Han luchado por mantenerse con vida. Algunos han dejado incluso amigos en el camino después de no poder seguir hacia delante. Otros llevan años sin volver a ver el rostro de sus familiares, observando continuamente una fotografía que incluyeron en su maleta. Hijos, padres, hermanos, miembros de su misma sangre por los que luchan día a día para mandarles algo de dinero y cumplir el sueño de traerlos a España, al edén europeo.
En barco, patera o incluso andando, la historia de los inmigrantes es uno de los dramas que sacude tristemente a la sociedad. Muy pocas veces se dan casos en los que la sonrisa se vuelve a ver en el rostro de algunos de los inmigrantes, pero cuando se produce ese gesto de felicidad es uno de los momentos más felices en sus vidas. Desde hace poco menos de un año, un grupo de inmigrantes llegados a Jerez ha encontrado la felicidad en el fútbol. El balompié, ese deporte universal que consigue unir lazos entre personas de diferente raza, religión o cultura. Creado como una asociación para estrechar lazos de integración social y ayuda para los inmigrantes, Alma de África se ha convertido en el primer equipo de fútbol del mundo formado exclusivamente por personas llegadas de diferentes países. Gente sin recursos que lucha día a día por llevarse algo de comer al estómago, por pagar un alojamiento en el que poder residir, por mandar dinero a esa familia que lleva años sin ver.
Quini y Kameni, amigos dentro y fuera del campo. FOTO: JUAN CARLOS TORO.
La historia de Alma de África no es ningún cuento de hadas. Es un relato real, compuesto por el amor y la ilusión de unas personas que son felices disfrutando mientras ayudan a los demás. Quini, fue el fundador de esta iniciativa. Como padre acudía cada domingo a la pradera hípica de Chapín para pelotear con su hijo y enseñarle los valores del fútbol. Desde hacía algún tiempo observaba como un grupo de africanos jugaba al fútbol entre ellos. La curiosidad comenzó a picarle al mismo tiempo que la vida se llevaba a una de las personas más queridas para él. Este ángel de la guarda, como le llaman los integrantes de Alma de África, decidió acercarse una tarde al grupo de personas que discutían entre ellos para formar los equipos.
-No os peleéis. Os llevo observando varias semanas y me gusta lo que hacéis pero no es necesario pelearos. Conozco a una persona vinculada con el fútbol que va a venir una tarde y va a ser vuestro árbitro.
Estas fueron las palabras mágicas que escucharon las almas africanas que hacían deporte en aquel lugar. Dicho y hecho, Quini habló con su buen amigo Alejandro Benítez para que hiciera de colegiado entre estos jugadores. “Lo que un árbitro manda siempre en el campo hay que respetarlo” comenta Kameni, capitán del equipo.
Con el pitido final de aquel encuentro, Quini supo que tenía que ayudar a estas personas que habían arriesgado su vida para darles un motivo por el que sonreír. Fue entonces cuando tras varias conversaciones con Alejandro, decidieron poner la maquinaria a funcionar para crear Alma de África. “Con este club pretendemos crear una puerta a la esperanza. Es bonito que se disfrute del fútbol pero lo importante es que la parte social y de solidaridad salga hacia delante. El alma de África no es el fútbol, son estas personas que están luchando por hallar una vida digna. La vida nos enseña muchas veces lo pequeño que somos. Ver sonreír a estos jugadores es la máxima satisfacción que puede tener un ser humano. El sentimiento es algo que se produce lentamente, como los pasos que estamos dando porque lo importante es la dignidad de estas personas”.
Crear un club de fútbol no es nada fácil. Aunque compitan actualmente en la última división del fútbol andaluz, los protagonistas de esta historia ya se sienten disfrutando el fútbol en Primera División. En el primer partido de la competición lograron vencer por 4-0, un triunfo que para ellos fue una fiesta. “Parecía que habían ganado la Champions League. Cuando disputábamos algunos partidos de pretemporada los perdíamos todos y que hayan ganado el primer partido ha sido algo precioso. La ilusión con la que corren, tocan la pelota, es superior a cualquier otra cosa. Las tarjetas amarillas que vieron en el partido fueron por puro desconocimiento”, comenta Alejandro Benítez.
Otro de los integrantes de Alma de África. FOTO: JUAN CARLOS TORO.
Los martes, jueves y viernes los integrantes de Alma de África practican el deporte rey en la pradera. No han entrenado nunca en un campo de verdad, tampoco tienen material deportivo de primer nivel. Cualquier bota deportiva, un simple zapato para correr, ellos lo usan para jugar al fútbol. “El drama de la inmigración muchas veces parece que lo vemos desde la distancia y lo tenemos al lado. No conocemos ni la mitad de los problemas de estas personas, y las historias de todos ellos te tocan realmente el corazón. Tienen una personalidad y una actitud positiva que es para quitarse el sombrero. Unos vienen de Camerún o de Nigeria, han sido estafados por las mafias o han visto cadáveres en el mar pero ellos mismos te agarran la mano y te dicen que si tu hermano cae tú no puedes parar, hay que seguir hacia delante. Son como una familia para Quini y para mí”, dice Alejandro.
Venden pañuelos, limpian coches, hacen recados, luchan por mantenerse día a día después de haber visto la muerte a su lado. La historia de Kameni, capitán del equipo, es uno de los muchos dramas que componen este club. Se marchó de Camerún dejando a su familia atrás para luchar por un futuro mejor para todos ellos. Llegó en el año 2008 y desde entonces no ha vuelto a ver a sus hijos. Ha caminado por el desierto, viendo como compañeros con los que salió desde su país perecieron tristemente sobre la arena o sobre el frío bosque. “Nadie me va a hacer olvidar la madrugada de aquel domingo en el que logré saltar la valla de Melilla. Me sentía como un anciano, apenas tenía fuerzas y estaba lloviendo una barbaridad. La valla se cayó aquel día y aproveché con las pocas fuerzas que tenía para entrar. La policía me cogió y me mandó a un centro en el que pasé tres meses. Poco después vine aquí a Jerez, la única ciudad de España que he conocido”.
Emocionado pero sin perder su sonrisa, Kameni actualmente sobrevive limpiando coches en Jerez. Un trabajo que no le importa hacer para sobrevivir o para mandar dinero a su familia. Por las tardes durante la semana, es una de las rocas de este equipo que tira junto a sus compañeros del carro para intentar cambiar la situación social en la que viven. “He tenido una vida muy dura, sé que no tenemos nada pero tenemos que intentar ser felices. Sabemos que las cosas van mal para todos pero tenemos que aguantar. La gente de Jerez me ha demostrado que tiene un corazón muy grande. Llevo seis años sin ver a mis hijos y estoy luchando día a día para volverlos a ver. Mi mayor sueño es traerlos junto a mí, y quedarme tranquilo sabiendo que están bien”.
Mientras Kameni charla con lavozdelsur.es alarga su mano para abrazar a Quini y decirle que “eres nuestro ángel. Si tu caes nosotros caemos contigo porque eres nuestra roca”.
No necesitan ropa deportiva de última moda, tampoco los mejores balones, únicamente que la solidaridad que están encontrando no se detenga. “Sé que necesitamos ayuda pero no necesitamos millones. Mira mis botas, están rotas, pero si tengo unas así, a mí me valen. Si alguien tiene una bota despegada que me la dé, yo la puedo arreglar. Ojalá algún día tengamos un campo en el que poder entrenar”.
La vida de Kameni está cambiando poco a poco al igual que la de Abdul, uno de los benjamines de este equipo. Con 21 años que tiene, hace siete años pisó el suelo español procedente de un barco de Marruecos. “Me subí a la cuerda de un barco y logré entrar en él. Me bajé en Algeciras donde tuve que tirarme al agua para llegar nadando. Luché por mi vida para sobrevivir, fueron momentos duros. En Marruecos tengo a mi familia y aquí estoy solo con 21 años pero he encontrado en estos compañeros una familia. Espero mejorar poco a poco en el fútbol y algún día que me pueda fichar un equipo”.
Un jugador se lanza para alcanzar un balón. FOTO: JUAN CARLOS TORO.
Otro de los artífices de este milagro del fútbol, es sin duda la labor de su entrenador Pepe Correa. Algunos integrantes del equipo lo ven como un padre, otros como el santo de su tribu. “A mí se me saltan las lágrimas cada vez que viene uno a darme un abrazo y me dice solamente gracias. Cuando conoces la historia de todos ellos, los problemas que tenemos el resto de personas no son nada comparable con la de ellos. Aquí están aprendiendo a jugar al fútbol porque no tienen nivel táctico por ejemplo pero físicamente son un portento. Estamos luchando día a día para hacerles entender que el fútbol es un medio para evitar el sufrimiento que padecen día a día. Poco a poco les vamos arreglando la documentación además de que se están integrando muy bien. En el vestuario me ven como un brujo al que respetan mucho porque saben que les puedo ayudar. De esta labor me quedo principalmente con la ilusión que ponen durante los entrenamientos. Tienen mucho que ganar porque desgraciadamente lo han perdido casi todo”.
Junto a Pepe Correa, Cristian es otro de los protagonistas del vestuario. Procedente de Nigeria, vino hace casi 9 años a España. Actualmente ejerce de segundo entrenador, una labor de la que está aprendiendo y donde Guardiola es su referente. “He tenido una vida muy dura pero actualmente estoy muy contento. Tengo a mis dos hijos aquí y a mi mujer. Los jugadores cuando vienen a entrenar o jugar son felices porque no tendrán para comer pero cuando llegan a esta pradera ellos son felices, disfrutan del deporte. Hemos encontrado a gente muy buena que nos está demostrando todo su amor”.
Actualmente el equipo cuenta con 15 fichas a la espera de tramitar el resto. Mientras los días pasan, ya se ha puesto en marcha abriendo una campaña de captación de socios simpatizantes para colaborar con un equipo que es más que un club de fútbol. Un equipo deportivo que es ante todo una casa de la solidaridad a la que siempre serán bienvenidos el amor y las ganas de ayudar.
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