de la autopista: Dos picoletos y yo parados en el arcén, haciéndonos fotos. Jajajaja. La gente alucinaba. Luego, me contó que pertenecía a una asociación progresista del cuerpo y que era nieto de un guardia civil asesinado por Franco. Me dijo que era de los míos.

Una vez me paró una patrulla de tráfico de la Guardia Civil porque había superado el límite de velocidad y uno de los agentes me propuso cambiarme la multa por sacarse una foto conmigo"

¿De dónde sacas tanta artillería contra el facherío?

Me esfuerzo por dar otro punto de vista a las noticias que se publican. Yo no desprecio la memoria histórica y no sólo la del franquismo, sino la de antes de ayer. Creo que cuando tienes identificado al enemigo resulta mucho más fácil reconocer a sus aliados por mucho que se disfracen de amigos. Ya me lo decía mi padre: “La política es el precio del pan”.

Pero te esfuerzas en caricaturizarla.

En realidad, yo honro la política. Pero hay que dotarla de honestidad, investigación y crítica porque de lo contrario terminaremos capitulando ante esos que quieren que deje de interesarnos o que pensemos que todos los políticos son iguales. La estrategia del poder es llenar el espacio de ruido y el paisaje de niebla para que nadie vea nada. Pero de ahí a decir que esto es una mierda hay mucha diferencia. Para mí no es una opción. Hay que elegir un camino, no digo a un líder, porque eso es la verdadera política.

Tom Hanks dijo una vez que para hacer reír primero se tiene que haber sufrido. ¿Eso de mearse en las ruinas de uno mismo no da un cierto empaque?

Es cierto. La comedia siempre surge de un personaje que sufre. Ahí están las pelis de Billy Wilder. O fíjate en Jack Lemmon, un sufridor profesional; o Peter Sellers, en El Guateque. Pero es que, además, también son grandes actores dramáticos. Mira al propio Lemmon en Missing o en Días de vino y rosas; o Alfredo Landa, en Los Santos Inocentes; o José Luis López Vázquez, en Mi querida señorita y La cabina. Qué barbaridad de actores. Sin embargo, no ocurre lo mismo a la inversa. Meryl Streep no es buena actriz de comedia. Para ser bueno en la interpretación hay que tener sentido del humor. Estoy de acuerdo con Tom Hanks. Yo soy un buen actor de comedia. Jajajaja.

Un personaje torpe e ingenuo pero de buen corazón que hace travesuras para molestar...

En el mundo de la interpretación hay de todo. Hay actores y actrices que me han mostrado su apoyo y otros que se han comportado como si el mundo no fuera con ellos. Es la vida misma. El otro día me escribió una amiga para decirme que se sentía avergonzada de no estar dando la cara públicamente por mí, pero que tenía miedo. El único actor en este país que se ha preocupado por mi situación y que me ha llamado para decirme que cuente con él aquí, allá o donde sea, ha sido Javier Bardem.

Nunca imaginé que iba a ser capaz de aceptar una entrevista en Telecinco sólo para atacar a su dueño, Paolo Vasile"

Os critican con eso de qué fácil es ser rojo cuando se tiene dinero.

¡Nos ha jodido! ¿Acaso los rojos tenemos que currar gratis? Yo lo he hecho muchas veces porque eran producciones que no tienen dinero. Ahora bien, cuando he trabajado para Antena3, Telecinco o Globomedia les he sacado todo lo que he podido y más. Obviamente. A Javier Bardem y a Penélope Cruz les critican por ir a parir al Monte Sinaí cuando en EEUU no existe la sanidad pública. Y ya que vas a un hospital privado, que menos que ir al que mejor te van a atender, si tengo dinero para pagarlo. Ser rojo no es sinónimo de tener que vivir en la pobreza.

¿Qué necesidad tienes de meterte en jardines enfangados?

Claro, hay cosas que me hacen sentir mal pero tiene su lado positivo. Por ejemplo, nunca imaginé que iba a ser capaz de aceptar una entrevista en Telecinco sólo para atacar a su dueño, Paolo Vasile. No tenía ningún interés en ir a esa mierda de programa, Hable con ellas. Presentado por Sandra Barneda, Rociíto y una modelo. También estaba el Pequeño Nicolás, un niñato pijo repugnante. Pero bueno, fui a aquel programa infame para decir públicamente que Vasile me tiene vetado. Todo lo demás vino de regalo y me quedé más ancho que largo.

La iglesia, Vasile, ¿no es un coñazo estar siempre al ataque?

Hay veces que preferiría estar tranquilito en mi casa pero soy incapaz. Tampoco es que me levante todas las mañanas dispuesto a dar caña. No. Simplemente me interesa la realidad, accedo a los medios de comunicación y ya no puedo evitarlo.

O sea, que te cabrea abrir el periódico o encender la radio.

Es que yo no me informo a través de los medios oficiales. Solo leo aquellos donde creo que me voy a informar con veracidad y eso me lleva a la indignación. Entonces, me sale la bilis y el odio, porque tampoco tengo problema en decirlo: sí, odio. Odio a la señora Botín con toda mi alma y lo expreso cagándome en todo lo que se menea.

Ay, Willy...

Mira la monarquía. Es un elemento fundamental de este sistema. Cuando hicimos la obra El Rey queríamos hablar de la transición. Es la institución que Franco dejó como herencia al frente de la jefatura del estado. Por eso tiene que caer aunque ya vemos de lo que habla la nueva izquierda. Podemos dice “No toca”. ¿Cómo que no toca? Pero, señores, ¿no toca hablar de las 150.000 personas que todavía estamos pisoteando por las cunetas? Veo que Pablo Iglesias es el nuevo Felipe González. Hala, toma regeneración, que ya hemos echado a los malos del poder. Es que somos especialistas mundiales en el gatopardismo político. Pero bueno, de esos barros, estos lodos.

Tú vas al infierno, seguro.

Dios te oiga, jajaja.

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